“En estos momentos estoy gozando de buena salud y si llega a pasar algo ya no queda en mí porque tratamos de checarnos, no le tengan miedo a los procesos que hace el doctor”, dice Francisco Rodríguez Bocanegra, odontólogo del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), a quien hace un año en un examen de rutina se le detectó crecimiento prostático, pero gracias a ese primer diagnóstico pudo someterse a tratamientos y revisiones constantes para evitar complicaciones que pudieran derivar en cáncer de próstata.

El también coordinador médico de la Clínica de Medicina Familiar de instituto en Querétaro, en uno de los consultorios donde se sienta frente a la computadora para compartir su experiencia, señala que fue hace un año, durante la campaña del Mes de la Salud del Hombre, cuando decidió junto con otros compañeros de trabajo, realizarse la prueba.

“Nos hacen un prueba de sangre, nos pinchan un dedo e inmediatamente nos dan los resultados. El mío fue favorable; sin embargo, en el cuestionario donde preguntan cómo se orina y los tiempos, ya entramos en duda. Me mandan a una prueba de antígeno prostático.

“Mi resultado fue de un parámetro [se debe tener 2.5 de antígeno prostático, en promedio] pero el mío salió en 5.7, a reserva de que había salido bien en la prueba de sangre. Esto motivó que pasara a consulta con un médico familiar, que me mandó a urología para hacerme una biopsia”, abunda.

Aunque los niveles de antígeno prostático eran elevados, aún no había presencia de cáncer, pero por el crecimiento de la glándula y los niveles del antígeno debe de estar en observación médica cada seis meses.

“A todos nos da miedo, pero independientemente de que el doctor ve los resultados, debe hacer algo físicamente: decide si va a palpar, sentir de qué tamaño está la próstata; son los procedimientos que ellos hacen. Ahí ya se está en manos de un profesional, hizo el tacto rectal y mandó de inmediato una biopsia”, comenta.

Parteaguas

Este llamado de alerta que recibió hace un año, señala, ha hecho que su vida cambiara por completo. Primero, decidió darle salida a la situación, no deprimirse por el diagnóstico.

“Como cualquier enfermedad, hay que aceptarla. Mi vida ha cambiado en torno a los cuidados. Ahorita incluso, hasta bajé de peso, pues hay que echarle al ejercicio. La alimentación hay que cuidarla también. Desde ese tiempo para acá [un año] he perdido 14 kilos, pero consideramos, por las revisiones que me estoy haciendo constantemente, que es porque estoy motivado”, subraya.

El doctor Francisco agrega que el apoyo de su familia ha sido esencial para sobrellevar esta situación, aunque no les comenta mucho sobre el tema, pero están al pendiente de lo que tiene.

De la misma manera, el apoyo de sus compañeros de trabajo en el ISSSTE ha sido esencial, pues además, muchos se han hecho la prueba del antígeno prostático.

Subraya que lo más importante en esos casos es la prevención, acudir con el médico a revisiones, pues si se detecta a tiempo alguna anormalidad se pueda salvar la vida, pero si no se hace de manera oportuna las consecuencias pueden ser fatales.

“No lo dudé cuando el doctor me dijo que me haría un estudio en ese momento, que me haría el tacto rectal, porque estaba con un profesional y confío en él. Les aconsejo a todos que si el doctor dice que es necesario el tacto rectal, para mí es una de las mejores formas de hacer un diagnóstico”, añade.

Al igual cuando se hace una biopsia —señala— cuyo procedimiento si bien es incómodo, y en parte doloroso, es necesario. “Los 15 o 20 minutos que dura es soportable, además de que no se vivirá todo la vida con ello”. Precisa que el hombre puede volver a sus actividades rutinarias al siguiente día.

Francisco está tranquilo sobre su futuro, sabe que con el control médico constante y un estilo de vida saludable, como lo ha hecho en el último año, tiene toda la vida por delante.

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