Maestro insuperable de la mentira, el distractor y el engaño, AMLO ha colocado en la agenda nacional el tema de la pertenencia de la Guardia Nacional (GN) al Ejército y la permanencia de las Fuerzas Armadas en la calle, como un distractor más para enmascarar su fracaso en materia de seguridad pública y su interés de utilizar a las fuerzas armadas como aliadas en las elecciones de 2024.

Es falso debate ampliar la permanencia de las Fuerzas Armadas en las calles, porque éstas tienen dentro de sus misiones garantizar la seguridad nacional y la seguridad interna del país, por lo que estarán en la calle tantas veces como las autoridades civiles competentes lo soliciten.

El punto es que no les toca a ellos ser los primeros respondientes, sino a la GN. De manera subsidiaria las Fuerzas Armadas tendrían que actuar tanto cuanto como las circunstancias lo requieran, sin sustituirla.

El problema no es de números —que falten elementos, equipamiento o adiestramiento a la GN—, sino de voluntad. El presidente, como se ha venido demostrando, no hace lo que constitucionalmente está obligado a hacer para contener y derrotar a la delincuencia organizada, porque parece haber un narcopacto en favor del presidente y a su partido para mantenerlos en el poder a cambio de impunidad y cargos político-administrativos dentro de los tres poderes y los tres niveles de gobierno.

Para nadie es un secreto intervención del narco en las elecciones de 2021 y 2022, así como el financiamiento a las campañas de varios gobernadores de Morena, cuya información ha fluido desde los Estados Unidos.

Uno parece ser el objetivo presidencial: ganar las elecciones de 2024 en los tres niveles de gobierno para garantizar la viabilidad de su proyecto.

El uso de las Fuerzas Armadas —en el falso debate— tiene un doble propósito de destruir la coalición electoral “Va por México”, única capaz de arrebatarle la presidencia y el congreso e incorporar a las fuerzas armadas al partido oficial.

La inmoral acción de doblar a “Amlito” vía el espionaje, el uso del aparato de seguridad del Estado, la fiscalía General de la República, la Cámara de Diputados y a la impresentable Layda Sansores; así como la condenable compra de conciencias de senadores, para obtener los votos necesarios, demuestra la total falta de ética y moral por parte del presidente y de sus operadores. Lo mismo que condenaron en gobiernos anteriores, es lo mismo que hacen.

La incorporación de los dirigentes de las Fuerzas Armadas como un sector más de Morena, como en su momento lo hizo Lázaro Cárdenas en el PRM con el cuarto sector de ese partido.

Es notorio que con el apoyo de las dirigencias de las fuerzas armadas el presidente está fragmentando su unidad, al actuar estos como miembros insignes del partido oficial, en lugar de dirigentes de instituciones tan honorables como el ejército, la fuerza aérea y la marina armada, destinadas a garantizar la paz y seguridad de la nación.

Es urgente revisar las relaciones cívico-militares porque la institucionalidad de las fuerzas armadas, no se debe entender sólo como lealtad al presidente, sino a la constitución y a la sociedad.

Se prostituye a las Fuerzas Armadas al destinarle tareas que los distraen de sus misiones fundamentales, por más que la ambigüedad de la Ley Orgánica lo permita. El papel de las fuerzas armadas es insustituible como necesaria su incorruptibilidad. Su papel no es contribuir a que Morena gane en 2024.

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