Siendo la primera y más importante función del Estado garantizar la seguridad de sus habitantes, queda la duda sobre de dónde estamos, cuál es el punto de no retorno, para saber si estamos próximos a él, si ya lo hemos sobrepasado, o si ya somos un estado fallido, puesto que muchos de sus indicadores ya operan en México: pérdida de soberanía nacional; quiebre del estado de derecho; triunfo de la delincuencia organizada; imperio de la violencia y corrupción; crisis económica; crecimiento de la pobreza y miseria; pérdida del control del territorio; crecimiento de la delincuencia e inseguridad; migración forzada; inoperancia judicial, etc.

La actividad de la delincuencia organizada está muy diversificada: tráfico y trata de personas; narcotráfico; blanqueo de capitales; corrupción a funcionarios y servidores públicos; robo de arte; tráfico de plantas y especies animales; falsificación; tráfico de mercancías; robo de energéticos; tráfico de órganos humanos; tráfico de armas; secuestro; extorsión; robo de vehículos y autopartes, así como sectores en los que recientemente ha incursionado: cobro de piso a empresas, iglesias, escuelas; y el monopolio de actividades productivas (huevo, pollo y otros artículos, en algunas ciudades), entre otras muchas. Y operan con total impunidad.

Pero lo que más preocupa es la necia actitud del presidente no sólo por no hacer nada ante una situación que día a día ocupa más territorio nacional y afecta a cada vez más mexicanos, sino por complaciente ante la “delincuencia consentida”, que en muchos rubros ha sobrepasado los indicadores de la etapa neoliberal.

Lo que no ve ni entiende AMLO: A nivel mundial, de las 10 ciudades más inseguras del mundo, 5 son mexicanas y están entre los primeros 6 lugares. A marzo de este año, 67% de los mexicanos se sentían inseguros.

En materia de homicidios dolosos, al 15 de julio de este año, van 125,954 víctimas, 49 mil más que en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (CSG); 35 mil más que en el sexenio de Ernesto Zedillo (EZP); 65 mil más que en el sexenio de Vicente Fox (VFQ); 5 mil más que en el de Felipe Calderón (FCH), y, hasta ahora, 30 mil menos que en el de Enrique Peña Nieto (EPN), considerando todo su sexenio. Esto es, ha superado a CSG en 164%; a EZP 156%; a VFQ 208%, a FCH 104% y está a 19 puntos de igualar a EPN.

En personas desaparecidas, en lo que va del sexenio de AMLO, se han reportado 32,560. Y, en comparación con el sexenio de CSG, hubo 81 (40,197.5% más); con EZP 167 (19,497% más); con VFQ 811 (4,014% más); con FCH 16,763 (194% más), y con EPN 52,948 (61.5%).

De acuerdo con esta breve reseña, resultan evidentes tres puntos fundamentales: 1. El fracaso de la política de López Obrador en materia de seguridad; 2. Su afán por ocultarlo con propaganda mañanera, distracciones temáticas, invenciones y ocurrencias varias; y, 3. Una realidad inocultable que grita a través de una sociedad agraviada por la necedad presidencial y su afán por negar lo evidente.

Queda claro, pues, la inconsistencia e ineficacia de la frase “abrazos, no balazos”, así como la manipulación verbal del presidente que trata de evitar la aplicación de la ley con sofismas y falacias como el de “no se combate la violencia con violencia”.

Nuestro país padece una crisis de seguridad que ya no es posible enfrentar renunciando al poder del Estado que exige la aplicación de la ley, a la que parece haber renunciado el presidente por ineficacia o incapacidad.

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