En octubre de 2016, José Modesto González Sánchez cerró el negocio en el que trabaja y se dirigió a una fiesta en la alcaldía de Iztapalapa.

Eran alrededor de las ocho de la noche cuando el joven llegó al lugar en el que se celebraría la reunión, pero minutos después volvió a salir con sus amigos para ir a una tienda.

Durante el trayecto, José y sus compañeros escucharon a vecinos de la zona discutir acerca de un robo cometido minutos antes. Ellos no prestaron atención al asunto hasta que esas mismas personas los encararon.

“Iba subiendo un puente cuando dos sujetos se me acercaron por detrás. Me di cuenta de que algo iba a suceder e intenté correr, pero un señor me jaló y me empezó a golpear. Después de eso, al menos otras ocho personas llegaron y me pegaron al mismo tiempo que me gritaban que me había robado un celular”, relata José.

En los minutos que duró la agresión, nunca llegó un policía para auxiliar al joven, quien también recibió un batazo en la cabeza que lo dejó aturdido: “La vista se me nubló, veía estrellitas y los oídos me empezaron a punzar, sólo escuchaba los ruidos de las personas y, a lo lejos, el de la ambulancia”.

Al llegar al Hospital General Dr. Juan Ramón de la Fuente, José estaba casi irreconocible. Con el rostro hinchado y ensangrentado, los médicos no tenían esperanza de que sobreviviera.

Consultados sobre este tema, personas cercanas al joven advierten que después del ataque él sufrió problemas de memoria y que aún le cuesta recordar con claridad el hecho.

“Por los golpes que recibí me entubaron y estuve en coma. Llamaron a mis padres y les dijeron que fueran al hospital porque era el último día que iba a pasar con ellos”, comparte.

La vida de José logró salvarse gracias a que una amiga de su familia intervino para que fuera enviado al Hospital General Xoco.

Después de estar un mes hospitalizado y someterse a un año de rehabilitación médica, José asegura que el intento de linchamiento al que estuvo expuesto le cambió la vida: “Me di cuenta de que nunca he sido agradecido por todo lo que tengo, mi familia, mis padres y lo que ellos me dan. Yo abandoné la escuela por voluntad propia antes de lo que ocurrió, pero ahora me gustaría retomarla y dedicarme a la electrónica”, platica Modesto.

Respecto a las investigaciones contra sus agresores, relata que se interpuso una denuncia ante el Ministerio Público y ésta nunca avanzó: “Levantamos un acta y mi papá le pidió a los policías que checaran las cámaras, pero las vieron y no dijeron nada”.

Tras haber vivido esta experiencia con las autoridades, la frustración se apoderó de él, pero asegura que poco a poco lo superó.

“Ya dejé ir todo lo negativo. Yo sé que quienes me hicieron esto de alguna forma serán castigados. Yo ahí se los dejo a Dios”, declara.

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