Con semáforo rojo o naranja, el transporte público es uno de los sitios donde más se rompen las medidas establecidas por los gobiernos estatales en el regreso a la nueva normalidad, para evitar la propagación del Covid-19. Ni con multas se ha logrado poner orden.

Cada entidad estableció las normas para el uso del transporte público, desde taxis, microbuses, autobuses o Metro, pero tienen coincidencias, las principales son: el uso de cubrebocas tanto para choferes como para pasajeros; piden conservar la sana distancia en las paradas y en el interior de las unidades; procurar el uso de lentes y caretas; no ingerir alimentos dentro de las unidades.

Algunos han puesto como regla a los pasajeros que paguen la cantidad exacta, no tocar la superficie de las unidades y hasta se recomienda, en lo posible, no platicar dentro de los vehículos.

EL UNIVERSAL, a través de sus corresponsales nacionales, realizó un recorrido en los diferentes transportes urbanos utilizados en 16 ciudades de Baja California Sur, Coahuila, Chiapas, Hidalgo, Jalisco, Morelos, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz y Yucatán, y encontró las siguientes similitudes en anomalías, principalmente en las horas pico:

La sana distancia no existe; el cubrebocas cada quien lo utiliza como le place o hay pasajeros y choferes que ni lo portan; el gel desinfectante escasea, y a las unidades regresaron los trovadores que piden dinero a cambio de una canción.

Algunos choferes dicen que sanitizan sus unidades con recursos propios, porque las autoridades no los apoyan. Foto: CHARBELL LUCIO. EL UNIVERSAL

¿De quién es la responsabilidad?

El desorden en el transporte llevó al gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, a culpar a los empresarios de no respetar las medidas para escalonar los ingresos laborales y despresurizar el transporte público.

Por su parte, los empresarios pidieron al gobierno de Jalisco realizar estrictos operativos para controlar el número de usuarios en los camiones y el Tren Ligero, pues de lo contrario —aseguran— será imposible contener el incremento de contagios.

El representante del Frente Estatal de Transportistas en Sinaloa, Flavio Rolando Ibarra Hernández, da otra razón de por qué los conductores no respetan las normas sanitarias y se arriesgan a transportar más de la mitad de los usuarios permitidos por unidad: los choferes carecen de un sueldo y de seguridad social, sus ingresos se fijan en razón del boletaje que registren por vuelta.

En los camiones de San Luis Potosí la mayoría de los pasajeros relajaron las medidas sanitarias, pues personas de todas las edades viajan sin protección. Foto: ESPECIAL

Con esta nueva realidad, señala que un operador con una jornada de nueve horas al día, cuando mucho puede alcanzar un pago de 150 pesos y en caso de ser sancionado por un inspector de Vialidad y Transporte, él tendrá que pagar la multa.

En Tabasco, el líder transportista, José Luis Montoya, se queja de que al sector no se le está brindando ningún respaldo para sanitizar el transporte. “La secretaría lo que nos dio fueron instrucciones y reglas precisas para que estemos cumpliendo, pero este gasto lo absorbemos los concesionarios. Nosotros hacemos a diario esta sanitización”, apunta.

Al viajar, algunos usuarios de Oaxaca no respetan la sana distancia y ocupan espacios reservados en los camiones. Foto: EDWIN HERNÁNDEZ. EL UNIVERSAL

Revela que hay varios choferes que han dado positivo a Covid-19 y a ellos se les tiene que apoyar.

“Nosotros nos las vemos negras, porque hasta hoy estamos saliendo tablas, porque lo único que rescatamos es lo del combustible; ya empezamos a tener problemas serios y si el Estado no aporta un apoyo extraordinario, al menos para subsanar la operación de las unidades, vamos a tener problemas”, advierte.

Y mientras los usuarios culpan a conductores y a los inspectores, los choferes reviran y dicen que ya se cansaron de pelear con el pasaje.

La gente es necia y se nos pone “al brinco”, dice un operador de Cuernavaca, Morelos. Otro de la ruta Nazas en Torreón, Coahuila, recuerda a una viejita que cada día aborda la unidad sin cubrebocas: “Por más que le digo [que se lo ponga] me dice: ‘No, no lo voy a usar, que se lo ponga López Obrador’. No se puede con la gente”, lamenta.

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