“Estábamos tan cerca de cumplir nuestra meta cuando todo pasó”, dice Sonia Ortega Ramos mientras dos personas le colocan un vestido blanco con encajes. La joven de 19 años canceló su boda de 700 invitados en el municipio de San Bartolo, Morelos, debido a la contingencia sanitaria por el Covid.

Ella y su prometido planeaban contraer nupcias  el pasado 23 de mayo, pero el salón que rentó, por disposición oficial, cerró y poco a poco los otros servicios le cancelaron.

Andrea Reyes, cuñada de la futura novia, la acompañó para su primer prueba de vestido en  la calle República de Chile, en el Centro de la Ciudad de México, mejor conocida como “la calle de las novias”.

Narró que los preparativos de la boda se tuvieron que reanudar ya que los proveedores les dijeron que sólo respetarían sus contratos si el evento era antes de fin de año o deberían pagar una penalización, por lo que se fijó una nueva fecha en octubre.

De acuerdo con ellas, para celebrar la fiesta, la lista de invitados tuvo que recortarse de 700 a 300 y, en lugar de un salón, tendría que ser en el jardín de un familiar.

“Estamos preparados con tapetes desinfectantes, cubrebocas y termómetros para recibir a la familia y demás invitados, pero a la ceremonia religiosa sólo podrán asistir los padres de los novios y padrinos a petición de la iglesia”, dijo Reyes.

Pocos clientes

A lo largo de la calle, en donde también se pueden encontrar vestidos de primera comunión, XV años y presentación, las empleadas de los establecimientos pasan las horas invitando a entrar, sin éxito, a quienes se detienen a  mirar los aparadores.

Rosa Elvira León, gerente General de la Plaza de la Novia, en República de Chile 68, fue quien recibió a Sonia y a su acompañante para mostrarles la variedad de modelos.

Contó que desde el 8 de julio, cuando las autoridades capitalinas les permitieron abrir, las ventas han sido mínimas y la apertura de locales de forma intercalada les afecta.

Doña Rosa no es la única que se queja de la situación, pues dentro de la plaza, hasta pasadas de las 13:00 horas, sólo uno de los más de nueve locales recibió a sus primeras clientas del día.

“Parecemos un pueblo fantasma, no hay gente. Luego vienen y ven un lado de la calle cerrado y dicen que mejor regresan otro día para ver todo, pero ya no regresan”, dijo.

Esto provocó que los empleados implementaran un nuevo método para invitar y atraer a clientes a que realicen citas con atención personalizada y asegurar la venta.

Por redes sociales se modelan vestidos y la novia elige los de su preferencia para que cuando acudan a su cita todo sea más rápido, detalló.

Recalcó que sólo puede dejar que se midan dos vestidos por visita para disminuir el riesgo de contagio, y que aunque para algunos pudiera ser un detalle, para las mujeres que se van a casar representa un problema real.

“A todas las novias les decimos que las estamos esperando con los brazos abiertos, estamos acatando todas las medidas, tenemos vestidos de primera y con la mejor atención, porque vendemos y cumplimos sueños”, dijo.

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