Una casa de dos pisos para las oficinas de la primera dama Angélica Rivera —en cuya escalera de casi 30 peldaños ella y su hija posaron para la revista Marie Claire—; un simulador de vuelos y una cancha de futbol rápido; dos edificios, cada uno con estacionamiento y tres niveles; una sala levantada sobre una alberca y hecha exprofeso para colgar los retratos de los jefes de Estado, todas estas son otras obras de infraestructura —además de las que desde el 1 de diciembre se han podido ver— de lo que a capricho y sin licitación construyeron en los últimos años los presidentes en la Residencia Oficial de Los Pinos.

La apertura al público de otras áreas del Complejo Cultural Los Pinos con motivo de la fiesta para los niños, “Mis Pininos en Los Pinos”, a la que acudieron más de 52 mil personas el pasado fin de semana, permite llegar a rincones y lujos no vistos tras la apertura que hizo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Hoy se pueden conocer a detalle las características de esas construcciones: mármol nuevo, como el de la casa Alemán; nuevos canceles en casi toda la residencia, entre otros caprichos.

Un ejemplo de cómo se tiraron unos inmuebles para levantar otros, según los gustos o intereses del mandatario en turno, es lo que pasó con la llamada cabaña Dos. Como se recordará, en tiempos de Vicente Fox, el arquitecto Juan Artigas construyó dos cabañas: en la Uno vivió el Presidente con su esposa, y en la Dos, sus hijos. Calderón ocupó esas mismas viviendas. Pero fue Enrique Peña Nieto quien construyó sobre la cabaña Dos una nueva e imponente residencia, que emula el estilo de la casa principal de Los Pinos, la Alemán. Esta nueva se destinó a las oficinas de la entonces primera dama, Angélica Rivera, de quien Peña Nieto acaba de divorciarse.

Nada queda en ella del estilo de cabaña y, menos, de las casas que había construido ahí originalmente Luis Echeverría. Quienes alguna vez visitaron Los Pinos recuerdan que las dos cabañas, en tiempos de Fox y Calderón, eran iguales: de una planta, con estilo rústico. Durante el gobierno de Peña, en donde estaba la cabaña Dos, se edificó esta casa para oficinas, de dos pisos, con balcones, altas ventanas, gruesas columnas de concreto, áreas de acceso que conducen a amplios salones, pasillos y espacios múltiples de diversos tamaños que no son de habitación sino de trabajo —cada espacio tiene de ocho a 12 luces—.

Al entrar a la casa, se ven las escaleras donde posaron Rivera y Sofía Castro para Marie Claire. Se cuenta que en uno de los salones de esta casa, la entonces presidenta honoraria del DIF grabó el video tras el escándalo de la Casa Blanca. La casa de oficinas de la exprimera dama tiene ocho excusados; no duchas, tampoco vestidores. La altura de toda la casa supera los nueve metros (las cabañas, de un piso, eran de poco más de dos metros). A la entrada de esta cabaña Dos quedó una marca del arquitecto constructor: C&S. Nada más: no hay documentos, planos, nombres de quienes hicieron la obra. A menos de medio metro, hay una entrada privada a esa casa que lleva hacia la calzada Del Rey.

Las dimensiones de las cabañas y de la Alemán sirven para comparar qué se construyó y hasta dónde: la Alemán, que es la principal de Los Pinos, tiene un área de construcción de 4 mil 35 metros cuadrados; la casa donde vivió Fox, y luego Calderón, tiene mil 540 metros cuadrados construidos; la casa para oficinas de Rivera tiene un área construida de 2 mil 700 metros cuadrados.

El arquitecto Homero Fernández, quien es coordinador general del Complejo Cultural Los Pinos, dice en entrevista: “De ninguna obra se sabe qué arquitecto hizo qué. Las oficinas en la casa Dos, sabemos que eran de Rivera; personal que trabajó aquí nos ha dicho que eran de una empresa que ella tenía con su hermana, en la que rentaba todo a Presidencia: stands, bocinas, micrófonos. Es una casa del peor gusto, con un horrible barandal, el mismo que Peña puso en la Casa Lázaro Cárdenas. Calderón y Peña se dieron cuenta de que si hacían cualquier construcción, cualquier remodelación o arreglo se podía cobrar lo que quisieran porque no había transparencia en Los Pinos, por un tema de seguridad nacional”.

Huellas de Fox y dos edificios. Al recorrer hoy Los Pinos se ven muchos otros espacios a modo: en la llamada cabaña Uno, donde vivió Fox, predomina el estilo rústico, la teja y detalles de piedra con un guiño a haciendas mexicanas; las agarraderas en los cajones de los vestidores son de cuero; las ventanas son de piso a techo. Los lujos no son menores.

En el salón de usos múltiples que acogerá ensayos de la Orquesta Escuela Carlos Chávez nada da cuenta de un simulador de vuelos, profesional, habilitado con ese fin para Enrique Peña Nieto. Como pasó en casi toda la residencia, cuando llegó el nuevo gobierno no había ningún indicio de ese simulador. Afuera está el helipuerto que se construyó sobre el jardín. Del otro lado, continuo a la casa de oficinas de Rivera, se encuentra una cancha de futbol rápido, también de los tiempos de Peña Nieto.

Éste último mandatario también construyó la Sala De La Madrid. Hecha con el mismo estilo que tienen las oficinas de Rivera —grandes columnas de concreto—, se levantó sobre una alberca y se creó para colocar ahí dentro las pinturas de los expresidentes de México, que antes estaban en la Casa Carranza.

Dos obras fuera de lugar en toda la residencia son los edificios, cada uno de tres pisos. El primero de éstos, llamado Bicentenario, fue construido por Felipe Calderón; tiene un estacionamiento que acaba de ser habilitado para la celebración con los niños que organizó la Secretaría de Cultura; este recinto será sede del Fonca. De su construcción no existe información.

El segundo edificio fue obra de Peña Nieto. Se conoce como Esmeralda, por sus vidrios verdes, y se puede ver desde Constituyentes. Uno de sus tres pisos lo ocupó Aurelio Nuño, aunque el entonces titular de la SEP tenía sus oficinas en el Centro Histórico. Para este inmueble, con un área construida similar a la de la casa Alemán, se abrió un acceso sobre Constituyentes. El costo del mismo fue de 78.3 millones de pesos, de acuerdo con información de la Secretaría de la Defensa Nacional, a través de la Ley de Transparencia, que publicó la revista Proceso en 2015.

Hasta hoy, no conozco todos los espacios. Debajo de un edificio hay otros espacios, hay cuartitos...”, refiere el afamado dentista y promotor de arte Isaac Masri, quien encabezará el Consejo Honorario de Los Pinos. Dice que es irrelevante saber quién vivió en tal casa y que no abundará en rumores: “No me gusta difundir rumores porque es abonar a lo incierto, a la mentira y a lo falso. No sé cómo vivieron.”

Aunque han solicitado planos y documentos a la pasada administración, no han recibido respuestas: “Es algo que está fuera de nuestro alcance —asegura Masri—. El Indaabin (Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales) debe tener una gran cantidad de planos, nos han dado algunos, pero no hay nada completo, nada que permita decir esto fue construido en tal fecha, por tal arquitecto, costó tanto, etc”.

Para definir cómo fueron construyendo los presidentes, Masri usa una palabra: anárquico. “Creo que son anárquicas (las construcciones) pero así era la Presidencia en México. En La Casa Blanca entran todos los presidentes, despachan en el Salón Oval, tienen su recámara, a lo mejor cada presidente le pone cortinas rojas, Trump se las pone doradas... Pero es la misma casa, los mismos jardines. Aquí no sucedía: llegaban y fue un proceso anárquico. La Lázaro Cárdenas era una casa de escala humana, donde Cárdenas vive y despacha, después llegan otros y deciden: ‘quiero una casota’; hacen una casa con salones afrancesados, vienen arquitectos de diferentes gustos, remodelan, le cambian, le tiran, le ponen muebles, le cambian muebles, se llevan los muebles y ya no sabemos... Era anárquico: había una partida secreta para que cambiaran lo que ellos quisieran, construían adentro sin permisos, sin inspectores, nada. Simplemente era el gusto del Presidente”.

Masri considera que en todo el complejo Los Pinos hay tres espacios con valor cultural e histórico: la residencia Lázaro Cárdenas por lo que representa en la historia de la expropiación petrolera, el acueducto —del que sólo quedan unos restos ocultos en varias partes— y el histórico edificio de Molino del Rey. “Hay proyectos de arquitectos muy importantes que me han llegado donde dicen que hay que tirar 80% de las construcciones”.

Al preguntarle por la casa de oficinas que Peña Nieto construyó para Angélica Rivera, responde: “Sí, es cierto, no es casa de habitación. El negocio que pudieran tener no lo sé, yo tengo una relación cercana con ‘La Gaviota’. Ha sido paciente del consultorio de hace años. Seguramente fue remodelada por Peña. No sé qué arquitecto fue. Hay jardineros que dicen que ahí vivía ‘La Gaviota’. Realmente es irrelevante. Ahí están los espacios, tienen una historia”.

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