Doña Jovita está destrozada emocionalmente y muchos a su alrededor no se explican de dónde saca fuerzas para mantenerse en pie.
Entre pequeñas frases y con voz entrecortada, cuenta la tragedia y muestra la imagen de sus dos hijas y su yerno, quienes murieron en el accidente del Tren Interoceánico ocurrido el fin de semana en Oaxaca.
“Querían ir a conocer y pasear…”, dice desde una humilde vivienda de la ciudad petrolera de Minatitlán, en el sur de Veracruz, uno de los grandes bastiones electorales del morenismo.
La mujer de la tercera edad, enfrenta el drama rememorando la alegría que los ocho integrantes de su familia tenían por viajar hacía Oaxaca y cómo -cuando ya habían cumplido su sueño-, la tragedia le arrebató a sus hijas Patricia y Honoria Medina Pérez y a su yerno Rogelio Luna.
Los integrantes de su familia, quienes vivieron en carne propia el accidente, pensaron que nada más se había salido el tren de las vías y cuando mucho volteado.
“Pero este tren se fue ochenta metros hacia el vacío”, lamenta dolida Doña Jovita Pérez Martínez, quien con el infortunio encima recibió a reporteros de esa región.
Patricia trabajaba en el Ayuntamiento de Coatzacoalcos y Honoria y su esposo Rogelio vivían en Mexicali y habían llegado a vacacionar a esta tierra petrolera, con la ilusión de conocer el tren emblema de la Cuarta Transformación.
“Me decían que fuéramos a mí. Me invitaban también, nada más que a la mera hora dije: a qué voy a ir, no puedo caminar”, recuerda y en su memoria evoca cuando se fueron medio enojados con ella porque decidió no unirse a la aventura familiar.
-Vayan ustedes yo aquí los espero-, fue la frase con la que los despidió. “Como que se molestaron porque yo no fui”, dice a la distancia, sentada en una mesa, conteniendo las lágrimas y el dolor de madre.
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Se le ve cansada. Y aun así cuenta que fue en las redes sociales como se enteraron del accidente. “Por el face”, precisa.
“Como a las once nos enteramos porque mi yerno le mando mensaje a mi nieto de que el tren se había descarrilado”. Y desde un tobogán de emociones, con información escasa y contradictoria, hasta que les confirmaron la muerte de tres integrantes de su familia.
Luego empezar a recibir a los heridos. Una de ellas su nieta. “Llegó muy golpeada de la cabeza, de la mano, de la rodilla, de distintas partes…”, cuenta con el rostro compungido.
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Difícil procesar todo, pero fuerzas no le faltan para pedir al gobierno que se hagan responsables: “que se hicieran responsables de lo que se perdió, aunque la familia nunca volvería, cuando menos que se hagan responsables de lo económico porque somos pobres”.
Con el tiempo se enteró de la verdadera tragedia: 13 personas fallecidas en el descarrilamiento y 109 más en hospitales.
“Quien va a querer viajar en ese tren con todo lo que pasó, ya vio que hasta niños se murieron y señores grandes”.