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En el campamento 2 de Pom, niños tzotziles desplazados lloran por que en esta Nochebuena no tuvieron que cenar. Las casi 400 personas se juntan alrededor de fogatas para apaciguar el frío que desciende desde lo más alto de las montañas.
El llanto de los niños no cesa por el hambre, así como los cuadros de tos provocado por las bajas temperaturas de hasta 4 grados que se registraron en las montañas.
En este campamento, los desplazados en su mayoría niños, mujeres, adultos mayores duermen sobre pedazos de nailon y raídas sábanas, mientras que algunos en pequeñas casas de campañas donadas por la Cruz Roja Mexicana.

Las familias se sientan alrededor de las fogatas con la mirada perdida y triste, mientras el cielo se ilumina de luces de colores con los festejos de la Nochebuena en los municipios vecinos de Pantelhó y Chenalhó.
“El año pasado festejamos la Navidad con pastel y tamalitos, pero hoy no tenemos nada”, señala Otelia Pérez Pérez.
“Hoy estamos sufriendo, sintiendo frío, no tenemos nada que comer, ni que celebrar”, agrega.
Refiere que esta noche es de mucha tristeza para todos los desplazados y lo único que pueden hacer es abrazarse y decirse buenas palabras.
El coordinador de la Pastoral Social, Marcelo Pérez, visitó los campamentos de desplazados para expresarles su solidaridad y orar con ellos para que la paz regrese a este municipio.
En el campamento de C’analumtic, el sacerdote acompañó a los desplazados que duermen en galeras hechas de nailon y palos.
Horas antes el párroco de la iglesia de San Pablo Chalchihuitán, Sebastián López, repartió víveres y juguetes para los niños, los cuales fueron donados por diversas iglesias del país. 

El párroco indicó que, a dos meses del conflicto de límites territoriales entre Chenalhó y Chalchihuitán que provocó el desplazamiento forzado de 5 mil indígenas tzotziles y 11 muertos, no se ve una luz o esperanza para que llegue la paz y reconciliación entre ambas localidades.
Afirmó que los deplazados no sólo necesitan la ayuda humanitaria, sino el amor y el calor humano.
“Lo que se necesita es el desarme de los grupos armados, el retorno de los desplazados, no que se llene de despensas que no se pueden comer, de colchonetas”, expresó el religioso. 

“Quiero decirle al gobierno que nos escuche con humildad, con sencillez, con amor, sin distinción y sin anteponer intereses”, pidió el sacerdote.
La Nochebuena pasa lentamente en este campamento, donde es inevitable derramar lágrimas al ver que los niños se fueron a dormir con hambre. Los pies desnudos y sucios de los niños sobresalen de los trapos que sirven de cama. La Navidad llegó con la esperanza de los desplazados de que puedan regresar a sus humildes hogares y de que no los despojen de la tierra que le da de comer.
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