Lorena Sánchez su primer sangrado menstrual le llegó a los ocho años. “No puede ser, estás muy pequeña”, exclamó su mamá cuando ella le preguntó por qué tenía “eso” en sus pantaletas. La expresión de su madre asustó a quien era entonces una niña. Tuvo miedo, no sabía qué ocurría. No quería ser diferente, quería seguir jugando.

Al igual que Lorena, entre 2% y 5% de los niños en México padecen pubertad precoz, un cuadro clínico que se caracteriza por  el   agrandamiento de  senos en las  niñas, y  vello facial y  crecimiento de la manzana de Adán en los varones.

Esta “pubertad adelantada” no sólo transforma sus vidas en aspectos físicos, también los convierte en presas fáciles de los rumores, burlas y demás señalamientos que los niños de su edad tienen ante alguien que comienza a ser, antes de tiempo, diferente a ellos.

¿Qué está pasando?

La madre de Lorena supo, cuando su hija empezó a menstruar a esa edad, antes de los 10 años, que algo andaba mal. La niña estaba llena de miedo, puesto que el sangrado no sólo no paró, sino que se convirtió en una hemorragia vaginal. Mientras su madre buscaba con desesperación un médico con quién llevarla, la niña se vio obligada a usar pañal.

La trasladaron a urgencias, le hicieron transfusiones de sangre y le realizaron diversos estudios para determinar el porqué del descontrol hormonal. El diagnóstico: pubertad precoz. Nunca encontraron la causa y el tratamiento fue a base de inyecciones de hormonas durante un año, hasta que fuera mayor para tener su periodo menstrual normal.

Actualmente, Lorena tiene 27 años, con el tratamiento logró alcanzar apenas un metro 48 centímetros de estatura y debe realizarse revisiones periódicas para monitorear que no se desarrollen quistes en sus ovarios. También sufre dolores de espalda por la talla grande de sus senos y vive menstruaciones muy dolorosas. 

Marcelino Hernández Valencia es ginecólogo especializado en el área endocrinológica e investigador de la Unidad de Investigación en Enfermedades Endocrinas del Centro Médico Siglo XXI. Ha dedicado parte de sus estudios a esta enfermedad y a atender los casos que llegan a sus manos.

Él define la pubertad precoz como una adolescencia que inicia de forma temprana, antes de los ocho años en niñas y de los 10 años en niños.

“Esta condición se presenta más en mujeres, pues afecta a tres niñas por cada niño. De acuerdo con estudios, en México se ha encontrado una prevalencia de entre 2% y 5% de los menores”, explica el ginecólogo.

Para las mujeres, las manifestaciones que se generan son aumento de tejido mamario, oscurecimiento del pezón, aparición de vello púbico y posibles cambios de humor. 

En el caso de los varones, si bien algunas manifestaciones son similares, tales como la aparición de vello púbico y el aumento de la masa muscular, otros signos como el agrandamiento testicular suelen ser menos notorios, lo cual puede dificultar aún más el diagnóstico. Cambios en la voz, eyaculación precoz y sudor con olor fuerte pueden ser otras de las manifestaciones.

Además, hay una primera señal que suele pasar inadvertida por los padres: los infantes que sufren este desajuste hormonal “suelen presentar un crecimiento que va más allá de lo habitual; un ‘estirón’ que en inicio pareciera benéfico, pero que en realidad se vuelve contraproducente, ya que después de éste el crecimiento se detiene, ocasionado tallas bajas en estas personas cuando son adultas”, explica el especialista.

Diagnóstico oportuno

De haberse detectado a tiempo, quizás Lorena hubiera podido crecer un poco más y no vivir el susto de una hemorragia vaginal.  En los primeros años de primaria medía 10 centímetros más que sus compañeras y todos solían augurarle lo alta que sería; esto ocurrió casi dos años antes de la llegada de su periodo.

 “Los padres deben estar atentos a cualquier señal de un cambio inusual en su crecimiento”, asegura Hernández Valencia, quien atiende varios casos de pubertad precoz.

Una de sus pacientes, Valeria Estrada, llegó con él porque sufría fuertes dolores en los senos. Tras revisar su historial médico, le dio a ella y a su madre el diagnóstico de pubertad precoz. Entonces descubrieron que el dolor en los senos era un síntoma más de muchos otros que se habían manifestado desde hace casi cinco años atrás.

Valeria tuvo su primera menstruación a los nueve años, se sintió triste y desconcertada. Cuando sus amigas le preguntaron si ya “le había bajado” les decía que no. “Me daba pena contarles”, dice la adolescente, quien ahora tiene 13 años.

“Teníamos familiares  a quienes  les ‘había bajado’ a la misma edad y, aunque no me gustó, pensé que era natural”, dice su mamá.

Cuatro años después, Valeria comenzó a experimentar mareos intensos y pérdida de visión momentánea. Su mamá la llevó con el oftalmólogo, pero no encontraron nada y sólo le recomendaron tomar mucha agua. Luego de eso, hace unos meses, apareció un fuerte dolor en sus pechos. Su madre decidió llevarla con un ginecólogo.

El médico de Valeria le dijo que estaba alta para su edad. “Los cambios hormonales activan el mecanismo de crecimiento de los huesos y estas niñas se ven mucho más altas que sus compañeros”, dice el especialista.

Debido a esta situación, los médicos suelen hacer radiografías para determinar la edad ósea (que suele ser mayor a la que corresponde a la edad del menor), así como ecografías de ovarios para comprobar su desarrollo, según señala el especialista en su investigación Pubertad precoz, publicada en la Revista Mexicana de Medicina de la Reproducción.

¿Por qué a mí? 

Ni Lorena ni Valeria saben a ciencia cierta por qué esto les ocurrió a ellas y es que, en general, buscar una causa puede ser una odisea. 

Valencia Hernández explica que el tipo de dieta también puede influir en que la pubertad se adelante. “Se han visto casos en niños que eran huérfanos, que al llegar a sus nuevos hogares reciben una ingesta mayor de calorías. El aumento de peso repentino, el cuerpo puede llegar a interpretarlo como que está listo para la reproducción y empieza a generar los cambios necesarios para esta etapa”, comenta.

Ana Claudia Latronico, investigadora brasileña, realizó un estudio en 2013 con varias familias locales que presentaban casos de pubertad precoz en distintos miembros y encontró que cinco familias tenían una mutación en el gen MKRN3, el cual contiene una proteína particularmente importante para las hormonas sexuales.

La alteración del gen provoca que la proteína pierda la función inhibidora de la pubertad y entonces ésta comienza antes, de acuerdo con el estudio publicado en The New England Journal of Medicine. En otros países como Israel, Francia, Alemania, Argentina e Italia encontraron las mismas mutaciones en otras familias afectadas.

“Hoy se sabe que alrededor de 45% de los niños  con pubertad precoz y con historia familiar tienen mutaciones en este gen”, señala el artículo.

“¿Son operadas?”

A pesar de haber vivido la pubertad precoz  en dos sitios diferentes y en dos épocas distintas, tanto a Valeria como a Lorena les hicieron la misma pregunta: “¿Son operadas?”. También padecieron los mismos comentarios crueles, risas burlonas y miradas lascivas. 

Priscila Huerta, sicóloga infantil, explica que quienes padecen esta condición “pueden entrar en shock, ya que no entienden qué ocurre con su cuerpo. Están incómodas, no se sienten a gusto y esto impacta directamente en su autoestima porque no sólo lo notan ellas, sino que lo nota todo el mundo”.

Huerta afirma que también corren el riesgo de sufrir abuso sexual. En los niños, al no tener cambios tan evidentes, llevar esta carga no suele ser tan duro.

“No puedo hacer muchas cosas, no puedo correr porque al rato me duelen [los senos], no puedo brincar. No puedo usar  la ropa que me gusta porque no me gusta cómo me veo ni cómo me ven”, dice Valeria.

"El papel de los padres es fundamental. Deben explicarle a los niños por qué ocurren estos cambios, convencerlos de que no es su culpa”, dice la sicóloga infantil.

Su tarea, quizás la más difícil, es hacer todo lo posible para que los infantes sigan siendo y sintiéndose lo que son: niños.

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