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A Gabriela le cayó el infierno en cuestión de segundos; le apareció de pronto, en las palabras de un amigo: “Oye, ¿qué onda con lo que está en Twitter? ¡Abre rápido tu cuenta!”. Eran las 11 de la noche y el mensaje la desconcertó, ella esperaba los resultados de un concurso para saber si había ganados los boletos de un concierto. Sin embargo, apenas ingresó a su cuenta reconoció un video de ella teniendo sexo con un ex novio. Habían filtrado el video.

“No sé  quién fue. Tengo la sospecha de que fue la pareja demi ex novio, ella era una persona muy celosa. Lo digo porque yo nunca tuve un problema grave con él durante nuestra relación ni cuando terminamos, incluso lo conocía desde hace tiempo”, explica Gabriela dos años después de haber ocurrido el hecho.

Ella fue víctima de pornovenganza. Nélida Padilla, académica, doctora en psicología y experta en el tema, indica la importancia de diferenciar entre sexting y pornovenganza; el primer término se refiere al intercambio de contenido sexual entre dos personas con el consentimiento de ambos, mientras la segunda palabra se refiere a la difusión deimágenes eróticas en plataformas digitales contra la voluntad de una persona.

La noche en la que Gabriela vio su video, no durmió. Se enfrascó en una lucha para prevenir algo que parecía imposible: evitar la propagación del audiovisual en Twitter e incluso en otras redes sociales. El contenido había sido filtrado a través de una cuenta falsa que agregó a todos los seguidores de la estudiante; tampoco tenía registro de más actividad, únicamente la publicación del video erótico.

“Yo me sentí usada, muy rara y decepcionada de la persona. Le mandé mensaje a mi ex novio, pero no me contestó porque ya era tarde; entonces le llamé y me dijo que él no sabía nada de lo que estaba pasando. Tiempo después me enteré de que su novia sabía las contraseñas de sus cuentas y todo”, dice.

Gabriela comenta que en su momento decidió grabar el videoporque le tenía confianza a su pareja: “También lo haces por amor. Es una forma de seguir conectada con esa persona porque  te atrae. No lo haces por morbo”.

Enviar contenido erótico a través de redes sociales se ha convertido en una práctica común en las relaciones de pareja, según los expertos consultados para este reportaje. “Es la actual prueba de amor. Si envías un video de tu cuerpo desnudo entonces quiere decir que amas a tu pareja”, explica Trixia Valle, quien ha trabajado de cerca con víctimas de la pornovenganza.

Según el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai) informó recientemente que México es el país latinoamericano donde más se realiza el sexting, es decir, donde más gente se envíacontenidos sexuales a través de aparatos tecnológicos.

El organismo señala que el 36.7 por ciento de jóvenes mexicanos que están entre los 12 y 16 años conocen a una persona que ha enviado contenido erótico a otra. Asimismo, más del 10 por ciento de ese sector poblacional aceptó haber participado en el sexting.

Para Gabriela fue imposible frenar la publicación de su video erótico. En las redes duró una semana a pesar de que eliminó su cuenta de Facebook, Instagram Twitter. Hasta el día de hoy, comenta, utiliza con mucho temor cualquier red social y tiene más cuidado con las fotos o publicaciones que realiza.

Dos días después de la filtración, Gabriela quiso ir a la escuela y retomar su vida. Sin embargo, un desconocido le recordó que el daño estaba hecho: “Llega este chavo de mi Facultad, se me para enfrente y me dice: ‘Quiero ver si te mueves como en el video’. Eso me sacó de onda, porque yo ni siquiera sabía quién era, en ese momento me puse a llorar y ya no entré a mis clases. Me fui”.

Y desde ese momento inició su reclusión. Únicamente iba a la escuela y de vuelta a su casa. Vivía con miedo de que otra persona la increpara o juzgara. Twitter era su principal herramienta para realizar sus trabajos escolares, muchas veces se relacionados con temáticas deportivas. Entre sus contactos tenía a varios atletas, pero platicar con ellos no fue lo mismo después de la filtración: “Quise hablarles, pero  ya no era lo mismo. Ya no se sentía la misma confianza”, explica.


Ella denunció los hechos ante la policía cibernética de la capital: “Fui y de verdad no sirven para nada. Me dijeron que ellos no pueden hacer nada porque era contenido de la aplicación en sí, y que si la aplicación no bloqueaba la cuenta ellos no podían hacer nada. Sentí mucha impotencia, porque se supone que están para ayudarte, pero te contestan por un correo porque no les interesa”.

Poco a poco el video erótico de Gabriela dejó de ser tema de conversación. Algunos lo tomaban a broma y trataban de reconfortarla con un “ya pasó”. En realidad, el infierno de ella se apagó porque un mes después se filtró otro video de una de sus amigas. Entonces Gabriela encontró un poco de paz, pero no olvida la noche cuando esperaba ganar esos boletos para ver en vivo a Monsieur Periné. Aunque hasta el evento se le haya olvidado de tanto temor.

Sólo se necesita un arranque de ira para difundir los contenidos privados de alguien. “Este delito se comete muchas veces entre personas que solían mantener un vínculo afectivo, sin embargo sólo hace falta un poco de rencor o enojo para extorsionar a alguien con contenido sexual. Ocurre, por ejemplo, cuando una pareja se separa y una de las dos partes ya no quiere tener nada con la otra”, explica Nélida Padilla, académica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

“Muchas veces se lleva a cabo el sexting, pero no se habla de reglas. Las personas ni siquiera lo piensan, porque mandar una imagen sexual es tan fácil y rápido que no distinguen las consecuencias”, añade la psicóloga. Esas normas, dice, son una especie de seguro para evitar la filtración de videos eróticos.

Otra investigadora del tema, la escritora Trixia Valle, recomienda “no enviar ninguna imagen o video erótico ni a tu marido, porque no sabes si en algún momento te vas a divorciar y si van a utilizar ese contenido en tu contra. La mejor opción para no ser víctima es no grabarte”.

Por su parte la doctora en Psicología, Nélida Padilla, añade que “el sexting lo hacen todos. Los adultos lo utilizan como parte de un juego previo al acto sexual, como parte de una estimulación y un acercamiento. Pero también hay casos de niños de primaria, secundaria o preparatoria que lo llevan acabo; en ese caso es una práctica no recomendada porque son menores de edad e incluso mostrar sus imágenes es un delito”.


Las consecuencias de la pornovengaza, señalan las expertas, varían según el caso. Las secuelas del delito podrían ir desde un autoencierro y  en los casos más extremos el suicidio. El apoyo familiar y de amigos se vuelve fundamental para superar el trauma, aunque Nélida Padilla recomienda tratar el caso con un experto.

Así lo hizo Ana, quien necesitó un año de terapias después de que algunas de sus imágenes privadas fueron difundidas en Internet, así como un video en una página pornográfica. Un día, de la nada, recibió un mensaje de una cuenta de Facebook que utilizaba el nombre de la UNAM. El texto le pedía enviar imágenes “subidas de nivel” bajo una amenaza, y eso sólo era el inicio.

“¡Estamos más cerca de lo que tú crees. Podemos buscarte!”. Cuando Ana leyó esas palabras estaba en su casa y aún no sabía con exactitud qué pasaba, pero mientras llegaban más mensajes el terror le empezó a carcomer la piel. Es un sentimiento con el que ha aprendido a vivir desde hace un año y medio, pues todavía recibe textos similares en los cuales le piden enviar contenido erótico.

“Cuando todo empezó me sentí muy sola. Mi familia en un inicio se alteró, pero poco a poco recibí más apoyo de ellos. Teníamos miedo de que me fueran a buscar, por suerte me acompañaban siempre a la escuela y me sentía un poco más segura”, relata Ana.

Ella se resistió a las amenazas e incluso pensó en ofrecer 10 mil pesos a sus acosadores, sin embargo no funcionó. Ellos se aferraron a conseguir un video erótico de Ana y no aceptaban ningún pago. “Yo ni tenía el dinero, pero pensé que lo podía conseguir cuando se los ofrecí”, dice.

Después de eso, algunas fotos privadas que Ana había enviado a un ex novio se comenzaron a filtrar en la página de Facebook desde la cual la amenazaban. Desde ese momento sus amigos, familiares y todo el mundo pudo hurgar en lo más privado que poseía: su cuerpo.

A las imágenes le siguió la publicación de un video erótico donde ella aparecía. Pensó en ir a la policía cibernética de la Ciudad de México, pero nunca obtuvo respuesta de esa autoridad. Hizo lo que debía hacer: envió un correo con una imagen y una descripción de lo que había pasado, pero fue en balde.

“Decidí no buscar a mi ex pareja porque él estaba metido en cosas muy raras. Me daba miedo y por eso lo dejé. Cuando pasaron cuatro años  de haber terminado me volvió a buscar, pero me negué”, comparte la joven, quien al igual que Gabriela pide no revelar su verdadero nombre para proteger su identidad.

Si bien Ana estableció un acuerdo con su ex pareja al momento de tomar esas fotos y el video, eso no impidió que las imágenes se filtraran en la red. “Éramos novios y se me hizo fácil mandarle el contenido porque él también lo hizo. El sexting es una práctica común por el uso de las redes sociales, pero la pornovenganza también lo es porque se pueden intervenir las cuentas”, asegura.

Nélida Padilla, doctora en Psicología, asevera que las mujeres son las más afectadas este ilícito. Es cuestión del tabú de la sexualidad, dice, “pues cuando muestras el cuerpo desnudo de una mujer ante la sociedad es más probable que a ella la juzguen que a un hombre. Se trata de una explicación cultural, porque no hay datos con los cuales confirmar el hecho de que una mujer resulte más afectada cuando realiza sexting”.


También Ana piensa lo mismo: “A una mujer le puedes decir ‘puta’, es más fácil lastimarla y herirla o tratar de sacarle dinero. A un hombre quizá también le pueden decir cosas, pero muchas menos”.

La última amenaza que Ana recibió fue hace un mes y se parecía a la primera: “Estamos muy cerca, podemos buscarte y tomar represalias contra ti”.

Cuando leyó el mensaje, descubrió que los efectos de la pornovenganza se adhieren a ti como un tatuaje imborrable; crees haberlo superado, pero apenas lo recuerdas y el dolor te regresa.

Los especialistas también indican que este delito se vive distinto entre hombres y mujeres, pues, desde su perspectiva, la sexualidad femenina es más castigada que la de los varones. A Luis también le filtraron sus imágenes eróticas. Su historia la podrás conocer el día de mañana, en este mismo espacio.

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