Frente al aparador de un negocio, tres jóvenes cuchichean, ríen y cruzan bromas. La vitrina que les mueve la curiosidad exhibe cientos de pipas para fumar “cristal”, nombre con el que se conoce a la metanfetamina que se ha convertido en la segunda droga de mayor impacto en el país después del alcohol, según reportes de epidemiología de la Secretaría de Salud.

Situado sobre la avenida 5 de Mayo, en el centro histórico de San Juan del Río (a unos pasos de la Escuela Secundaria Antonio Caso y del mayor paradero de transporte público), el local es uno de los muchos comercios establecidos y callejeros de la entidad que expenden de manera abierta las peculiares pipetas de bolsillo hechas de vidrio soplado.

La Estancia, entre el consumo masivo de drogas y la inseguridad
La Estancia, entre el consumo masivo de drogas y la inseguridad

Puedes tenerlas como adorno o para quemar tabaco; no hay pancho con la ley” dice a este diario otro vendedor de las cristalinas burbujas con cánula. Se trata de un joven que cada sábado se integra a un tianguis contiguo del popular mercado Benito Juárez.

Pero no se las doy a menores de edad”, aclara el tianguista, quien expende un lote de pipas del mismo modelo al precio de 20 pesos la unidad.

El comerciante asegura que restringe su producto a menores de 18 años, basándose en su criterio y no porque exista una regulación para la venta de estos adminículos, al parecer creados en China. “Yo creo que si existiera un problema con las pipas, no permitirían su importación”, dice.

Mientras se charla con el tianguista, se acerca al puesto un hombre de aproximadamente de cincuenta años de edad con una vestimenta desgastada, quien compra dos piezas, pagándolas con la morralla que trae dentro de una bolsita de súper que trae asida al pantalón. También llega un chico avispado y sonriente, para llevarse una pipa. Ante la pregunta del curioso, responde: “(haré) pompitas de jabón”.

Cristal y delito “van de la mano”

El cristal es una droga para niños que no crecen del cerebro o bien para adultos que se quedan niños” opina Hugosder, nombre con el que pide ser llamado un joven promotor cultural de la comunidad sanjuanense de La Estancia.

Acompañan al artista gráfico una veintena de hombres y mujeres jóvenes, todos ellos residentes de esa misma localidad, quienes denuncian ante EL UNIVERSAL Querétaro que el creciente consumo de cristal dentro de su barrio es responsable de una pérdida de identidad cultural, así como del aumento de robos y asaltos que sufre la población.

Vecino vigilante” o “Ratero: si te agarramos luego no chilles”, son algunas de las mantas callejeras y pancartas de ventana que este diario pudo ver distribuidas en distintas calles de La Estancia, comunidad con ocho mil habitantes situada a 12 kilómetros de la cabecera municipal sanjuanense, a un costado de la presa Constitución de 1917.

Un sistema de alarma contra robos, consistente en varias chicharras callejeras que deberán sonar en los puntos donde se susciten atracos, se encuentra actualmente en fase de prueba; también por iniciativa de los vecinos.

—¿Y la policía…?

—Esa no llega… o se tarda de menos tres horas. Ah, pero cuando se trata de remitir chavos a los separos o cuando hay fiesta del pueblo sí le caen de a montón: hasta 20 patrullas juntas –contesta Luis, estudiante de preparatoria.

—El Rancho Loco (así le decimos al barrio) era tranquilo: la banda siempre ha sido guerrera, peleonera y si quieres borracha, pero nunca yonqui o ratera. Pero en cuanto entró el cristal, hará unos tres años, la inseguridad se desató –dice Hugosder.

—Ya se volvió peligroso a cualquier hora; abundan los güeyes que andan en el atraco, roban de dos a tres casas por semana y, no se diga por allá, en la parte del cerro”, secunda Raúl, jugador de futbol y alumno de un colegio de bachilleres.

Delito al alza

Robo a casa habitación, a negocio, a transeúnte y a vehículo son los principales delitos del fuero común que en los últimos cuatro años han tenido un repunte en San Juan del Río, municipio que entre el periodo 2017 y 2018 duplicó su incidencia delictiva, pasando de tres mil 178 reportes a seis mil 460, de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Publica.

Único ayuntamiento del estado que mantiene reservado a la información pública su número de plazas y recursos policiales, San Juan del Río duplicó también su porcentaje de incidencia en el delito de narcomenudeo, que pasó del 7 al 16 por ciento en el último año, según el organismo cívico Semáforo Delictivo.

“No reconocí a ninguno”

A mediodía de un martes, sólo cuatro almas malévolas recorren, a bordo de dos motocicletas, las cuatro calles que rodean a un campo llanero de futbol: Bolivia, Italia, Colombia y España, arterias terregosas de la colonia Lomas de la Estancia, área irregular extendida sobre las faldas del cerro de La Estancia.

La mujer madura estaba sola en casa, lavando ropa, cuando tocaron el zaguán de fierro que da a la calle. Ella oyó el ruido de una moto, y creyendo que se trataba del cobrador de un servicio, corrió a abrir sin pensar en riesgos.

Recibió un empujón que la hizo caer y pegarse en la nuca. Luego, fue golpeada en brazos, hombros y espinillas, antes de ser arrastrada hasta un rincón de la vivienda, donde la ataron de manos y pies. La cuerda ya la traían consigo los asaltantes, que tendrían edades entre 18 y 35 años.

No reconocí a ninguno, no vi sus caras”, dijo la dama al integrante de su familia que la encontró, tres horas después, aún atada y llorando. Dentro del domicilio, faltaban las cosas que tenían algún valor y de poco peso: pantalla plana, equipo para juegos, licuadora, juguetes, chamarras, zapatos y hasta un paraguas.

En charla con este diario, vecinos de los afectados dicen haber reportado el robo por asalto y secuestro doméstico al número 911. Que la telefonista fue amable, tomó nota de cada detalle, les pidió levantar la denuncia y prometió enviar una patrulla. Sin embargo “ya pasaron cuatro meses y aún no llega”.

‘Ratas de adentro y de afuera’

“NZ” se llama la banda juvenil y equipo de futbol a la que pertenecen varios de los jóvenes que se acercan a este diario para denunciar la inseguridad que, según dicen, se sufre en La Estancia y en otras comunidades cercanas: El Rosario, San Miguel Galindo y Arcila, entre otras.

Somos una banda, pero eso no quiere decir que seamos una banda de asaltantes. Las bandas, de hecho, son guerreras, pero no asaltan. Los que se dedican a robar andan por su cuenta o en bolita de dos o tres, sobre todo los que le pegan duro al cristal. Muchos ratas andan solos, como zombis, bien brutos” explica Hugosder, quien anima a sus compañeros a difundir la problemática.

Aquí todos los vecinos andamos ojo al parche, cuidándonos unos a los otros, pero los ratas atracan cuando uno se va a trabajar, ya sea a San Juan o a Querétaro” dice un jefe de familia que trabaja en una fábrica sanjuanense.

Varios ratas tienen familias aquí y no tendrían necesidad de robar para comprar su pinche droga, pero se desesperan, su adicción alcanza un punto elevado y poco a poco se hacen ratas –comenta Enrique.

También hay ratas que llegan de fuera. Por ejemplo, pasan por la carretera México-Querétaro y entran al pueblo a ver qué agarran. Pero lo hacen por las mañanas, cuando no hay nadie, porque si los cachamos, les toca lluvia de piedras” apunta Raúl.

“Caminar ya es un riesgo”

A cualquier hora, el acto de caminar se ha vuelto algo peligroso en muchos parajes de La Estancia, según cuentan los jóvenes que charlan con este diario. Los atracos más comunes a transeúntes son contra trabajadores y estudiantes que deben recorrer a pie distancias de hasta tres kilómetros entre sus domicilios y las carreteras, donde pasan los transportes.

—Andar de noche o al amanecer tiene un buen riesgo de que te atraquen. Es típico que una mamá acompañe a su hija a la parada del camión, pero que al regresar le roben el monedero. No respetan a nadie, y tiro por viaje, si andas en bici o en moto, la andas perdiendo –dice Pedro.

—Donde más te asaltan es cuando cruzas el puente de fierro que va sobre el canal o en la orilla de la presa. Y por el cerro roban hasta casas que están vacías: se llevan zaguanes, ventanas, tuberías, focos, tinacos, calentadores solares, medidores de agua… no es broma –expresa Juan Carlos.

—Luego de algún robo, ves a los ratas por acá, en el centro, queriendo vender lo robado, y no faltan los que lo compran. Los que andan más desesperados para conseguir feria, te venden una pantalla plana en 500 varos, porque les urge quemarla para ir por su cristal– dice Mauricio.

La Estancia, entre el consumo masivo de drogas y la inseguridad
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“Botecito para el café”

Rara vez la policía municipal acude a La Estancia para investigar delitos o para buscar maleantes, dicen los entrevistados. En cambio –añaden–, cuando se celebran las fiestas del pueblo o en alguna casa se da un festejo, los patrulleros suelen hacer “operativos sorpresa”, para detener jóvenes que, supuestamente, causen escándalos o consuman droga o alcohol.

Si hay operativo y te agarran los polis, se desquitan por lo que no hacen contra los ratas. Si ven que sales de una fiesta ya saben que te tomaste unas chelas, entonces terminas pagando los platos rotos” comenta Víctor, preparatoriano que suele asistir a muchas fiestas, pero quien dice haber tenido la mala suerte de ser detenido en varias ocasiones.

Si te llevan a los separos, te piden tus datos personales, y por lo general llaman a un familiar tuyo, para que vaya y pague una tarifa, de 800 a mil 200 pesos. Ya cuando vas a salir, si los polis ven que traes algún dinerito, 50 ó 20 pesos, todavía te dicen: ahí está el botecito para el café”.

bft

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