Tratos denigrantes, humillaciones, frío, suciedad, imposibilidad de comunicarse con sus familiares, de ir al baño y hasta encierros injustificados son solo algunas de las denuncias que conoció EL TIEMPO, periódico miembro del Grupo GDA al que también pertenece EL UNIVERSAL, luego de publicar el testimonio de María Paula Chala, una joven de 21 años que, junto con su padre, decidieron sacar a la luz pública los maltratos a los que fueron sometidos en las oficinas de migración en México este año.

Todos los denunciantes, a quienes les fue negada su entrada a México, coinciden en un aspecto. “No nos quejamos de que no nos hayan dejado entrar, sabemos que cada país es autónomo en ese aspecto, nos quejamos de los maltratos y humillaciones de los que fuimos víctimas”.

Quizás uno de los testimonios más descarnados es el de una auxiliar de vuelo de una aerolínea de bajo costo quien, bajo anonimato, decidió romper su silencio.

“Desde que comenzó a operar la marca de bajo costo fueron evidentes los problemas migratorios. En los primeros vuelos devolvían hasta 20 personas en calidad de inadmitidos. Cuando íbamos con otra marca esto no pasaba y hasta nos trataban mejor como tripulación”.

Lo más grave de su testimonio vino después. “Como auxiliares de vuelo hemos sido testigos de cómo los pasajeros ingresan al avión después de haber estado 4 o 5 días completamente tristes por el maltrato. Reciben un trato hostil, rudo e insensible. No se imaginan la clase de historias. He presenciado a policías que fuerzan a las personas diciéndoles palabras feas para que se suban. Les quitan sus pertenencias, se las roban”.

Ella, que ha tenido la posibilidad de escuchar cada historia, le pudo describir a este periódico las quejas más recurrentes: el lugar donde los tienen es sucio, duermen en colchonetas cochinas, les dan comida picante, no les es posible asearse o bañarse, se burlan de ellos y, lo peor, no les dan permiso para hacer llamadas e informar a sus familias.

Y así, casi de forma calcada, fueron los testimonios de más turistas que quisieron hablar. Unos, incluso, quedaron con daños psicológicos que no han podido superar.
‘Pensé en suicidarme’. El 25 de octubre de 2018, Sebastián Rodríguez viajó a la Ciudad de México. “Iba a ver una carrera de Fórmula 1 que se realizaba en el autódromo Hermanos Rodríguez. Yo tenía todos los soportes”.

Pero al llegar recibió un trato humillante. Uno a uno los oficiales de migración lo miraban y se reían, le decían que se callara. “Me hicieron dejar las maletas al frente de unas sillas y me quitaron mi teléfono. Luego de horas les dije que tenía ganas de ir al baño. Una oficial me dijo: ‘Si tiene muchas ganas, hágase en un rincón, pero se atiene a las consecuencias’ ”.

Luego, aguantando, lo entrevistó otro mexicano a quien llamaban ‘licenciado’.

“Él leyó las conversaciones privadas de mi celular. Se rió de mí, me dijo que no era bien recibido, que me callara, me quitó el pasaporte y me obligó a irme de ese lugar”.
Luego le pasaron un documento de unas cinco páginas para firmar. “Yo les dije que primero lo quería leer, y solo por eso, que es un derecho, me gritaron y me dijeron que si no lo hacía, me iba peor. Así que firmé con miedo”.

A Sebastián le tocó dormir en un cuarto sucio, sin ventilación y que olía feo. Y así, en esas condiciones, les dijeron a él y a otros viajeros que les esperaban tres días de encierro, sin la posibilidad de tomar otro vuelo porque, según migración, la norma dice que se devuelven por donde llegaron.

Fueron despojados de cordones, teléfonos y objetos personales y, como en la cárcel, separaban a los hombres de las mujeres. Peruanos, chilenos, indios, árabes, aguantaban hambre hasta que la aerolínea se acordara de ellos.

Y como si a esta historia le faltara un toque de terror, en el grupo de Sebastián había personas procedentes de África que pedían asilo. “Uno de ellos parecía tener malaria, estaba amarillo y no le brindaban asistencia médica. El último día se puso muy mal. Nos obligaban a dormir a su lado. Nosotros les decíamos que esa persona se podía morir y solo, cuando ya estaba lo suficientemente pálido, llamaron a un escuadrón médico del aeropuerto. Pusieron en cuarentena a toda la sala en donde estábamos”.

Ahí, la desesperación reinó. “Pasaron horas para que llegara nuestro avión. Nos pasearon por el aeropuerto como si fuéramos delincuentes. Solo cuando llegamos a Colombia nos devolvieron nuestros pasaportes”.

Sebastián narró todo lo que le pasó a la embajada de México, pero nunca le dieron respuesta. “Yo quedé con un trauma psicológico. La depresión por el sentimiento de injusticia casi me lleva al suicidio. Vivo con miedo de salir del país, y eso es frustrante en la vida de un joven”.

Los padres de familia también reaccionaron al primer informe de EL TIEMPO. Misael Rojas dijo que su hijo padeció los mismos malos tratos, pero hace dos años. Él duró tres horas en el aeropuerto con la amenaza de deportación.

“Un funcionario de migración le dijo que lo ayudaba si le daba dinero. Atemorizado, mi hijo le dio 100 dólares y después de amenazarlo con matarlo si decía algo lo dejó salir de allí. Él no viajaba solo, iba con su novia y en un plan económico. Fue una experiencia traumática”.

Carlos, otro viajero, denunció su profunda desconfianza hacia las autoridades de migración y aduana de México. “Prefiero cambiar mi nombre porque viajo mucho a ese país. Quiero confirmar que sí hay abusos en los aeropuertos. La última vez, la oficina de aduanas me decomisó unos equipos de uso profesional. No me permitieron pagar impuestos ni hacer reclamaciones. Me obligaron a firmar un documento con el cual yo no estaba de acuerdo y se quedaron con mis pertenencias”.

Andrea Castro, por su parte, dijo que su hermano logró grabar las condiciones paupérrimas a las que exponen a los viajeros en el aeropuerto de Cancún. “Lo trataron mal. Él filmó a los niños durmiendo en el piso de un cuarto helado. Los trataron como criminales. Él llegó con un shock nervioso a Colombia. Allá le rompieron unos instrumentos musicales que llevaba”. Ellos dicen haber llevado el caso a la embajada de México en Colombia. “La respuesta fue nula. No les importó que nos trataran como animales”.

No solo jóvenes, sino altos ejecutivos han sufrido tratos inexplicables. Un alto ejecutivo de una compañía en Estados Unidos dijo que le había pasado algo parecido, pero con la policía en la parte donde la Aduana revisa las maletas.

“Al final me pidieron 150 dólares y se los di y me dejaron ir sin más traumas. Claramente hay corrupción y uno como inmigrante hace lo que sea porque no lo metan a una cárcel o lo traten mal. Esto viene pasando hace años y ni la Cancillería ni el Gobierno de México hacen nada por detener estos actos de corrupción. Muchas personas callamos porque posiblemente tenemos que volver a México y no queremos represalias”.

Juan Duque también fue maltratado, y él mismo se dio a la tarea de grabar y publicar un video para narrar lo que vivió. “Acabo de llegar a Colombia. Estuve recluido, encerrado en un cuarto y sin comunicación, no nos dieron ni agua. Viví un trato muy abusivo. Fue una noche horrible y hasta me quitaron el pasaporte”.
Daniel Romero quiso ir más allá con su denuncia. Él dice haber sido víctima de este trato denigrante en julio de este año. “El video que subí con la denuncia se viralizó y gracias a eso se hizo pública esta clara violación a los derechos humanos”.

Este joven fue contactado por abogados en México quienes le explicaron el número de derechos que se le habían violado. “Yo radiqué derechos de petición ante la Cancillería en Colombia, la embajada de México y la oficina de Derechos Humanos en México. Ninguno respondió. Ya un abogado lleva mi caso”.

Daniel tuvo que dormir en colchonetas con olor a orines, vomitadas y llenas de hongos. “Estuve encerrado en un lugar lleno de moscas con mujeres embarazadas, ancianos y niños. Vi cómo le negaron pañales y medicina para el oído a un niño”. Según le han explicado, se le violó el derecho que tiene todo individuo a la vida, a la libertad y la seguridad de su persona, a que nadie será sometido a tortura, penas, tratos crueles , inhumanos o degradantes. Finalmente, dijo, se le violó su derecho a no ser detenido de forma arbitraria, preso o desterrado. La pregunta es ¿hasta cuándo este maltrato?

Cancillería adelanta mesas de trabajo

A raíz de las denuncias de colombianos inadmitidos en México, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia informó que trabaja para poner en conocimiento de las diferentes autoridades locales de ese país las denuncias sobre malos tratos en las admisiones, falta de notificación consular, insalubridad, falta de suministro de alimentación, corrupción, inadmisiones infundadas y demoras injustificadas.

Dijo que ese trabajo ha consistido en hacer reuniones periódicas con altos funcionarios de la autoridad migratoria en México, gerentes de aeropuertos y diferentes autoridades migratorias de orden local.

“Se han elevado comunicaciones que manifiestan la necesidad de trabajo conjunto entre los dos países para mitigar este tipo de situaciones”. El resultado fue la conformación de una mesa de trabajo con autoridades de Colombia y México para crear una ruta que aminore los casos y estos sean tratados bajo el máximo respeto.

Este jueves en la noche esta fue la respuesta de la embajada de México ante las denuncias: “Todos los casos que conocemos los hemos reportado a las autoridades migratorias para que se mejoren las condiciones y la atención a los ciudadanos colombianos inadmitidos. De enero a septiembre se han presentado 50 quejas por escrito por el trato recibido durante estos procedimientos”.

Google News

TEMAS RELACIONADOS