“Te lo juro que yo aquí he tratado de ser menos amanerado, para poder tener una oportunidad, y es muy difícil”, dice Anthony Pineda a EL UNIVERSAL. Su voz, suave, denota el acento de la tierra que lo vio nacer, El Salvador, misma que dejó en 2018 porque no pudo con la discriminación de su abuela, de sus tíos, de su padre y de la sociedad.

Pensó que, dejando su país, cambiando “su forma de ser” y viajando a México, tendría mejores oportunidades laborales, de vida, y tal vez, podría encontrar una manera de continuar sus estudios, de empezar de nuevo. No fue así.

“Es muy fuerte saber que tu mamá te abandonó a los 8 años, saber el rechazo de tu familia, que no te aceptan tal como yo quiero ser. Le marqué a mi papá  (que vive en Estados Unidos) estando en la frontera (con México), para que me ayudara, y me dijo que él esperaba que en México me mataran… es muy fuerte para mí, imagínate que tu papá (te diga eso)”, dijo el joven de 25 años.

Cuando llegó a México, específicamente a Chiapas, recibió apoyo de distintas organizaciones, entre ellas COMAR (Comisión Mexicana de Ayuda para Refugiados), y aunque lo ayudaron con sus papeles y con un apoyo económico, no era suficiente para vivir sin encontrar trabajo, por lo que se mudó a la Ciudad de México, donde también lo apoyó otra organización.

Ya en la capital, buscó trabajo en restaurantes y nadie lo quería contratar por ser extranjero, y los pocos que le daban oportunidad, le ponían más horas y más trabajo por menos paga.

“Te discriminan por tu nacionalidad, por tu forma de ser, te lo juro que yo aquí he tratado de ser menos amanerado por lo mismo, porque soy algo afeminado, para poder tener una oportunidad”, dijo a EL UNIVERSAL.

Luego de meses de búsqueda sin éxito, de necesidad y sin poder regresar a su país, Anthony vio como opción el trabajo sexual.

“Fueron dos semanas que yo la estuve pensando  ‘lo hago o no lo hago’, salía a las calles, no conocía a nadie, les preguntaba a los chicos, y te ponen a prueba, ya tú ofreces los mismos precios que otras persona,  un precio fijo para el servicio sexual. Ya voy para un año haciéndolo. Son un buen de cosas que para las personas pueden ser tabú, te ofrecen meterte droga”, contó.

Aunque hasta hace unos meses su situación era llevadera con este trabajo, cuando el país comenzó en picada por el coronavirus, también se paró el trabajo sexual, dejándolo a la deriva con los pocos ahorros que tenía hasta el momento, y con incertidumbre del futuro.

“Ahorita estoy un poco con la mentalidad de que no sé dónde pedir ayuda, son bastantes personas de la comunidad (que necesitan ayuda) y es muy difícil, no tenemos un trabajo digno, ni seguro social, alguien que nos dé un salario fijo. Y está siendo muy difícil, cada quién está sobreviviendo como puede, pero el dueño no me quiere perdonar una renta de este mes que viene. Hay personas que tenemos como clientes fijos pero los clientes quieren evitar el contagio del Covid-19”, señaló.

Los apoyos que Anthony ha recibido hasta ahora han sido por parte de las organizaciones Musas de Metal y Agenda Política Trans, que han hecho un arduo trabajo para que las y los trabajadores sexuales sean vistos durante esta crisis, e incluso, logrado que les sean entregadas tarjetas del gobierno con un poco de apoyo económico.

“Yo siempre he tenido mi ahorro de mil a quinientos pesos, pero eran para mis medicamentos en caso de enfermarme de gripe o de algo, pero ya con esto no sabemos cuánto va a durar, no sabemos qué va a pasar mañana o el otro mes (...) No queremos apoyo para ropa y zapatos, solo para nuestra sobrevivenia, comer y tener un techo, si el día de mañana el dueño nos saca las cosas (de donde vivimos actualmente) ¿qué vamos a hacer en la calle si está la contingencia?".

En espera de que la situación mejore para él y para las muchas personas que se encuentra en su situación, este joven no pierde la esperanza de recibir apoyos que los ayuden a sobrellevar estos días.

Afortunadamente, y más allá del panorama actual, él no pierde la esperanza de que en un tiempo pueda comenzara trazarse un mejor futuro, uno donde no tenga que realizar trabajo sexual para sobrevivir, donde no sea su única opción.

“Tengo sueños, metas, como terminar mi universidad, seguir adelante sea como sea, pero no de esta forma, nadie de la comunidad se merece esta forma, nos queremos sentir tal como somos, que nos acepten tal como somos, que nos den un trabajo digno, un salario digno para ayudarnos a nosotros; no afectamos a nadie, pero en este mundo hay una mentalidad muy diferente de cada uno. Yo estudié técnico vocacional en servicios turísticos en El Salvador, siempre me ha gustado socializar, soy fácil para interactuar con la gente pero no se da la oportunidad”.

Con su voz suave, a veces rota por los recuerdos agolpados, con su aspecto delicado, pulcro y su mirada amigable, Anthony comparte el mantra que lo sostiene todos los días.

“Siempre me levanto en la mañana para decir: ya no quiero esto, tengo que salir adelante, tengo que luchar por mí, ver por mí”.

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