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Un gigantesco mar de basura —animales muertos, residuos hospitalarios, ropas, latas, vidrios, plásticos y un largo listado de desechos sólidos— flota en aguas del océano Atlántico entre las costas de Guatemala y Honduras, en uno de los más graves y casi ignorados panoramas del acelerado deterioro ambiental de Centroamérica, que amenaza a la segunda mayor riqueza coralina del mundo, que se extiende de México a Colombia en aguas del Caribe.

Juan Carlos Rivera, director general de la Marina Mercante del Ministerio de Defensa de Honduras, confirmó que el fenómeno fue detectado hace más de 10 años y advirtió que “lo preocupante es que allí tenemos el Sistema Arrecifal Mesoamericano, que es la segunda barra de coral más grande del mundo [la primera está en Oceanía] y que incluye las costas caribeñas desde México y Centroamérica, hasta Colombia”.

“Es imposible cuantificar las toneladas de basura flotante, porque gran cantidad se hunde en el mar. En la superficie sólo se ve el sólido suspendido en el agua, pero es preocupante el microplástico que está en la columna del agua, que lo comen los peces y al final lo terminan consumiendo seres humanos” porque es una zona de actividad pesquera, afirmó Rivera, en entrevista con EL UNIVERSAL.

La basura es arrastrada al mar por el río Motagua y otras fuentes fluviales menores. Con una cuenca de más de 12 mil 600 kilómetros cuadrados y la más larga de Centroamérica, el Motagua, en la vertiente caribeña, nace en Guatemala, tiene una longitud de 486 kilómetros y en su ruta final recorre la frontera con Honduras y desemboca en el Caribe.

“Hay cuestiones que no están a la vista de los humanos. Aparte de los residuos sólidos habrá que analizar la calidad del agua para saber qué cantidad de químicos están entrando por la cuenca. Analizar el agua, el sedimento, lo que es el subsuelo, y los peces que están en la columna del agua”, agregó Rivera.

El caso sacudió a la zona luego de que la fotógrafa británica Caroline Power captó en octubre pasado uno de los mayores espectáculos de contaminación regional que azota directamente a comunidades de litorales caribeños de ambos países y sitios como las paradisíacas islas hondureñas.

“No podemos ocultar nuestro problema con la basura. Necesitamos arreglarlo antes de que empeore”, dijo Power a este diario. Aunque las playas de la isla de Roatán, famoso destino turístico hondureño, “no están” contaminadas, tampoco se liberan del golpe de “la basura oceánica”, porque “es un problema que tiene cada área costera”, añadió.

“Lo vengo documentando hace más de seis años”, narró la fotógrafa, residente en Roatán. “Cada persona es responsable de la crisis global de basura” y los vertederos están saturados, aseveró, al abogar por prohibir las piezas plásticas de un solo uso.

El fenómeno es germen de líos bilaterales. El gobierno de Honduras lamentó que el acercamiento con Guatemala sea insuficiente para resolver el problema y advirtió que si su vecino se resiste a una solución, lo denunciará este mes ante instancias internacionales de incumplir convenios globales de defensa ambiental.

“No se ven resultados concretos y palpables”, alegó la cancillería hondureña. La contaminación es “provocada por desechos sólidos provenientes” de los municipios guatemaltecos en la cuenca del Motagua y fue denunciada hace tres años ante Guatemala para pedir una pronta solución, porque perjudica a los pobladores y a la costa de Honduras, acusó.

El gobierno de Guatemala insistió en una labor “coordinada” pero adujo que los dos países comparten responsabilidad en la contaminación. Guatemala instaló “biobardas” en la cuenca para intentar retener residuos. La solución es atacar con prevención y limpiar la contaminación en el mar, en las playas y, a largo plazo, de la cuenca del Motagua, sugirió Rivera. “Pero el problema es a corto plazo y lo tenemos ahí”, dijo

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