En México, el 1 y 2 de noviembre son fechas donde los muertos y los vivos conviven en un mismo plano y los recuerdos, el cariño y la fe se juntan para crear una de las celebraciones más bonitas e importantes en nuestro país: el Día de Muertos. Una vez más, gracias a esta tradición, los panteones de Querétaro revivieron con la visita de miles de personas que en medio de lágrimas, música, comida y recuerdos acudieron a las tumbas de sus seres queridos para honrar su memoria.

Ubicado en la colonia Cimatario del municipio de Querétaro, el panteón municipal fue uno de los más visitados. Desde varias calles a la redonda se podía notar un importante movimiento de personas, niños, jóvenes, adultos mayores, personas en sillas de ruedas o incluso de otros países acudieron al cementerio para convivir con sus seres queridos.

El ambiente de Día de Muertos comenzaba desde la calle Luis M. Vega y es que a las afueras del panteón, decenas de comerciantes se instalaron para ofrecer gran variedad de alimentos y bebidas, además de veladoras y todo lo necesario para decorar las tumbas.

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FOTO. FERNANDO CAMACHO
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Del otro lado de la calle, el olor a cempasúchil inundaba la vialidad y es que por ramo o en maceta se vendían cientos de flores. Desde los 25 pesos hasta los 50 pesos por pieza, los visitantes tenían gran cantidad de opciones, también se ofrecían ramos de otro tipo de flores.

Desde temprana hora, elementos de seguridad del estado, del municipio y Protección Civil montaron un operativo de vigilancia para resguardar el bienestar de las personas.

Dentro del panteón se sentía un sentimiento de melancolía, pero también de amor, fe, tradición y felicidad, ya que todos los acudían iban con la misma intención que era honrar la memoria de su ser querido.

Susana Pérez Medina es originaria de Tierra Blanca, Veracruz, pero desde hace 25 años vive en Querétaro, lamentablemente su hijo falleció hace cuatro años y sus restos se encuentran en el panteón municipal.

De manera continua ella acude a visitar su tumba para llevarle flores y arreglarla; no obstante, en Día de Muertos toda su familia acude a visitarlo.

“Aquí venimos a pasar todo el día con él, aquí comemos, platicamos y le hacemos oración. En estas fechas todos los panteones del país se ponen muy bonitos llenos de colores y de gente, ojalá que esta tradición nunca se pierda”, comentó.

Por otro lado, Irma Hernández acudió a visitar a su esposo José Jacinto Pérez Baltazar, quien murió hace dos años. Afirma que no importa que sea Día de Muertos o no, su familia siempre acude a visitarlo al panteón. “El 1 y 2 de noviembre son fechas muy especiales para los mexicanos, la gente aunque ya haya muerto no es olvidada”.

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FOTO. FERNANDO CAMACHO
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Los panteones también hay que ponerlos bonitos

José Felipe Zamudio es originario de Morelia, Michoacán, tiene 75 años de edad y desde hace casi 21 años trabaja como rotulador en el panteón Cimatario.

Él llegó a vivir a Querétaro desde 1967 y cuenta a EL UNIVERSAL Querétaro que desde niño le gustó el diseño y la escritura, estudió la carrera de arquitectura y trabajó como arquitecto gran parte de su vida.

Narra que, luego de jubilarse, un día fue a la tumba de uno de sus compadres en el panteón del Cimatario para arreglarla. Luego de pintar la cruz y reescribir los datos de su compadre, una señora le pidió que le ayudara a restaurar la cruz de su difunto, él no quiso cobrar, pero la señora insistió en darle un pago, tras ese hecho decidió comenzar a trabajar como rotulador y construir lápidas.

Tras 20 años de trabajar ininterrumpidamente, José es conocido como Don rótulos.

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Los trabajos se hacen a gusto del cliente y Don rótulos trabaja distintos tipos de letras y colores, pero en promedio cobra desde los 250 pesos a 300 pesos por trabajo. El tiempo que tarda en hacer un pedido completo varía, pero en promedio ronda los 40 minutos por cruz.

Explicó que en un día normal puede hacer de una a dos cruces, pero en las fechas cercanas al Día de Muertos la demanda aumenta y llega hacer hasta siete cruces o más por día.

“Yo me considero como un escribano de la época antigua, dicen que los niños nacen con una torta bajo el brazo, pero creo que yo nací con un pincel bajo el brazo porque desde niño me gustó escribir y construir [...] este trabajo me lo agradecen los difuntos, yo siento que un difunto se siente a gusto con el trabajo que yo hago y me lo agradece, yo creo que por eso ellos me cuidan, nunca me han asustado en el panteón y nunca me ha pasado nada“.

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