Ana Belén, vecina de la calle Chabacano afirma que la tranquilidad del histórico barrio de La Cruz, en San Juan del Río, se rompió la madrugada del 26 de enero tras las explosiones registradas en una bodega donde se comercializaba gas clandestino.

Ella, junto con su esposo y sus dos hijas vivían justo enfrente donde se encuentra la bodega mencionada, justo donde varias personas —al parecer y según relatan los vecinos, eran originarias del estado de Guerrero— entraban y salían de manera sospechosa durante todo el día y la noche. Nunca imaginaron que se trataba de gente que comercializaba gas de manera ilegal. Nunca imaginaron el riesgo que corrían.

Ese taller, el cual estaba constantemente en renta, fue utilizado para varios fines, como taller de mantenimiento de autobuses de pasajeros. Los dueños de ese negocio estuvieron por varios meses, luego, se fueron. Se puso nuevamente en renta y llegaron otras personas, “con un acento que no era de aquí, después nos dijeron que venían de Guerrero. La verdad no sospechamos nada raro, sólo cuando comenzaron a levantar más alta la barda fue cuando nos preguntamos, ¿para qué?”, dice.

Es por ello que insiste que la llegada de gente de otras partes de la República han venido a romper la armonía y tranquilidad que caracterizaban al Barrio de La Cruz.

Lo afirma así, a pesar de que ella es originaria de la capital mexicana, sin embargo, se siente queretana, se siente de este barrio, ya que vive ahí desde hace más de 38 años. Ahí se casó, ahí tuvo a sus hijos, ahí trabaja, ahí está su vida.

“Era una comunidad muy tranquila hasta antes de las explosiones, en todos los aspectos, hasta que empezó a llegar gente nueva al barrio. Aquí la mayoría nos conocemos de toda la vida y sabemos quién no es del barrio y esas personas que rentaron esa bodega no eran de aquí, eran de Guerrero”.

Ana recuerda aquella madrugada. Ya estaban dormidos, pasaba de la media noche cuando escuchó una fuerte explosión. Toda la familia se levantó asustada y al asomarse a la ventana escucharon y vieron una segunda explosión. El pánico y el miedo se apoderaron de ellos, que no sabían en ese momento qué hacer, cómo actuar, hacia dónde ir.

“Lo que hicimos rápido fue asomarnos a la ventana y fue cuando vimos todo iluminado de naranja y en seguida que nos levantamos para ver lo que estaba pasando vino la segunda explosión”.

Fue muy difícil salir de la casa, ya que las puertas estaban muy calientes debido al calor que emanaba del lugar donde se originaron las explosiones, sin embargo, recuerda que su esposo comenzó a mojar trapos para poder abrir la puerta y huir hacia las instalaciones de la Usebeq, a unas cuadras del domicilio.

Ana Belén participa en un comité vecinal de vigilancia y de trabajo, con el objetivo de mejorar su barrio y devolverle la tranquilidad.

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