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B lanca vive del reciclaje. Lo dice sin problema. Una amiga la considera pepenadora. Entre las tarimas viejas, los huacales y productos que otras personas consideran basura, ella encontró una manera de innovar en los muebles de su casa y sólo requiere un poco de creatividad.
Muebles que elabora con los llamados “palets”, antes conocidos como huacales, objetos a los que le encuentra un segundo uso, que no siempre representan un ahorro, pero son una manera de demostrar creatividad, darle un significado a cada mueble y reutilizar aquello que otros no voltearían a ver.
Blanca Sarre Betancourt, de 35 años de edad, llegó hace siete años a Querétaro, proveniente de la Ciudad de México. Junto con sus dos hijos buscaba una nueva vida. Hoy tiene su propio taller, en el que le enseña a otros a reciclar y hacer sus propios muebles, con un toque personal.
No le costó adaptarse al estado: “Venía con recomendación. Mi madrina de bautizo vive aquí desde hace año y ella nos ayudó a conseguir casa, que era una de sus amigas. También me ayudó con el trabajo. Llegué a dar clases de inglés a grupos de primero y segundo de primaria, en una escuela que está a una cuadra de donde vivo”.
Hace amistades con facilidad, así que presume que llegó a Querétaro con casa y trabajo, pero sin más muebles que los de su recámara, que tenía desde los 15 años de edad.
“Llegando aquí nos vendieron una litera para los enanos [sus hijos]. Eran los únicos muebles decentes que teníamos. Después una vecina nos regaló un sofá viejo y mi mamá cada que venía nos traía algún mueble que le llevaban”, cuenta.
Su mamá tiene un centro de acopio y un albergue en la Ciudad de México, pero regala las cosas que le donan y que no puede vender ni reutilizar. “Así me hice de una mesita de centro, el mueble que usamos para la televisión y videojuegos. Todos esos muebles no siempre vienen en excelentes condiciones, yo los lije, los arreglé y los pinté”, indica.
No recuerda exactamente cómo empezó a reutilizar todos los materiales posibles, pero consiguió sus primeros huacales a cinco pesos en el mercado y los arregló, los lijó y los pintó para tener su primer librero.
En un esfuerzo por tener una casa bonita recurrió a las redes sociales, como Pinterest. “Empecé a ver que hay mil cosas que se pueden hacer con las tarimas y los huacales. Me di a la tarea de buscar tarimas, al principio las compraba en una maderería, algo caras, conforme me fui moviendo encontré madererías más baratas y un centro de reciclaje aún más barato”, agrega Blanca.
Con tarimas que se usan para cimbra, que miden 50 por 100 centímetros, hizo una banca, un reloj y su primer cuadro. En el centro de reciclaje encontró maneras más grandes, con las que hizo un piso para su perro y una pared de exhibidores en su taller.
“Ahora ese piso y esos exhibidores son unas jardineras para mi huerto y mi nueva mesa de trabajo. Alguna vez una amiga me dijo que yo era una pepenadora”, confiesa entre risas.
En la Ciudad de México tenía un negocio conocido como Proyecto Libélula, donde hacían logotipos e invitaciones. Ya con experiencia, decidió modificar su proyecto para dar clases sobre cómo reutilizar cualquier cosa para convertirla en algo útil.
Aclara que el reciclaje no es necesariamente para personas “sin lana”, sino para quienes tienen ingenio, son prácticos y creativos, porque aunque es muy barato conseguir el material, “siempre hay que invertirle dinero”.
“Suponiendo que lo más caro es el transporte o la gasolina, se invierte mucho tiempo y esfuerzo en arreglar, lijar, desarmar, pintar y armar el mueble que quieres hacer. Si sólo compraras la tarima o el huacal y lo pusieras en tu casa pues no tiene mucho chiste, hay personas que venden muebles de material reciclado en cuatro mil pesos”, explica.
En su taller restaura muebles y los elaboran con material reciclado. Dice que hay que ser constantes, pues muchas personas llegan con mil ideas, pero no terminan más de dos proyectos porque es cansado lijar, serruchar, clavar y pintar.
“Los proyectos llaman mucho la atención y más cuando les digo que deben ser útiles en sus casas. Entonces es cuando llegan con las ideas de lo que quieren hacer”, insiste.
Dice que estos negocios tienen un gran mercado en Querétaro, porque “hay muchos centros de reciclaje dentro de la ciudad”.
Hay quienes llevan el reciclaje a más espacios, como la ropa, por lo que en los tianguis se puede encontrar ropa en buen estado desde 30 hasta 100 pesos.
Blanca considera que lo mejor para aprender del reciclaje es animarse. “Es una actividad bastante placentera y divertida. No hay nada más gratificante que sentarte en un banco, usar una mesa y hasta hacer una carne asada en un mueble o en un objeto que tú hiciste. No es difícil”, concluye.