Rebeca y Elizabeth son dos mujeres queretanas que desde hace seis y 20 años, respectivamente, se dedican a ajustar blusas o pantalones, a poner botones, a subir bastilla y a “hacer milagros” —dijo Rebeca— ya que a veces les llegan pantalones que necesitan más de una remienda.
“La mayoría de los trabajos que hacemos son arreglos, hacemos de todo”, aseguró Rebeca. Trabajan en la sastrería “La última moda”, la cual se encuentra en el número 101 de la calle 15 de mayo, en el centro de la capital queretana.
Tanto Rebeca Álvarez Luján como Elizabeth Esquinca reciben diariamente a gente que necesita remendar sus prendas; lo mismo suben bastillas que hacen blusas e incluso ponen parches.
“Nos dedicamos a todo arreglo de ropa y también a hacer una que otra hechura”. La hechura se refiere a hacer una prenda desde su origen.
Relataron que en ocasiones “la gente nos pide milagros, nos traen unos pantalones muy rotos y hay que armarlos otra vez”, este tipo de situaciones —aseguran— son cotidianas en su trabajo, por ello el mayor gusto surge cuando terminan algo que parece todo un reto, ya sea remienda o hechura.
Aunque anteriormente la gente acudía para que le hicieran trabajos de sastrería como elaborar trajes, sacos o pantalones, ahora ha disminuido la afluencia de personas que recurre a este tipo de trabajos, pues únicamente van por ajustes “la gente ya casi no viene a hacer trajes, la mayoría viene a arreglos, pues compra sus prendas ya hechas y sólo nos las traen para modificaciones”, expresó Elizabeth.
Entre los arreglos que realizan “lo que más nos piden es ajustar los largos de los pantalones, hacer más grandes las prendas, que porque están muy chicas y la gente ya no cabe, entonces vienen con nosotros y aquí se las ampliamos”, explicaron Rebeca y Elizabeth.
Además de hacer trabajos de remienda, también hacen todo tipo de ropa, ya sean pantalones o blusas, pero eso les piden cosas que consideran raras “luego nos traen cosas raras, como esa tela con la que hay que hacer una blusa”.
Precio
La hechura de ropa, como la de un pantalón, cuesta 400 pesos; mientras que ajustar lo ancho de las prendas cuesta 60 pesos y las bastillas en 55 pesos.
La clientela de Elizabeth y Rebeca es variada, lo mismo reciben a gente común que a políticos, vecinos que recurren a ellas cuando necesitan un ajuste en sus prendas “aquí vienen de todos, desde políticos hasta todo tipo de gente”.
En cuanto al tipo de prendas que recurrentemente llega a sus manos dijeron que depende de la temporada pues “en diciembre nos traen chamarras y abrigos; ahorita nos traen falditas y blusitas”, afirmó Rebeca.
Comentaron que la satisfacción más grande —que les deja su trabajo— proviene “cuando vemos una prenda terminada y si nos percatamos de que nos queda muy bonita nos da mucho gusto el trabajo final”.