Roberto Rangel Páramo, afila las tijeras de la ciudad de comercios y familias de Querétaro.

Hace 20 años tomó como propio el oficio de afilador. Después de un despido y una larga temporada sin empleo, Roberto decidió que esta actividad podía ser el sustento de él y su familia.

Con tres hijos y una esposa, decidió comenzar a trabajar en Celaya, su lugar de origen, para después trasladarse todos los días en bicicleta hasta Querétaro, “porque aquí la demanda es mayor, hay mas comercio y por ende mas trabajo”, explicó.

No tuvo quien le enseñara y aprendió el oficio de afilador solo, a prueba y error. Montó en su bicicleta un esmeril manual que es “más práctico y más fino”, e hizo de él su principal instrumento de trabajo.

Después de 20 años, Roberto ya tiene sus clientes: talleres de costura, carnicerías, torterías y casas particulares son los principales.

Dice que afila entre tres y cinco piezas en cada lugar y al día de 15 a 20 instrumentos.

Aunque no sea fijo, todos los días tiene un sueldo seguro. Es sólo cuestión de ir silbando en las calles, además de visitar a sus clientes que, dice, ya son seguros.

Las refacciones son caras y el esmeril se desgasta con rapidez, además de que ya no hay piezas como esas. Debe comprar refacciones para la bicicleta.

Si Roberto se enferma o alguno de sus hijos, hay que pagarlo en una institución de salud privada, pues no cuenta con un seguro médico, ni prestaciones de vivienda. A pesar de eso, dice que no cambia su oficio. “Ésto es lo que sé hacer y me hace feliz”.

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