Integrantes de Calle Briselik realizan reciclaje de unicel a fin de contribuir al cuidado del medio ambiente. Calle Briselik es una comunidad de personas dedicadas a preservar el equilibrio ambiental por medio de la transformación de la basura de unicel.

Empaques de comida y diversos artefactos hechos a base de unicel, son la materia prima de Grisel Pérez y de Mónica Allegre. Desde hace dos años emprendieron su recolección, con el fin de contribuir a la mejora del medio ambiente, disminuir sus consumo y el impacto ambiental generado a acusa de su uso.

“Llevamos dos años con este proyecto y ahorita estamos dedicándonos de tiempo completo, por lo que trabajamos duro en la recolección de este material y en la disminución de su consumo sobre todo para alimentos”, explicó Mónica.

Agregó que la idea inicial es que la gente deje de usar unicel para resguardar sus alimentos, y en caso de conservar este tipo de materia, ponerla a disposición de Calle Briselik.

El proyecto que han emprendido tiene como fundamento dos ejes: el reciclaje y concientizar a las personas que lo adquieren o utilizan para que desistan de hacerlo, ya sea sustituyéndolo por otro artefacto que no represente un contaminante para el medio ambiente.

Grisel Pérez afirmó que “nuestra intención es hacer reciclaje y concientización de la gente al utilizar este recurso que tarda 500 años en degradarse, o sea que prácticamente no es biodegradable, es dañino para la salud, para el ambiente y además ocupa mucho volumen en los rellenos”.

Aunque desconocen certeramente cuánto material reciclan, dijeron que “nuestro giro es reciclaje de unicel, nosotros trabajamos con toneladas, muchos kilos y volúmenes altos de unicel expandido que sale de basura, comida, de empaques y todas esas cosas y lo transformamos en macetas o artesanías, en este momento lo hacemos en macetas”.

Las cantidades que logran reunir las utilizan para crear las macetas, diariamente fabrican un aproximado de seis piezas que requieren de tres kilos de material. “Un día de trabajo podemos producir seis macetas en las que nos llevamos tres kilos de unicel, pero tres kilos son como cuatro contendores grandes de basura. A la hora de trabajarlo se reduce en una masa chiquita, pero sí son como cuatro botes grandes”, compartió Grisel.

Según información proporcionada por las entrevistadas, en Querétaro se generan diario 21 toneladas de unicel; cantidad que representa 0.8% de los desechos generados en la capital.

Esta recaudación representa un gran impacto al medio ambiente, refirió Mónica. “La verdad es un impacto bastante grande y aunque con nuestros tres kilos diarios estamos colaborando pero realmente hay campo para más, hay mucho campo para gente que sí quiere lanzarse a hacer cosas, como nosotras”.

Calle Briselik cuenta con puntos de recolección adonde los interesados pueden llevar su material: El Taller Imaginario, entre 5 de Mayo y Altamirano, Centro Histórico de la capital; en la ecotienda Neblinas, en la calle Ángela Peralta; en el Instituto de Artes y Oficios en la colonia Hércules y en el condominio Paseos de Pedregal, condominio Cedro.

Entre los efectos del unicel en los seres vivos y el medio ambiente, destacan que es fabricado con agentes químicos que generan gases que atentan contra la capa de ozono; se extrae del petróleo; tarda 500 años en degradarse; contiene una cera que —al hervirla con ingredientes de sopa, café o chocolate— desprende microaleaciones que generan una costra en los intestinos e hígado.

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