Con 13 años de edad ingresó a los talleres del único periódico de Querétaro de finales de los años 50. Sin terminar la secundaria, aprendió a la antigua, y para los 15 años ya formaba parte de la redacción.

A sus 75 años de edad, Manuel Paredón habla con nostalgia de cómo se realizaba el periodismo de antes. “Hoy cargan sus computadoras y sus teléfonos”, antes era la memoria, la libreta y la máquina de escribir en una mochila, cuando era necesario.

Don Manuel ve pasar una y otra generación de periodistas, ahora con estudios, con licenciatura y hasta con maestrías; sin embargo, se niega a abandonar las redacciones que conoce desde hace 60 años, cuando apenas empezaba a escribir.

Hace más de seis décadas Querétaro era otro. Al menos así lo recuerda. Para empezar, la gente esperaba otra cosa de los muchachos y no era indispensable llegar a terminar una carrera.

De adolescente se vio con la secundaria reprobada, por una clase de música que no pudo pagar, y se enfrentó a la exigencia de buscar un empleo, porque así era, “si no servías para estudiar, servías para trabajar”.

La opción más rápida era un trabajo en los talleres del desaparecido diario El Amanecer, en 1954. “En esa época cuál derecho de los niños, menos con mi estatura, aparentaba yo 18, pero tenía 13, no había terminado la secundaria”, señala.

En 1956 dio el brinco a la redacción, con tan sólo 15 años, después de “estar de necio mucho, mucho, tiempo” y de leer una y otra vez El periodismo Trascendente, que considera su texto de primeras letras en la materia.

Así se hizo toda una generación de periodistas en Querétaro. El libro de cabecera de los sin estudios, sin más formación que la que se obtiene en las calles, de contar historias, de lanzarte a hacer preguntas.

“Cuando se abrió la plaza en la redacción, en 1956, varios la solicitamos, a mí me dijeron que no, de 15 años, sin concluir la secundaria. De tanto necear me dijeron que sí, que estaba a prueba ocho días y si no me regresaban a talleres, desde ahí han pasado 60 años”, recuerda don Manuel.

Esa misma semana se encontró frente a la actividad de la fuente policiaca. Su primer nota firmada fue sobre una trabajadora sexual a la que un agente de la policía ministerial le vació una pistola encima en un cabaret.

“¿Cómo se me va a olvidar?, me dio gusto que saliera mi nombre. Entonces la zona de tolerancia estaba en la zona del templo de la Merced, entre Río de la Loza, Altamirano, Progreso y Reforma, cuatro cabarets, casas de cita, cantinas, cervecería y la vida galante a todo su esplendor”, menciona.

De ahí a cubrir el caso de Claudia Mijangos, la filicida, y relatar la historia en Discovery Channel, pasaron muchos años. La cobertura policiaca fue su gran pasión.

Le tocó estar en el primer noticiario televisado, con un equipo de jóvenes más preparados y muy entusiastas; no obstante, destaca que su verdadera pasión es el periódico.

Recuerda con más cariño cómo se trabajaba antes. Con la libreta y la pura memoria, con la pesada máquina de escribir para enviar 10 notas diarias y sin día de descanso. “No como ahora”, refiere don Manuel.

“No había grabadoras, no había boletines, no había áreas de comunicación social, pura libreta, pura memoria y eran muchas notas de dos cuartillas, no había descanso, todo eso es nuevo, esporádicamente te daban unos días, en las peregrinaciones cargabas la máquina de escribir y mandabas tus notas en los descansos”, comenta.

Desde entonces y a la fecha las cosas cambiaron, dice con nostalgia. Don Manuel se agrega que también le gusta cubrir la diócesis y todos los aspectos religiosos, se hizo amigo de políticos y de varias generaciones a las que les recomienda no hacerse de enemigos, ni buscarse pleitos.

“Es legítimo para mí, ¿cómo voy a avergonzarme de ser amigo de alguien?”, afirma cuando se le pregunta si es amigo de políticos, como algunos ex gobernadores y ex presidentes del poder judicial.

Aunque Manuel Paredón entiende que se acerca al ocaso de su vida profesional, todavía no piensa irse, todavía le tiene gusto. Con firmeza, asegura que todavía quiere seguir un rato, aunque cada vez cubre menos y se siente desplazado por las nuevas tecnologías y por las nuevas generaciones.

Hoy son mucho más medios, más periodistas, más jóvenes, más preparados; pero él recorre las calles como antes, sin prisas, sin preocuparse, con la misma pasión con la que encontró su profesión hace 60 años.

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