Doña Antonia recibe a todo aquel que quiere pedir un favor o milagro a la imagen del Divino Niño Jesús, que mantiene en un altar improvisado en un rincón de una de las habitaciones de su casa.

A un costado de la iglesia de la comunidad de los Cues, en el municipio de Huimilpan, se encuentra la casa donde Antonia, de 75 años de edad, vive desde hace más de tres décadas, en compañía de su esposo y dos de sus nueve hijos.

Con una improvisada puerta de madera, la casa recibe diariamente, desde hace aproximadamente cuatro años, a vecinos y visitantes de otras comunidades aledañas, que llegan con la esperanza de que sus peticiones y oraciones sean escuchadas por la imagen del Niño Jesús, la cual aseguran tiene el poder de curar y hacer milagros.

Cuenta que todo comenzó cuando una de sus vecinas, al visitarla y ver que tenía la imagen, de forma desesperada, le pidió permiso para hacer una oración y pedir que su esposo dejara de beber, ya que sus problemas familiares iban en aumento debido a la adicción al alcohol que tenía su marido.

Después de varias semanas, regresó para agradecer lo que para ella había sido un milagro. Recuerda emocionada que el esposo de su vecina había dejado de beber.

“En agradecimiento le mandó a hacer unos vestiditos, porque me juró que su marido había dejado el alcohol”, señala doña Antonia.

La fama del caso comenzó a circular entre los vecinos del pueblo, algunos por curiosidad, otros por fe y convicción se acercaron a la casa para beneficiarse de ese poder divino.

“Después de eso comenzaron a llegar más personas. Traían una veladora para ponérsela al divino niñito y tiempo después, como forma de agradecimiento, regresan con un vestidito nuevo para él, ya que también les hace caso y les cumple lo que le pidieron”, narra la mujer.

Gracias a ellos, doña Antonia muestra orgullosa un ropero en el que guarda decenas de vestidos para “el divino niño”. Asegura que han llegado muchas personas con problemas de salud, sentimentales o de dinero, quienes han dejado veladoras, fotografías o alguna prenda del afectado para que sus peticiones sean atendidas, y todas regresan agradecidas.

“Hace como cuatro años un señor que pasaba por aquí me regaló la imagen del divino niño y sin imaginar lo que pasaría la puse en este cuarto, que es de mi hijo, y aquí se ha quedado para que la gente le rece y le pida lo que quiera”, comenta.

Afirma que su vida y la de su familia ha cambiado de forma positiva y niega que quiera hacer negocio.

“A todo el que quiera entrar le digo que entre, pero con fe”, concluye.

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