Habitantes y comerciantes de la zona de río Ayutla se acostumbraron a la presencia de las trabajadoras sexuales. Algunos hasta lo consideran positivo: las patrullas pasan más seguido y las quejas se atienden más pronto que en otras colonias, porque nadie quiere problemas en ese sitio.

Hay quienes las defienden. Algunos comerciantes dicen que dependen de ellas porque así nunca les falta trabajo. Reubicarlas podría ser malo para sus negocios porque “la gente se iría”.

Son pocos los que abiertamente las ven como un problema. Los habitantes de la zona se acostumbraron a ellas porque suelen ser muy tranquilas. “Van a trabajar y ya”.

Los dueños de bares, talleres mecánicos, tiendas y otros comercios también se benefician de los que van a curiosear o de quienes van directamente a buscar a las mujeres.

Muchos de los vecinos no quieren dar sus nombres. Saben que algunas llegan tempranito, cuando todavía no oscurece.

La gente no sabe de padrotes, no ve nada. Saben que hay algunos que rondan el lugar como parte de seguridad para ellas y muchos más saben que unos cuantos hacen escritos que llevan al Centro Cívico para ver si en serio las van a reubicar.

Tampoco se sabe de riñas ni de pleitos, aunque hay algunos que dicen que dan mal aspecto porque cerca está una escuela y la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), “pero con eso se puede vivir”.

“Hasta los estudiantes pueden pasar con más tranquilidad, porque a la hora que sea aquí está seguro con ellas. No sé por qué hacen tanto alboroto. También otras calles como Cuauhtémoc están invadidan, en todo caso tendrían que buscar algo para meterlas a todas”, expresa otro señor de la misma calle.

En el día sí hay asaltos, porque el lugar está muy solo, señala, pero cuando ellas empiezan a llegar pasan las patrullas más seguido y nadie se atreve a hacer el mínimo escándalo. Muchas llegan desde las seis de la tarde, aunque lo más común es que empiecen más tarde. A veces coinciden con la salida de los estudiantes de la secundaria, a las ocho de la noche.

“Algunas son bien respetuosas, saludan y no causan problemas”, presume otra señora que tiene “toda la vida” viviendo en esa zona.

Casi nadie se acuerda cuándo las reubicaron ahí, pero aceptan que ahora las patrullas pasan más seguido.

Max trabaja en un minisúper cercano desde hace menos de un mes: “No he visto nada de lo que dijeron que vería aquí. Estoy hasta las 10 de la noche y todo es bastante tranquilo, así que puedo tener abierta la puerta hasta las 9:30 de la noche.

“Ni parece que sea zona de tolerancia, ni siquiera se venden mucho los condones, aunque sí preguntan dónde se encuentran las trabajadoras porque no las localizan y ya les decimos cómo llegar”.

Por el día, la zona de tolerancia se encuentra vacía, pero en cuanto empieza a caer la tarde poco a poco llegan las muchachas., la mayoría jóvenes, a esperar que empiece la hora de trabajo para poder regresar a sus casas.

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