Más Información
A un costado de la carretera 200, bajo una carpa, y acompañado por sus hermanos y una amiga, Jorge del Bosque recaba firmas para pedir a las autoridades estatales que se cambie el proyecto de ampliación de la vía, evitando que se talen los árboles centenarios que ahí se encuentran que brindan sombra y un paisaje menos árido. Cerca de él, a menos de 100 metros la maquinaria está detenida, por el momento.
El tránsito en la zona es nutrido. Tráileres, camiones de transporte público, vehículos particulares, motocicletas, de todo se ve en el lugar. A unos 50 metros de donde está la carpa y la tienda de campaña de Jorge trabajan los empleados que llevan a cabo la obra. Checan el trazo de la carretera, mientras algunas excavadoras lucen estacionadas a lo lejos.
Jorge explica que de acuerdo al proyecto son más de 300 árboles los que se iban a talar para llevar a cabo la ampliación de la carretera.
Muchos troncos de árboles talados permanecen en el suelo, aún con vida, aunque mutilados. Metros más adelante los árboles marcados y “protegidos” el sábado pasado por activistas, permanecen sin tocar, aunque la obra avanza hacia ese lugar, donde hay un vivero y una escuela de futbol.
“Hace 300 años ellos (los árboles) estaban aquí, nosotros somos los que venimos a invadirlos. Tenemos que hacer lo humanamente posible por tratar de evitar matarlos, que es lo que hicieron. Ahí están las raíces”, indica.
Precisa que han llegado a comentarle que procerán legalmente contra él porque ha parado mucho tiempo la obra, y que ellos, la empresa, deben seguir con su trabajo, que es retirar los árboles.
“Yo no voy a permitir que corten un árbol más, porque no es reubicarlos. Todavía bondadosamente un ingeniero me dijo que si conseguía el medio para llevarlos a otro lado, él los sacaba para trasplantarlos”, abunda.
Del Bosque explica que muchos vecinos de la zona le han comentado que vendieron parte de sus terrenos para que la carretera pasara rodeando los árboles.
Para protegerse en la noche, dice, recurre a la protección de dos perros pastores del Cáucaso, que se refugian abajo de una camioneta del calor que comienza a ser agobiante. Apunta que no ha dormido bien en los últimos días, pero no está dispuesto a dejar la lucha que empezó hace una semana por defender los árboles centenarios en El Marqués.
Como parte de su lucha, ahora, junto con sus hermanos y una amiga maestra, recaban firmas para solicitar a las autoridades que se modifique el proyecto y detener el ecocidio, al tiempo que agradece el apoyo de la activista Alicia Colchado, quien en los últimos días se ha sumado a su actividad. Asimismo, acompaña a Jorge un amigo suyo, que viajó desde Oaxaca para apoyar su lucha.
Algunos de ellos lo acompañan en la noche, pues ha recibido amenazas, y prefiere estar con alguien en esas horas, cuando le pueden hacer algo. “No es que tenga miedo, pero trato de cuidar mi integridad como persona. Ya no tengo 20 años, entonces un mal golpe sí puede tener consecuencias y no hay a quien responsabilizar”, apunta.
Pide a la sociedad que se sume a la lucha por defender la vida, que quienes quieran y puedan acudan a su campamento para “que vean gente. La gente, parece mentira, ve gente y se para, por chismosa o por lo que quiera, pero recabamos firmas. Nosotros queremos hacer las cosas bien, bien sustentadas. No estamos inventando a ninguna persona”.
Jorge se acerca a sus compañeros de lucha. Vuelve a sus actividades rutinarias en el campamento en el cual ya cumple ocho días, en defensa del medio ambiente y el entorno verde de El Marqués.