“Desde lo alto del cerro [aunque esté a sólo veinte metros de elevación], el Barrio de la Cruz ha visto pasar bajo sus pies a casi todas las culturas dominantes del altiplano central, desde Cuicuilco, los teotihuacanos, los aztecas y los españoles. Así que sobran los motivos para desear que nuestros gobernantes realicen un rescate adecuado de este patrimonio histórico”, afirma José Luis Hernández, maestro de historia y cronista no oficial de San Juan del Río, municipio con el que ha crecido a lo largo de cinco décadas.

Para el entrevistado, existen tres puntos básicos que debería contemplar un proyecto ejecutivo de rescate para el Barrio de la Cruz, como el recientemente anunciado por el gobernador Francisco Domínguez:

“Uno. Delimitar adecuadamente la zona arqueológica, tanto la que está en la parte alta, como en la baja, que se ha venido convirtiendo en un enorme y precario asentamiento suburbano. Estamos hablando de recuperar un patrimonio que aloja vestigios de hasta 500 años a. C., el asentamiento más antiguo de Querétaro”, sostiene Hernández.

El segundo, dice, es “señalizar, con estrictos criterios de seguridad, el área que recorren todos esos ductos de Pemex. Hoy día, todo eso es peligrosísimo y la gente no puede seguir viviendo así”.

Además, se debe “resolver, de una vez por todas, el problema de la contaminación del río San Juan. Su olor es asqueroso, mata la fauna y la flora. Arreglar eso beneficiaría no sólo a la desembocadura que llega al barrio, sino a los municipios completos de SJR y Tequisquiapan, donde se inician las afluentes.”

Atendidendo los puntos anteriores, “todo lo demás que se hiciera por el barrio sería ventaja”, expresa.

Por el contrario, añade, en caso de obviarse lo apuntado, “estaríamos hablando de un no rescate; es decir, de un acto para tomarse la foto y no hacer nada, cosa que no creo”.

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