Salvador Reséndiz, administrador del Panteón Municipal, lleva 20 años dedicándose a los apoyos funerarios. Comenzó como chofer de carroza, y ve su trabajo, tan cercano a la muerte, como algo normal y una actividad que alguien tiene que hacer.

En entrevista, señaló que su primer empleo en el panteón fue como chofer de carroza, sacando cuerpos del médico legal, luego fue supervisor y desde hace dos años es administrador del cementerio.

Le encuentra gusto a su trabajo, además de ser una necesidad que tiene la sociedad para darle el último adiós a sus seres queridos, en una actividad que muchos catalogarían de lúgubre y atemorizante.

“Dios me dio la oportunidad y le hallé el gusto, me gusta mi trabajo y no es que uno sea muy macho”.

Antes fue supervisor en una refresquera y empleado de un banco; desde hace 20 años se dedica a los aspectos mortuorios.

A lo largo de estas dos décadas no ha visto nada paranormal o fuera de lo ordinario en su trabajo. “Tengo veladores que tienen muchos años y no han visto nada raro, es más cuestión de cultura, que nos asocian la muerte con cuestiones extraordinarias, pero por lo menos a mí y a mi gente, una situación extraordinaria, no”.

A sus hijos los llevaba desde pequeños al panteón, en San Pedro Mártir, por lo que sus vástagos (que ahora jóvenes) ven su trabajo como algo normal.

Precisó que en su trabajo apoya a las personas en lo que puede, pues cuando pierden a un ser querido están en un trance doloroso.

“Desde que ingresé a esto adquirí mi servicio funerario, te creas conciencia de que esto es una realidad, y ver las cosas (como la muerte) con naturalidad, pero no por eso dejas de vivir cada día con intensidad y sin pensar en lo que va a ocurrir”.

Los servicios funerarios que recuerda son aquellos de concheros, policías, bomberos y militares, donde se llevan a cabo homenajes. Asimismo, la muerte de menores, en su mayoría recién nacidos. “Hace poco se tuvo un niño de tres o cuatro años y le trajeron muchos globos, vino bastante gente, y eso fue una experiencia poco común, porque cuando fallecen recién nacidos vienen los papás, los abuelos, tres, cuatro personas de las más cercanas”.

Nicolás Bazaldúa, limpia tumbas en el Panteón Municipal desde hace tres años, dijo que gana entre 100 y 150 pesos diarios, aunque en Día de Muertos sus ingresos pueden llegar hasta los 700 pesos.

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