Las imágenes del Fuerte de Guadalupe nos llevan a plantearnos una cuestión de suma relevancia nacional, respecto a la toma de decisiones que afecten a los símbolos patrios y al patrimonio cultural mexicano materializados en construcciones antiguas o contemporáneas.

Como sabemos, los pueblos en su devenir generan una manera particular de concebir el mundo y de resolver sus necesidades de sobrevivencia, es decir, gestan su historia y cultura. Este proceso se concretiza en las identidades culturales, mismas que generan expresiones de diverso tipo, desde las intangibles como cantos, danzas e himnos; hasta muy concretas como vestimentas y edificaciones. Algunas edificaciones se convierten en monumentos porque rememoran un acontecimiento fundamental en la historia del pueblo. Si estas expresiones culturales sobreviven al transcurrir del tiempo y el pueblo las conserva y aprecia, se convierten en emblemas de la nación. Es el caso de los fuertes de Loreto y Guadalupe.

La batalla del 5 de mayo de 1862, es recordada por los mexicanos —incluidos los emigrantes y sus descendientes que residen en Estados Unidos— como uno de los acontecimientos fundadores de la nación. El triunfo de las fuerzas republicanas sobre el ejército francés, ha sido llamado la “Segunda Independencia” y se convirtió en un símbolo contra el intervencionismo extranjero. Esta histórica batalla se realizó en los fuertes de Loreto y Guadalupe en Puebla. Las antiguas construcciones originalmente religiosas datan del virreinato, fueron reconstruidas a principio del siglo XIX con fines militares y más tarde las fuerzas liberales las ocuparon como bastiones en la defensa del país.

El Ejército mexicano estuvo formado por los batallones procedentes de los estados partidarios de la soberanía nacional, de los ideales liberales y de la forma republicana de gobierno, entre los que estuvieron San Luis Potosí, Oaxaca, Veracruz, Nuevo León y Querétaro. Encabezados por el gobernador José María Arteaga, dos batallones de queretanos salieron a la defensa de la patria. Estuvieron en la primera línea de combate en las batallas del 28 de abril en Acultzingo y en la del 5 de mayo en Puebla.

El presidente Benito Juárez rindió honores a los combatientes y desde entonces los fuertes quedaron como emblema de la defensa de la nación. Gobiernos posteriores reafirmaron la importancia simbólica de Loreto y Guadalupe.

Como es natural, estas construcciones padecieron el paso del tiempo y en diversas ocasiones fue necesario intervenirlas con el fin de asegurar su conservación para la memoria de las generaciones por venir. En 1930 fue declarado monumento propiedad de los mexicanos. Durante 150 años se había procurado mantener el espacio de lo que fue el heroico campo de batalla.

En fechas recientes se tomó la decisión de una radical transformación. De la restauración y conservación se pasó a la reutilización del espacio con fines exclusivamente de esparcimiento y mercantiles. Hoy ya no se pueden apreciar las estructuras del fuerte de Guadalupe. Nada quedó del campo de batalla donde cientos de mexicanos, entre ellos decenas de queretanos, dieron la vida.

La dirección general del INAH, principal encargado de hacer cumplir nuestras leyes en materia de protección, estudio, conservación y difusión del patrimonio cultural mexicano, dictó la transformación. El tema era de tal relevancia que ameritaba un análisis público, con la participación de especialistas de distintas ramas, para conservar no sólo las estructuras materiales. Historiadores de dentro y fuera del INAH, teníamos derecho y capacidad para colaborar en un proyecto que preservara la integridad del conjunto que da sustento al símbolo nacional.

El tema no es si está bonito o si es más moderno, lo que lamentamos es que la lección cívica que tal conjunto procuraba a los visitantes quedó cercenada. Pareciera que algunos gobernantes actuales no consideran importante promover en la ciudadanía los principios de soberanía y unidad nacional.

Debe de ponerse remedio al desatino y restaurar el conjunto de los fuertes de Loreto y Guadalupe en toda su integridad para las futuras generaciones de mexicanos.

*Investigadora en el INAH Querétaro

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