Desafiando los 30 grados Celsius de la tarde queretana, alrededor de 400 personas participaron en la procesión de Corpus Christi que se realiza anualmente el jueves de Corpus. Esta ocasión desde el seminario mayor al templo ubicado en la esquina de Balvanera y Ocampo.

Los fieles, entre los que se contaban jóvenes y adultos, así como niños vestidos a la usanza indígena, salieron del tradicional barrio de Hércules, para tomar calzada de los Arcos rumbo al centro.

También participaron grupos de religiosas distintas órdenes, seminaristas y sacerdotes, quienes con sus cantos y gritos animaban a la gente a sumarse a la procesión, presidida por el obispo de la Diócesis de Querétaro, Faustino Armendáriz Jiménez, quien caminaba detrás de la camioneta que llevaba la hostia consagrada, el Santísimo Sacramento, el origen de la fe cristiana.

Frente al vehículo un grupo de mujeres agitaba los incensarios, como señal de que algo sagrado se acercaba o pasaría por ahí. La circulación, como se esperaba, se volvió lenta sobre Los Arcos, aunque ningún automovilista reclamó.

La romería hizo varias paradas a lo largo de Los Arcos para rezar frente a altares que se colocaron ex profeso y que también servían como centros de hidratación para los participantes, quienes llegando en estos sitios bebían agua o buscaban una sombra para limpiar sus frentes sudorosas.

Las religiosas, con sus hábitos y tocados parecían inmutables al calor, que sí hacía estragos. Por ejemplo, en los concheros que encabezaban la procesión, y cuyos movimientos de danza eran seguidos por los ciudadanos que veían todo desde la aceras.

Muchos de los empleados de los restaurantes y bares ubicados en Los Arcos salían a ver la procesión, a persignarse con el paso del Santísimo y a cantar con los ritmos de los seminaristas.

Muchas mujeres mayores avanzaban tratando de llevar el ritmo de los jóvenes, pero al comenzar la subida por Los Arcos, rumbo al tanque, las piernas y fuerzas abandonaban.

Una buena noticia: el sol casi se marchaba, pues todavía el camino hasta el centro era largo y pesado. Aún faltaba adentrarse en las calles queretanas, hasta la esquina de Balvanera y Ocampo, en el templo donde día y noche el Santísimo es venerado por los fieles, como los de ayer que desafiaron el abrasador calor de finales de mayo.

GR

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