El espectáculo de Bobatín Simplicio inicia con el aplauso del público. Zapatos anchos, medias con rayas blancas y rojas y un overol azul forman parte del vestuario que día con día utiliza para hacer reír a niños y adultos.

Sin embargo, el día de hoy el motivo del espectáculo es distinto a la mayoría. La intención es recolectar víveres para los damnificados de los sismos del 7 y 19 de septiembre, tragedia en la que algunos perdieron sus casas y otros, a sus seres queridos.

En el interior de la plaza El Patio, antes Sendero, desde el viernes 22 de septiembre se reunieron alrededor de 40 bailarines, músicos y actores para realizar el espectáculo Artistas Universitarios y Amigos, Unidos por México.

Aunque el evento de este domingo inició de las once de la mañana, Bobatín a quien también conocen como Ismael Arreola, tiene su espacio a las tres de la tarde, hora en la que los asientos de los espectadores comienzan a llenarse a la par que se acercan algunas personas a depositar sus víveres al centro de la plaza. Algunos llevan agua y papel de baño, y otros, latas de atún y conservas con la palabra ánimo escrita en la parte superior.

Bobatín sube de esta manera el escenario, con una sonrisa y el rostro maquillado con colores rojos, blancos y negros.

Desde hace 28 años, se dedica al arte de “ser payaso”, oficio que asegura: “es cosa seria”.

“Todo empezó como un juego porque a mí me gustan los payasos desde que era un niño. Siempre me sentí identificado con ellos. Empezó como un juego con otros amigos de mi colonia, cuando éramos adolescentes. Comenzó en fiestas de nuestros sobrinos como una diversión, y después, lo empezamos a hacer en las parroquias que estaban alrededor los tres juntos. Cuando acordamos, ya estábamos bien involucrados en el arte del payaso. Así comenzamos, posteriormente nos dimos cuenta que ser payaso es cosa seria”, platica.

Uno de los tres amigos con los que Bobatín Simplicio inició como payaso decidió retirarse con el paso del tiempo, mientras que el segundo, se especializó en Piscología Educativa. Mientras tanto, Bobatín, decidió mudarse a Monterrey para estudiar actuación.

Varios años después de cursar la carrera, Bobatín se dedicó a interpretar al payaso en espectáculos para niños, fiestas infantiles, eventos culturales y también, como parte de la organización “Narices rojas”, con la cual se dedicaban a realizar labor social para llevar alegría a grupos vulnerables en hospitales o en albergues.

“El payaso es un provocador de emociones y sentimientos, sobretodo de alegría. Si te das cuenta, los niños se acercan a ti y se acercan con una sonrisa y con un abrazo. El payaso no es Eso, el de la película, es más bien… si dices la palabra payaso lo identificas como el que transmite alegría y da diversión… Es una expresión artística, que ha ido evolucionando. Dicen que para que el arte sea arte tiene que prevalecer por siempre y el payaso lo ha hecho durante años”, añade.

Risas que ayudan.

Este fin de semana, en el escenario del festival Artistas Universitarios y Amigos, Unidos por México, Bobatín utiliza una cámara fotográfica cuyo tamaño es casi la mitad de su cuerpo.

Una niña pequeña, espectadora, sube al escenario para que le hagan una fotografía. El resultado después de los aplausos del público y el grito de “revelado” es una imagen de Dora la Exploradora. El público estalla en carcajadas y el siguiente en pasar, es un joven retratado como un chimpancé.

Las risas aumentan y le siguen una pareja y una mujer joven que son retratados como Shrek y Fiona, y como un joven musculoso y atractivo. Los niños gritan y aplauden, mientras sus padres ríen con ellos.

Próximamente se anuncia una nueva actividad: un concurso de baile. Niños de diferentes edades, desde los cuatro hasta los once, suben corriendo al escenario para participar y ganar el premio “mayor”.

Alrededor de 16 niños forman una hilera. A medida que Bobatín da las instrucciones del concurso, se escucha la música de fondo y los niños saltan sobre el templete, mientras bailan al ritmo de la música.

Aunque el público aplaude a todos los participantes, las reglas del concurso son claras y sólo puede existir un ganador. Poco a poco, los participantes se van reduciendo.

El público está indeciso para escoger al ganador. Los favoritos son una niña de aproximadamente cinco años y dos niños mayores de más de 10.

Los participantes se reducen y la tensión aumenta entre los finalistas. Bobatín insiste el ganador sólo puede ser uno, pero con los aplausos del público una niña y un niño de alrededor de 10 años logran obtener un empate.

Como premio mayor, los niños obtienen un boleto gratis, una tarjeta que asegura Bobatín es un cheque y muchas paletas payasos. Los espectadores aplauden pero entristecen cuando Bobatín dice que ha finalizado su turno.

Al bajar del templete, el público sigue contento. Los niños más pequeños se acercan con Bobatín para pedirle que vaya a su fiesta de cumpleaños, o bien para tomarse una foto.

“Cada que salimos al escenario tratamos de que haya esa comunión entre los asistentes y el payaso, que exista esa catarsis y pues todos los (espectáculos) son muy especiales. Todo el público y todos los niños son diferentes”, menciona Bobatín, al término, mientras aprovecha para tomarse selfies con los pequeños.

“Mucha gente piensa que es fácil maquillarse y dar función, pero no, se requiere de preparación…la tarea del payaso es caricaturizar la situaciones y los personajes de la vida misma. Se necesita mucha preparación para estar dentro del arte del payaso, porque hay muchos chavos, que como es remunerable, por lo mismo se empiezan a meter, pero no tienen los recursos técnicos y es cuando caen en lo vulgar, le faltan el respeto a los niños y la gente generaliza y piensa que toda los payasos son iguales”, agrega.

Mientras el espectáculo termina, el escenario se prepara para recibir a los próximos artistas, la tradicional rondalla de Querétaro que tocará con la intención de sumarse a las muestras de apoyo para los damnificados del sismo, pues como dice Bobatín el trabajo es “llevar alegría” tras la tragedia.

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