El repicar de las campanas de la iglesia de La Cruz da la bienvenida a los recién llegados.

Los tambores, los penachos, los caracoles y los cohetones presagían la llegada de los peregrinos: los vendedores de aves, o “pajareros”, como suele conocérseles, quienes llegan la víspera de la fiesta de La Cruz hasta ese templo.

Los últimos rayos del sol de la tarde caen sobre la capital queretana, pese a esto todavía hacen sudar a los turistas y transeúntes que caminan por el Centro Histórico de la capital queretana.

Bajo este sol y sus rayos, los pajareros comienzan su andar por la calle Independencia, desde el templo de La Merced, hasta La Cruz.

Los cohetones avisan a los participantes que comenzará la peregrinación. Son casi las seis de la tarde.

Al frente de la romería va un grupo de hombres y mujeres, quienes portan cirios. Son adultos mayores, mujeres de mediana edad, y algunas jóvenes. Junto a ellos caminan los encargados de los cohetones, quienes trabajan en parejas; ya que mientras uno carga los fuegos artificiales, el otro, con un cigarrillo en la mano, los va encendiendo, tras lo cual suben rápidamente y estallan, haciendo brincar a más de uno que no estaba listo para escuchar el estruendo.

Detrás de caminantes una camioneta anuncia la peregrinación y lleva una imagen de La Cruz. Le siguen con concheros, cuyos coloridos penachos y tocados, acompañados de sus movimientos dancísticos y el ritmo de las percusiones del tambor y el grave sonido del caracol, dan un toque de sincretismo único.

Más atrás, avanzan los pajareros, cargando en las espaldas las torres de jaulas, en cuyo interior cantan diferentes especies de aves, desde canarios, hasta cardenales y gorriones.

Las y los “pajareros” caminan haciendo pausas en intervalos, los cuales son aprovechados para tomar un respiro porque la carga y el calor son agobiantes.

Como convocados por un extraño poder, cientos de queretanos y visitantes se acomodan en la calle de Independencia, para tomar fotografías y ver pasar una de las peregrinaciones más vistosas y llamativas de la capital del estado.

Un oficial de la Secretaría de Seguridad Pública del municipio se encarga de realziar los cortes viales correspondientes. Los automovilistas desvían su ruta. La calles se congestionan, el tránsito se vuelve lento, pero avanza.

Los teléfonos celulares asistentes, y curiosos que se detienen al paso de los peregrinos, sirven de cámaras fotográficas. Inmortalizan el momento, cuando los pajareros pasan frente a ellos. Uno de ellos, un adulto mayor, viste como San Juan Diego, testigo de las apariciones de Virgen de Guadalupe.

Avanza por un costado, observa a sus compañeros que caminan en su compañía. La mayoría de los pajareros tienen una tradición familiar en este oficio. Los padres lo transmiten a los hijos, quienes también lo heredaron de sus padres, para ser en su mayoría las generaciones que se dedican a la venta de aves.

Algunas veces cuestionados por los animalistas, debido a sus prácticas de captura; por otro lado hay quienes los defienden por considerar que incluso ayudan a preservar a las especies de aves de la región.

Otros más, una gran parte, los defiende por considerar que preservan una tradición ancestral que no debe de perderse con la modernidad, como ha pasado con muchas tradiciones.

Los “pajareros” llegan al atrio de La Cruz. La gente deja un espacio en el centro, de frente al templo, para que puedan pasar sin obstáculos. La demás gente se junta en la entrada, quieren observar el paso de los concheros y pajareros.

Los sonidos se mezclan en una sinfonía tan única como atractiva. Campanas repicando, cohetones estallando en el aire, tambores a nivel del piso, todo junto, todo al mismo tiempo. Pasan los minutos y la armonía continúa sin cesar.

La banda de música, llamada Santo Niño, toca sin detenerse. Se une a toda la sinfonía.

Poco a poco todos los participantes del recorrido ingresan al templo donde los fieles ya ocupan las bancas.

Al llegar frente al altar son instruidos para que acomoden las torres de jaulas dentro del lugar, de tal forma que todas puedan ingresar.

Algunos sacerdotes y otras personas reciben las docenas de arreglos florales que son ofrecidos a La Cruz, los llevan a otra capilla dentro del templo, piden permiso a los fieles, que se agolpan lo más cercano a altar, porque no se quieren perder los detalles de eucaristía.

La banda Santo Niño sigue tocando dentro del templo. Casi para concluir la misa interpreta Las Mañanitas y luego una Diana. Tras de ello, salen, luego de recibir el aplauso de los presentes.

La ceremonia eucarística comienza, el sacerdote reconoce la valía de la fe de los pajareros; mientras las aves, desde sus jaulas, comienzan a cantar, a hacer ruido.

Sus dueños esperan a un costado del altar, escucacharán y participarán en la misa para recibirlos.

Afuera, la fiesta de La Cruz comienza. Mujeres que venden “gallitos” están apostadas a los costados del templo, venden a 10 pesos cada uno. Los menores de esas son quienes más se divierten y quieren comprar un “gallito”. Las madres aceptan pagar la suma, que se destina para conservar la tradición de las fiestas de La Cruz, en el mes de septiembre.

De acuerdo al calendario de la Iglesia Católica, el día de La Cruz debe de celebrarse en esta fecha, porque la anterior y tradicional, que de festeja el 3 de mayo “ya no es oficial”, aunque en algunos países, como México, se conservó también esta fecha.

La calle de Manuel Acuña ya está ocupada por vendedores de guajolotes, buñuelos, jarritos, tacos, tamales y pan, entre otras delicias de la tradición culinaria queretana.

Están listos para la fiesta de este miércoles, que congrega a mujeres y hombres no sólo de Querétaro, porque es una festividad que atrae a grupos de concheros de los estados de Jalisco, Colima y de la Ciudad de México.

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