Agustín Ayala es el vivo ejemplo de que el límite es el cielo, algo en lo que cree y con lo cual ha salido adelante. En la década de 1980, con apenas 16 años cumplidos, cruzó la frontera norte de México y caminó días y noches para llegar a su destino: Estados Unidos, en busca del sueño americano.

Oriundo del municipio de Huiramba, abandonó su natal Michoacán para aspirar a una mejor vida y buscar salir adelante a cientos de kilómetros de una comunidad netamente campesina.

Su mamá y hermanos vivían en la ciudad de Dallas, Texas, donde consiguió empleo como lavaplatos. El dishwasher era un trabajo que un chico como él podía obtener y desempeñar fácilmente, pues se trata de un área que no exige el dominio del idioma inglés, pero sí ganas de trabajar y poco a poco se fue superando.

Pasó de ser lavaplatos a limpiar mesas, y de limpiar mesas a ayudar en la cocina; más tarde preparó alimentos y luego fue mesero.

“Toda mi vida he estado en el servicio de alimentos y bebidas. Hay mucha gente a la que no le gusta, que prefiere la construcción o jardinería, pero a mí me gustó y todo el tiempo he estado en el negocio del restaurante”, relata.

En Dallas conoció al socio de un restaurante ubicado actualmente en la ciudad de Myrtle Beach, a donde Agustín se mudó en 1996. Actualmente, es manager del establecimiento, habla tres idiomas —español, inglés y portugués— y tiene a su cargo a 85 personas.

El mejor restaurante de la zona. Ayala recibe a EL UNIVERSAL Querétaro en el restaurante brasileño Rioz, momentos antes de que el establecimiento abra sus puertas al público. Falta poco para la una de la tarde.

Agustín es el encargado de revisar el funcionamiento completo del lugar: desde que el cliente ingresa por la puerta principal, hasta atender los teléfonos, en caso de sque sea necesario.

La recepción, el trato de los meseros hacia los comensales, la temperatura de la carne, el funcionamiento de la cocina, los sazones y recetas que se utilizan, el servicio de lavaplatos y la charla con los clientes para verificar que todo esté a su satisfacción, son algunos de los aspectos que ocupan su día a día. En este trabajo no tiene horario de entrada ni de salida.

“Puedo llegar a mediodía y mi salida puede ser a las 12 y media de la noche, a la una o a la una y media de la mañana. Hay que estar las 24 horas pendientes; aunque esté en casa, el teléfono siempre está sonando”, comenta Agustín.

Habitantes de Myrtle Beach se refieren al restaurante Rioz como el mejor de la zona.

Su principal atractivo es la amplia variedad de carnes asadas que ofrece (res, puerco, pollo, cordero y chorizos) y su menú de tipo bufet. El lugar cuenta con más de 30 diferentes opciones, entre ensaladas y platos calientes.

El costo en promedio por persona es de 60 dólares, entre comida, bebida y postre.

En temporadas altas como el verano, el establecimiento llega a atender hasta mil 200 personas por noche y en temporada baja se sirven entre 400 y 500 platos.

“Gracias a Dios Rioz ha tenido una muy buena aceptación. Es el único restaurante de su tipo en el área, y el no tener competencia nos beneficia demasiado. Pienso que todas las personas encuentran algo para salir satisfechos de aquí. Tenemos un poco de mariscos también, y es lo que atrae al cliente: la variedad que hay para todos los gustos”, explica el mexicano.

Sin tanto crimen como Dallas. Agustín llegó a Myrtle Beach el 31 de octubre de 1996. Inicialmente aceptó colaborar en el restaurante Rioz por una tempordada de seis meses, pero le gustó la ciudad pequeña y sin tantos crímenes como los que se presentaban en Dallas.

En Texas conoció a dos socios interesados en abrir un restaurante con concepto brasileño.

En aquella época, él trabajaba en la cocina de un hotel, al cual ellos llegaron a hospedarse.

“Los fui conociendo en el día a día, conviviendo con ellos, y me comentaron que tenían la idea de abrir un restaurante. Les recomendé algunas áreas, vieron los puntos y cuando encontraron la localización y empezaron con el proyecto, me invitaron a trabajar con ellos. Dejé el hotel para irme al restaurante. Luego el socio con el que trabajo ahora se retiró para abrir otro restaurante en Carolina del Sur, mismo concepto, pero con diferentes socios”, recuerda.

Agustín había estado en Texas, sin salir a algún otro estado, hasta que se mudó a Carolina del Sur.

El cielo es el límite. “No recuerdo, exactamente, cuántos años fueron los que estuve sin documentos, pero mis papeles los adquirí por mi mamá. Ella adquirió su residencia por la amnistía del 88. Cuando abrieron la amnistía ella calificó, y como mi hermana la más pequeña y yo éramos menores de edad calificamos automáticamente. No nos llegó luego y luego, pero con el tiempo logramos adquirir nuestra residencia. Después de la residencia tuvimos la oportunidad de hacernos ciudadanos”, explica Agustín.

“Mucha gente tiene miedo de hacerse ciudadano por los exámenes que realiza migración, pero le diría a la gente que pierdan el miedo y que lo haga porque la ciudadanía es un derecho que a uno nunca se le puede quitar, aunque ahora, con el nuevo presidente, no sabemos en realidad a dónde vaya todo esto, pero tiene uno mucho más beneficios”, asevera.

“Una de las cosas y de los consejos que le doy a mucha gente es que si tienen la oportunidad de venir y de encontrar un trabajito, que ahorren su dinero porque uno nunca sabe el día de mañana qué es lo que pueda pasar”, acoseja el mexicano, basándose en su experiencia.

Regresar a México. —¿Ha pensado en regresar a México

—“Sí. Uno sigue aquí por la familia y por ofrecer a los hijos un mejor estudio y un mejor estilo de vida, pero cuando los pajaritos vuelan y uno se queda solo, sí pienso regresar a Michoacán”.

TEMAS RELACIONADOS