San Antonio de la Cal tiene a su alrededor la riqueza del paisaje semidesértico, situado en el límite suroeste del Área Natural Protegida de la Peña de Bernal, extensión de 280 hectáreas que rodea al cuello volcánico con el fin de “controlar el avance de la mancha urbana y evitar la modificación de usos y destinos de la zona”, de acuerdo con la declaratoria oficial, emitida en 2009.
Los habitantes de San Antonio de la Cal sufren de desempleo y contaminación; jóvenes prefieren trabajar en Bernal
Enormes rocas ígneas y sedimentarias, cactáceas y árboles resistentes a la sequía como mezquites y huizaches integran un oasis que, para mayor valor paisajístico, colinda con el antiguo Valle Sagrado Chichimeca-Otomí, área que resguarda 200 capillas familiares y demás vestigios que conforman el patrimonio cultural de los pueblos que desde 1532 pueblan la región.
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El contraste entre la precaria economía de San Antonio y la de su vecino Bernal, que tiene una afluencia de 500 mil visitantes anuales, resulta evidente: la localidad tolimense está catalogada con un grado de marginación “alto” por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval).
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Desempleo y emigración, contaminación y mal manejo del agua, basura, vandalismo y falta de vigilancia, se suman a los problemas que “siempre hemos tenido” (males respiratorios y oculares), denuncian pobladores a EL UNIVERSAL Querétaro.
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“La gente sufre un choque brutal entre dos mundos: el sueño malogrado de tener empleo digno, a través de la industria extractiva, y el supuesto beneficio, que aún no vemos, del turismo de cinco estrellas de Bernal”, opina Luis Gerardo Ayala Real, maestro de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) y vecino de la comunidad.
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“De los problemas más graves que afectan a gran parte de la población son la pobreza, la marginación y la desigualdad… Entre las privaciones más relevantes se encuentran la alimentación, la salud, la educación y el acceso a otros bienes y servicios básicos…”, se anota en un documento para solicitar mayores recursos que envió el municipio al gobierno estatal, a mediados de 2016.
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Una enorme fábrica de cal en el abandono, situada a pocas calles del centro cívico, recuerda a la población el fracaso de su mayor fuente laboral.
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Más allá de la oferta laboral que ofrece la industria local, existe un problema generacional, destaca Irineo, quien ha trabajado en la industria calera: “los jóvenes prefieren irse a trabajar a Bernal, en los hoteles o restaurantes, antes que trabajar en la cal o la grava, porque se les hace muy pesada esa chamba o dicen que se van a enfermar”.
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La creación de canastas, cestos y adornos hechos a base del tejido de la vara de sauz, oficio que durante muchos años brindó ingresos a hogares, ha sufrido de una baja considerable de pedidos por parte de sus clientes tradicionales: las tiendas de artesanías de Bernal y de Tequisquiapan.
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San Antonio de la Cal se ha convertido en una desolada comunidad con tres mil habitantes, donde la mayor de sus jóvenes emigra (o se traslada diariamente) hacia lugares más prósperos; como Bernal, Ezequiel Montes, Tequisquiapan, San Juan del Río o Querétaro; para trabajar o estudiar.