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Las Margaritas. En el chonab (mercado) los tojalabales encuentran el primer espacio para regocijarse con sus fieles difuntos, pues es el lugar donde hay que buscar con esmero, la fruta, el pan y las flores que se les ofrendará.
Dos días antes del inicio de la festividad de Kin santo (Todos santos), hombres, mujeres y niños dejan sus comunidades en Las Cañadas, para trasladarse a las cabeceras municipales de Las Margaritas o Comitán, para comprar velas y aguardiente que se utilizará para esta celebración, considerada como la “más importante del año”.
Tojolabales de Buenavista Pacham, Yaxhá, Plan de Ayala, Napité, San Miguel Chiptic, Bawitz, Chamentic y otras, parten desde la mañana desde el 30 de octubre, con dinero y productos agrícolas como frijol, maíz, calabazas, chile que comercializarán para obtener mayores ingresos.
Los que se quedan en los pueblos, se trasladan a los cementerios para arreglar las tumbas de los fieles difuntos, para quitar la maleza, acomodar la tierra, regalar juncia (ramas de pino), pintar las cruces y las lápidas, donde la familia llegará con las ofrendas el día dos de noviembre.
Algunos llevarán grupos musicales tradicionales, comerán y brindarán en honor de sus muertos.
Para los que no van a chonab (mercado), se han organizado para comprar una res a la que sacrifican, para luego repartir la carne en partes iguales, evento que le denominan kojtakin.
Otros instalan el altar, con papel de china, limpian las imágenes religiosas y colocan las fotografías de los fieles difuntos que hay que recodar, entre el uno y dos de noviembre. El indígena Alberto Gómez López asegura que conforme pasan los años, el número de creyentes que acostumbra celebrar el Día de Muertos ha disminuido, esto lo atribuye a la expansión de las iglesias evangélicas en las comunidades.
“Antes había más gente en los mercados. Ahora no se ve mucha. Hay muchos preparados en las cosas de Dios, por eso ya no lo celebran”, consideró Alberto.
Pero los que aún acostumbran participar en la festividad, dicen que deben gastar entre 500 a 600 pesos en la compra de flores, pan, veladoras, chocolate, aguardiente, carne de res y fruta, explica.
El gasto se dispara, porque el precio de las flores llega a triplicarse, incluso el precio de un kilo de camote llega a valer 50 pesos, una calabaza entre 20 a 50 pesos, un kilo de carne de res hasta 100 pesos, pero también hay que comprar el aguardiente, unos 100 pesos de pan y azúcar para aderezar algunos alimentos y las velas.
Rubén Hidalgo López comenta que ha llegado a gastar hasta 700 pesos para esta celebración que le enseñaron sus padres, pero que ve como una “obligación” que debe realizar cada año, aunque algunos “creemos en esto y otros no”, pero aunque muchos ya la hayan dejado “yo voy a seguir”.
María Eugenia Fernández gastó 500 pesos para arreglar el sepulcro donde están tres de sus fieles difuntos, comprar flores y alimentos que instalará en la ofrenda.
María del Carmen Ramírez Aguilar, gastó 800 pesos para esta festividad, pero dice que vale la pena el gasto, porque es para recodar a sus fieles difuntos. “Ojalá que sigamos con las costumbres que nos dejaron nuestros padres”.