Las películas de temporada surgieron por necesidad comercial, no artística, de la industria fílmica. Fueron pensadas para fechas donde hay gran afluencia de espectadores. No son muchas. Destacan dos: Navidad y el 10 de mayo. Al representar una tradición, estas cintas continúan produciéndose para estos días específicos. Se aprovecha para estrenar otras con temática alusiva.

En el cine nacional es raro ver una así, de temporada, como Dulce familia (2019), la número 11 de Nicolás López. De nuevo coescrita por su colaborador habitual Guillermo Amoedo, esta comedia anunciada como light, pretende hacer graciosa una suma de esquemáticas contradicciones. La familia, sin profundidad psicológica, idéntica a la de un TV-programa, está integrada por la “amarga” madre Verónica (Florinda Meza), las “ácidas” hermanas Bárbara (Regina Blandón) & Ale (Paz Bascuñán), y la siempre “dulce” Tami (Fernanda Castillo), en vías de casarse con Beto J. Volpi (Vadhir Derbez). Para ello debe bajar de peso. Si no, no le quedará el traje de novia de mami, con el que sueña desde niña.

Igual a mucho cine mexicano reciente, esta comedia sumamente fifí es predecible, simplona y nostálgica del pasado, destacando sus situaciones “infantiles” (piyamas de niño usadas por adultos, bailes tipo perreo dizque divertidos; busca conmover recurriendo al cretinismo). El tema es el valor que Tami se da a sí misma como patética gordita, padeciendo en solitario las mismas broncas que tenía la estelar de Ella es Ramona (2015, Hugo Rodríguez), promocionada como “comedia ligera con mucho peso”; o las de la pareja protagónica de Paraíso (2013, Mariana Chenillo), cuyo lema fue “¿cuánto pesa el amor?” Esta cinta, pues, las canibaliza. Nada extraño en López, director afecto a producir segundas versiones de “populares” títulos hechos en su natal Chile (Que pena tu vida, Sin filtro: aquí Una mujer sin filtro), filmadas con fotografía de barato colorido digno de pastelillo decorado no sabrosa sino indigestamente. Al final, los inflados problemas de Tami se resuelven en el agradecido final; en esa carrera de obstáculos para llegar al altar, decorada con la rutina de burlarse en familia con chistes obvios sobre comida & dieta. ¿Una comedia light? Más bien con fecha de caducidad vencida. Intragable.

Aprovechando el tema maternal se estrena Lo que fuimos (2018), película debut, como directora y guionista, de la actriz Elizabeth Chomko. Estamos ante un ligero melodrama con escenas medio fuertecitas sobre la mamá (Blythe Danner) de Bridget, Bitty (Hillary Swank), tan enferma que su hijo Nick (Michael Shannon) quiere internarla en un asilo. Pero su aún dominante padre (Robert Forster) se niega. El coctel dramático lo complementa la nieta, Emma (Taissa Farmiga), aparente narradora de la historia puesto que es personal para la directora: se basa en la vida de sus abuelos.

El tema no es novedoso, su enfoque sobrecargado de ternura hasta un pelito previo a la cursilería, tampoco. Menos su manejo con cierto humor sobre la pérdida de memoria. Pero hay detalles en las subtramas que dan al traste con la fina intención de la directora. Porque son descuidos de novata. Se notan lo suficiente para considerar inverosímil esta idealizada crónica de familia. A pesar de sus agridulces trazo y conclusión —eso sí, bien actuado: Chomko le de a sus actores materia para darle intensidad a bastantes escenas—, apenas es un filme regular que queda debiendo, oportunistamente estrenado para el día de la madre.

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