Tras 10 años, culmina parte del Universo Cinematográfico Marvel (UCM) —la llamada Fase 3 que el productor Kevin Feige definió como Saga del Infinito—, con su título número 22: Avengers: endgame (2019), séptimo filme de Anthony & Joe Russo. El UCM, la mitología popular más importante del siglo XXI, es un gigantesco mural donde cada película se interrelaciona, creando variados ejemplares, desde obras maestras hasta mediocridades dignas de olvido, desde filmes destacados y graciosos hasta otros menores y apenas tolerables, forjando a su vez carreras de directores que oscilan entre creativos y rutinarios, pero representantes de una generación dedicada a las llamadas “películas bandera de estudio”, por necesitar enorme presupuesto y resultar simbólicas al requerir innumerables atracciones extra. El concepto actual de cinefilia exige estar al día en diversas plataformas: cómics, series de tv o digitales para Internet, cortometrajes especiales y, pero por supuesto, cintas mamut donde todo es posible. En este caso la bandera es el vasto e irregular legado de la empresa fundada en 1939 por Martin Goodman, a la que integró a su pariente político Stan Lee: Marvel Comics, ahora también Marvel Studios.

El éxito de UCM se debe a los avances de la tecnología para cine reciente, plantea tres momentos clave: The avengers: los vengadores (2012), conclusión de la Fase 1; Avengers, era de Ultrón (2015), cinta de transición entre las Fases 2 y 3, y el fin parcial de esta saga con la epopeya dividida en dos macro episodios: Avengers: infinity war (2018) y Avengers: endgame.

Endgame, escrita por Stephen McFeely y Christopher Markus, retoma la película previa, cuando Thanos (Josh Brolin) evaporó a la mitad de la humanidad, incluyendo algunos Avengers. La solución a este dilema es más compleja del simple quién resucitará. Como todo en este universo, Endgame resuelve el enfrentamiento de Thanos contra los Avengers, los conocidos y los nuevos, destacando la Capitana Marvel (Brie Larson), para iniciar en breve la Fase 4.

Endgame tiene como virtud haber sido visualmente concebida igual a una colección de esos tapices llamados gobelinos. De gran formato, son estampas de diversa intensidad. Endgame —sin revelar trama ni situaciones, que los seguidores no desean leer sino ver en pantalla—, recurre a varios estilos de gobelino: uno manierista que da énfasis a cada personaje (aquí ya no importan los actores) dándoles su momento: Thor, Iron-Man, Rocket, Valkiria, la Viuda Negra, los capitanes, etcétera.

Asimismo es un gobelino barroco en cuanto los protagonistas forman un grupo en movimiento constante, con pausas al servicio de la arquitectura emocional del argumento. Lo sencillo de éste se enriquece con elementos que funcionan igual a un elaborado tejido, sus elementos secundarios sirven de adorno para el tema principal.

Por último, una estilización rococó enfatiza el grafismo cinemático de enorme colorido (impresionante foto de Trent Opaloch), demostrando que el diseño importa más que el contenido. Y acorde a la sensibilidad contemporánea, el armado final (precisa edición de Jeffrey Ford & Matthew Schmidt) se hace con estructura neoclásica, igual a gobelinos similares. Se preserva de esta forma el concepto de la serie que funciona justo así: como pintura en movimiento.

Endgame, la satisfactoria conclusión de la Fase 3 hecha por los hermanos Russo, es un asombroso y entretenido filme: la mejor definición de espectacular.

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