Mientras este sábado gran parte del público mexicano se encontraba atento a la pelea de Box entre Julio César Chávez Jr y Saúl “El Canelo” Álvarez, y unos miles más se derretían de emoción por ver a Stan Lee en la Conque, otros tantos decidieron tener una noche particular en la que el heavy metal fue el plato principal.

Así, por unas horas el Palacio de los Deportes, en la Ciudad de México, se convirtió en una tierra en la que la locura y el desenfreno reinó, y en el que el único rey tenía el nombre de King Diamond, quien por primera vez llegó con solista a México.

El músico de origen danés tiene una década sin material inédito, pero eso no fue pretexto para que durante su show en el Domo de Cobre mostrara su singular estilo y una decena de canciones que recopilaban su carrera.

Dos décadas tuvieron que pasar para que los fans pudieran ver a King en vivo. “Out from the asylum”, “Welcome home” y “Sleepless nights” fueron algunas de las canciones con las que Diamond comenzó su show musical marcado por una fuerte influencia gótica.

El escenario no podía ser más acorde a la ocasión y estilo del cantante, pues la producción hizo que esta noche el palacio dejara de lucir como un recinto musical y se convirtiera en una iglesia antigua, en una que tenía al Rey Diamante como dueño.

El imponente juego de luces que se desplegaba en cada canción tuvo un papel primordial para hacer que el público entrara en una atmósfera tenebrosa, en la que se escucharon otros temas emblemáticos del famoso músico como “Halloween”, “Eye of the witch”, “Melissa”, “Come to the Sabbath” y “Funeral”.

Diamond, quien lució su característico maquillaje durante el show, sacó en un punto del recital una bandera nacional en agradecimiento a los mexicanos que desde la época en la que pertenecía a la banda Mercyful Fate lo han apoyado.

El show no podía terminar sin algunas otras importantes canciones en su discografía como “Arrival”, “A mansion in darkness", “The family ghost”, “The 7th day of july 1777”, “Omens”, “The possession”, “Abigail”, “Black horsemen” e “Insanity”, en las que el cantante danés sació la sed de metal que sus seguidores habían reprimido por más de dos décadas.

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