Laredo, Texas.- Faltan unos cuantos minutos para las cinco de la mañana en esta ciudad fronteriza, y una luna casi llena funciona como un reflector que ilumina a las más de mil familias mexicanas provenientes de diversas partes de Estados Unidos. Han llegado a su cita anual, y se preparan para iniciar el recorrido de la décima caravana migrante que recorrerá casi 900 kilómetros hasta su destino en Querétaro, y otros estados del centro de México.

Comienza, entonces, el estruendo de los motores de las enormes camionetas a diésel, los nervios de quienes viajan por primera vez a México, los ojos desmañanados y rojos, las últimas instrucciones de Fernando Rocha, iniciador del movimiento de las caravanas, sin faltar la foto de los políticos que acuden al inicio de esta jornada, unos por convicción y solidaridad con los paisanos, otros por mero oportunismo.

“¡Holaaa, ¿cómo están esta mañana?! ¡¿Tienen mucho frío!? ¡A levantar los brazos! ¡Ánimo!”, es el grito de algunos políticos que, fuera de lugar, tratan de animar a los migrantes como si fueran conductores de televisión o cantantes de pop desechable.

Los migrantes han vuelto y da inicio la fiesta
Los migrantes han vuelto y da inicio la fiesta

Rocha camina de un lado a otro esperando a Aristeo Olvera, el sacerdote católico que funge como secretario de la Asociación Migrantes Unidos, y algunos paisanos se arremolinan junto a él como pollitos siguiendo a su mamá. Otros más se encuentran dentro del Walmart realizando las últimas compras antes de partir.

Arriba de la base de la torre de vigilancia de la Laredo Police, que sirve como pedestal, los organizadores brindan las últimas instrucciones, lanzan sus bendiciones a los migrantes, y anuncian que no habrá parada y protocolo como en otros años, en la mexicana ciudad de Nuevo Laredo, debido a la inseguridad. Sólo de enero a octubre de este año, Tamulipas registra mil 371 homicidios, de acuerdo con el reporte del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Un promedio de 16.6 asesinatos dolosos por cada 100 mil habitantes.

Interminable fila

A la kilométrica fila de vehículos le toma cerca de tres horas atravesar la línea fronteriza. Algunas camionetas son revisadas con lupa por el personal de aduanas, quienes obligan a los migrantes a descargar maleta tras maleta hasta estar seguros de que todo está en orden.

La primer escala para abastecer combustible y alimentos es el parador San Pedro. Ahí la comida fluye como en hormiguero, los cofres de las trocas son la mesa, los niños saludan en inglés mientras observan el árido paisaje. La carga de combustible es obligada, se estiran las piernas y el camino sigue.

En la bifurcación de San Luis Potosí la caravana se vuelve una serpiente de dos cabezas. Camino a Río Verde, en la Huasteca potosina, algunos se van quedando en casa, la otra columna avanza a Jalpan, en plena Sierra Gorda, como destino queretano.

Los migrantes han vuelto y da inicio la fiesta
Los migrantes han vuelto y da inicio la fiesta

Los migrantes son recibidos por las autoridades en Río Verde, San Luis Potosí. Saben que no sólo son los grandes aportadores de las remesas que reactivan una economía no siempre boyante, sino también de las ilusiones entre los integrantes de la familia que se quedaron en México.

Y es que de acuerdo con datos del Banco de México, San Luis Potosí se encuentra entre los diez estados mexicanos que aportan más resemesas al país. De los 33 mil millones de dólares que México recibirá por concepto de remesas este 2018 (lo que representará un crecimiento anual de 9%), el estado potosino contribuirá con mil millones de dólares.

Recibimiento de héroes

Los habitantes de Río Verde, San Ciro y Arroyo Seco, este último municipio ubicado ya en Querétaro, reciben como héroes a los migrantes. Han triunfado económicamente y las gigantescas camionetas, algunas con toques muy estrafalarios y kitsch, dan cuenta de ello.

Los vehículos contrastan con el paisaje serrano que les recuerda su origen; contrastando también con las condiciones socioeconómicas de quienes con gran algarabía les vitorean a un lado de la carretera y les ofrecen café, tamales, atole o ponche. A cambio, los migrantes devuelven sonrisas plenas, y para los niños un puño de dulces.

Han vuelto y... la fiesta inicia.

bft

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