Con la voz entrecortada, Elvira narra que el 7 de abril de 2015 es la fecha que marcó la vida de su familia; esa noche fue la última vez que escucharon la voz de Manuel Mendoza Ros, quien les contó que estaba por cruzar la frontera a Estados Unidos; sin embargo, no volvieron a saber de él. Con seguridad, la mujer afirma que a su hermano lo desaparecieron en Tamaulipas.

Elvira es una mujer joven de 24 años, la única soltera de ocho hermanos, entre ellos Manuel, quien además es el primogénito. Al ser la única que no ha formado una familia decidió iniciar la búsqueda de su pariente, pues sus padres ya son mayores y enfermaron desde hace tres años, cuando no tuvieron noticias de su hijo.

La última vez que Manuel habló con ‘mami’ y ‘papi’, como ella se refiere a sus padres, fue la noche del 7 de abril; alrededor de las 10 de la noche cuando, por teléfono el joven, de entonces 28 años, contó a su familia que estaba en Tamaulipas y que pronto iba a cruzar la frontera; les pidió que no se preocuparan y les prometió que estarían bien. Su madre le dio la bendición, fue la última vez que lo hizo.

Manuel ya había vivido en Estados Unidos algunos años atrás, ahora con un hijo de cinco años decidió irse otra vez para ofrecerle una mejor vida que la que podría brindarle en Jaltenango, Guatemala, donde la pobreza es común entre la población. Manuel pidió ayuda a sus padres y hermanos para poder hacer el viaje y entre todos juntaron dinero para dárselo. Algunos le dieron sus ahorros y otros se endeudaron para juntar la suma que pedía el pollero.

Días antes de su desaparición Manuel estuvo primero con un pollero que lo cruzó de Guatemala a México, por lo que en Tamaulipas fue entregado a otra persona.

El 8 de abril, los padres de Manuel esperaban la llamada de su hijo, pero en lugar de eso les llamó la esposa del segundo pollero para pedirles dinero, les dijo que “la migra” los había agarrado y que tenían que pagar una multa.

En total, la familia de Manuel pagó 55 mil quetzales, aproximadamente 143 mil pesos mexicanos, a los polleros para el traslado y la supuesta multa; después del último pago no volvieron a tener noticias de él, y la deuda ha tenido que ser pagada por todos sus parientes.

La Caravana

En diciembre de 2015, Elvira se unió a la Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos. Cuando su hermano desapareció, el primero en asumir la labor de buscarlo fue su padre; sin embargo, a las pocas semanas enfermó debido a que no sabía nada sobre el paradero de su hijo.

“En la primera Caravana no fue una experiencia tan agradable para mí, porque al ver la vida de cada migrante fue algo muy difícil. Cuando pasamos con ‘Las Patronas’ a la una de la mañana, pasó ‘La Bestia’ y sentía un escalofrío muy feo. Después regresé a mi país, seguí con mi vida pero nunca he olvidado a mi hermano. Estos tres años y siete meses han sido una tortura”, confiesa la joven mujer.

Elvira se limpia las lágrimas de su rostro; no pudo evitarlas cuando recordó a su sobrino de apenas ocho años, quien todos los días pregunta por su papá.

Al preguntarle su opinión sobre sus compañeras de Caravana, afirma que todas son mujeres valientes que a pesar de tener el corazón destrozado van a seguir caminando, hasta que encuentren a sus familiares o hasta que la muerte llegue por ellas.

bft

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