El viento y la gruesas gotas de lluvia que comienzan a caer no desaniman a los cientos de fieles que participan en la procesión de Jueves de Corpus Christi, que parte de la colonia Carretas, rumbo al templo de Carmelitas, en el primer cuadro capitalino.

Tampoco los detiene, sólo los retrasa un poco un automóvil estacionado que no permite el paso de la plataforma que transporta al santísimo. La procesión se detiene por más de 15 minutos. Tras el retiro del vehículo, vuelve a avanzar, ya bajo una lluvia ligera, que obliga a los asistentes a sacar los paraguas.

Los trabajos de los voluntarios que acompañan a la procesión se centran ahora en proteger el equipo de sonido y en conectar adecuadamente la electricidad a la plataforma con el Santísimo, que es escoltada por Caballeros de Colón.

Los vecinos de Carretas salen al paso de la procesión. Acostumbrados a la tranquilidad de sus calles, el sonido de la música y los cánticos son algo que no se ve con frecuencia en la colonia.

Al paso de la procesión las alarmas de algunos vehículos se activan.

Ante lo pertinaz de la lluvia, una de las voluntarias se despoja de su paraguas y se lo ofrece a un cura que camina a un lado del obispo Faustino Armendáriz Jiménez. El sacerdote lo toma de buena manera, mientras la voluntaria resiste las gotas frías de lluvia.

Antes de llegar a avenida Constituyentes la procesión debe sortear los árboles de las calles de Carretas. Al llegar a Constituyentes piden a los asistentes hacer filas de cuatro personas, para no obstruir la circulación de la vía.

En el primer semáforo que cruzan, algunos automovilistas desesperados por no avanzar hacen sonar sus bocinas. Los fieles piden respeto, pero las bocinas no paran de sonar.

La procesión avanza bajo la lluvia lentamente. La mayoría tratan de protegerse, pero terminan, de manera irremediable, mojados.

El tránsito sobre Constituyentes se ve afectado, ante la disminución de un carril, ante el enojo de algunos conductores que quieren avanzar rápido.

La primera parada de la procesión la hacen a la altura de San Francisquito. Ahí se da un breve sermón sobre la juventud y la religión. Un joven "de manera espontánea" dice unas palabras a los fieles. El sonido presenta unas fallas, pero dice su mensaje.

Aunque la lluvia disminuye de intensidad, todavía caen algunas gotas de lluvia. En el cielo las nubes grises amenazan con soltar nuevamente la lluvia sobre las calles y sobre los feligreses que avanzan pausadamente.

Las religiosas que van al frente de la peregrinación, todas ellas sin paraguas, entonan cánticos y alabanzas.

Para la bendición, piden hincarse, “quienes puedan hacerlo, para mayor sacrificio”. Muchos lo hacen. Otros más sólo bajan la cabeza. La gran mayoría de quienes participan en la procesión son personas mayores, quienes aguantan de pie o se hincan. Otros más llevan bancos para sentarse en los momentos que pueden hacerlo.

El cansancio comienza a hacer mella en algunos, pero movidos por su fe continúan caminando entre los charcos y bajo las gotas frías que caen de las copas de los árboles.

A la procesión la acompaña una banda de música y otra de guerra. El olor al incienso también está presente en el recorrido al centro.

Tres mujeres mayores, cuando la procesión llega a la Alameda se sientan en las rejas del lugar. Una de dice a las otras dos que ya no aguanta la cadera y las piernas.

Ahí, en la Alameda, se ubica un segundo altar, donde la procesión vuelve a hacer un alto. “Viva Jesús Sacramentado”, gritan los feligreses cuando llegan a este lugar. El destino está cada vez más cerca.

Por el cielo nublado la penumbra ya cubre a la ciudad. Con la humedad la temperatura cae rápidamente.

Los fieles lanzan vivas a Cristo, a los sacerdotes y al culto público de la religión católica. En este altar se hace una reflexión sobre la familia.

Una comparte sus experiencias en la fe. Luego de unos minutos ahí, la procesión continúa hacia el primer cuadro.

Los cortes viales de los agentes de movilidad y la policía municipal, junto con la lluvia, no caen muy bien a muchos de los conductores que esperan con impaciencia el paso de la procesión.

Algunos de los peatones y personas que están en los negocios ubicados sobre Constituyentes, al paso de la procesión salen a tomar fotografías o hacer una transmisión en sus redes sociales.

La procesión avanza por Constituyentes hasta la calle de Ocampo. Junto a la sede del SNTE se coloca el tercer altar. El viento juega una mala pasada, cuando caen los objetos colocados ahí.

La procesión entra al primer cuadro. Por la calle angosta y ya con la noche encima, los fieles avanzan hacia Carmelitas, luego de más de tres horas de procesión. Los fieles, con los zapatos mojados, los pies hinchados y los dolores de cadera por la caminata, sonríen, dan gracias a Dios y entonan cánticos. Cumplen una vez más, como cada año, con la tradición del Jueves de Corpus.

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