Junto a la fuente del jardín Guerrero cuatro palomas se calientan. Casi no hay personas en las bancas que las rodean, muchos de los negocios permanecen cerrados. Para sus propietarios es más sencillo mantener las cortinas abajo, pero no es fácil, pues tienen que aguantar las pérdidas que ello representa.

El primer cuadro de la capital queretana, siempre lleno de gente que acude de compras y de turistas que visitan sus atractivos, estos días de pandemia está desierto, desolado y triste.

En el rostro de quienes salen no hay muecas de preocupación. Apresuran el paso, caminan rápido para llegar a sus destinos.

En las oficinas del municipio de Querétaro, frente al jardín Guerrero, se atiende poco a poco a las personas que llegan a hacer algún trámite para no saturar el recinto, siguiendo las medidas de seguridad establecidas.

Afuera personal de la Secretaría de Bienestar brinda información de los apoyos que ofrece el gobierno federal a los ciudadanos que ahora lo necesitan.

En la calle se ven algunos adultos mayores que salen a caminar o hacer compras para su comida diaria. Tratan de apresurar el paso, no voltean a mirar a su alrededor y no salen con protección. Son pocos quienes portan cubrebocas, a pesar de la escasez de ese producto en los comercios que los venden.

Los adultos mayores ocupan las bancas. Toman un descanso, mientras observan a su alrededor una ciudad vacía. Luego de unos minutos se levantan y vuelven a tomar sus caminos a casa, a protegerse. Salen por necesidad, porque tienen que comprar algo para comer en estos días de aislamiento social.

La calle de Madero, por lo regular concurrida, ahora está semivacía. Muchos establecimientos, incluido uno de los hoteles que están entre Allende y Juárez, permanece con sus puertas cerradas, hecho que refleja la poca cantidad de visitantes que están en la ciudad por ahora.

En los diferentes negocios los encargados, cubrebocas en rostro, esperan en las entradas de los locales a que los clientes lleguen. Meseros en las puertas de los restaurantes miran pasar a las pocas personas que caminan por la calle, con la esperanza de que alguno entre, se siente a una mesa y pida algo de comer.

Son muy pocos los que lo hacen. Las mesas están arregladas, los manteles blancos y las servilletas bien colocadas, lucirán así durante mucho tiempo.

La situación de los restauranteros y de los prestadores de servicios turísticos es apremiante. La ausencia de visitantes golpea de manera severa a este sector. La ausencia de queretanos en las calles golpea a todas las demás actividades económicas.

En estos momentos de crisis hay algunos que ven “áreas de oportunidad”. Un hombre, de unos 40 años, está de pie en la entrada al templo de San Francisco. Él pregunta a quienes pasan si son católicos. Cuando la respuesta es positiva, inicia su discurso.

Dice que invita a una jornada de oración y ofrece un tríptico con indicaciones para rezar el rosario por los enfermos y para pedir que termina la pandemia que afecta al mundo en este momento.

Además, ofrece anotar en una lista los nombres de las familias de los católicos para rezar por ellos durante un año. Sólo hay que cooperar con 20 pesos para que esto suceda.

Cerca de donde el hombre “vende” oraciones, dos adultos mayores piden dinero: uno lo hace recostado en el suelo, justo en la puerta del templo; el otro toca una vieja guitarra a unos 10 metros. Pasan inadvertidos para los pocos peatones que caminan.

Los agentes de Movilidad dispuestos en las esquinas de las calles del primer cuadro queretano apenas tienen trabajo. La cantidad de vehículos se reduce. En las esquinas donde los semáforos detienen la circulación hay a lo mucho cuatro vehículos.

Los pasillos del jardín Zenea, regularmente llenos de personas que ocupan las bancas ahí dispuestas, están vacíos. Las personas prefieren quedarse en casa.

Los comerciantes ubicados en el andador 5 de Mayo esperan la llegada de clientes. Deben de abrir sus negocios, a pesar de la poca afluencia de personas por el centro de la capital.

Los módulos de vacunación instalados en los portales de una tienda sobre avenida Corregidora y en los del Tribunal Superior de Justicia atienden a la gente que va a inmunizarse contra la influenza. Una pareja se acerca y es atendida por el personal del lugar de manera rápida, para evitar una posible aglomeración.

En tanto, Palacio de Gobierno tiene una puerta abierta. Poca gente entra. Apenas unos cuantos que van por un trámite. El acceso es limitado.

Sobre la calle de Pasteur las puertas de Radio y Televisión Querétaro están “emparejadas”, mientras que en un local ubicado a unos metros se escucha una canción de los Caifanes. El interior está vacío.

Metros más adelante, las rejas del templo de La Congregación están cerradas. El templo dedicado a la virgen de Guadalupe está cerrado para los fieles, por disposición de las autoridades estatales que solicitaron no reunirse en lugares cerrados.

El andador 15 de Septiembre también luce desierto. En los restaurantes frente al jardín de la Corregidora, los meseros esperan a los comensales, aquellos que semanas atrás, luego de caminar por el centro de la ciudad, pasaban a comer algo, lo que movía la economía del estado, dando vida a una urbe que hoy, para seguir viva, se enclaustra.

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