Con 91 años de existencia en Querétaro, la Casa de Jesús es una de las casas-hogar más añejas de la entidad, donde no sólo atienden a menores de edad, pues también apoyan a jóvenes que en una época estuvieron en este lugar debido a situaciones de violencia, abandono o pobreza, dándoles una segunda oportunidad.

En una casona de la calle Primavera, con un portón de madera de dos hojas, se encuentra la Casa de Jesús. Al entrar, una imagen del Sagrado Corazón de Jesús recibe a los visitantes.

Una joven, con playera blanca y pants azul marino, abre la puerta del inmueble donde falleciera hace 100 años, el 27 de marzo de 1917, el padre Florencio Rosas, uno de los clérigos más recordados de Querétaro por haber fundado diversas escuelas y talleres para la población de la ciudad, además de cajas de ahorro popular.

La casona, pintada en color beige, es atendida por religiosas que se encargan de salvaguardar a las menores que viven ahí, que por diversas circunstancias llegaron al lugar.

Algunas de las menores caminan por los pasillos, luego de cumplir con su educación, y se preparan para la comida. Al fondo del patio central, decorado por una fuente, se alcanza a ver el comedor, que luce listo para recibir a las niñas y religiosas que han de usarlo en unos minutos.

Una imagen de la Virgen de Guadalupe —de aproximadamente dos metros de alto— también recibe a los visitantes. A un costado se ubica el lugar exacto donde murió Florencio Rosas. Apenas dividido por una cortina, se ubica un burro de planchar y una cajonera.

La hermana Natalia de Santos Pérez, quien pertenece a la orden de las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús, es la directora de la Casa de Jesús en Querétaro. Explica que atienden en el lugar a 54 menores de 11 a 17 años de edad, y 56 mayores de 18 a 30 años.

“Son adolescentes y jóvenes estudiantes universitarias, y las adolescentes estudian primaria, secundaria y preparatoria. Funciona por la providencia divina, porque tenemos pocas posibilidades de ponerlas a trabajar porque son adolescentes. Las otras son chicas estudiantes”, indica la religiosa.

Comenta que trabajan en talleres para enseñarlas a ser productivas, en talleres de costura, de tamales, repostería, cocina, plancha, lavandería, para que las menores, cuando salgan, puedan tener herramientas para salir adelante en la vida.

La religiosa destaca que esta casa-hogar abrió sus puertas hace 94 años, siendo una de las primeras que se fundaron en Querétaro, trabajando de manera ininterrumpida desde entonces, y con muchas necesidades.

Las necesidades que tienen, explica, van desde el alimento hasta recursos económicos para maestros, deportes, por lo que buscan esos insumos en mercados o donaciones que son deducibles de impuestos.

Asimismo, precisa que el Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), así como el municipal les brindan apoyo con un donativo que es mensual.

Enfatiza que una de las características principales para recibir a las chicas en Casa de Jesús es que hayan sufrido algún tipo de maltrato o abuso, y “que tengan necesidad de una recuperación, ya sea moral, espiritual o física. Un 94% de nuestras niñas, de la población que tenemos, fueron abusadas”.

Además del apoyo moral y espiritual que reciben de las religiosas, apunta la hermana Natalia, tienen a dos sicólogos que brindan atención en esa área a las jóvenes, aunque tienen la necesidad de contar con otros dos expertos, que esperan lleguen próximamente.

Además, llevan actividades deportivas que les sirven de catarsis para poder sobrellevar y superar el trauma por el cual pasaron y que llevan a cuestas.

La religiosa precisa que las jóvenes llegan muy dolidas y con mucho coraje con la vida, por las situaciones que tuvieron que pasar, muchas traumáticas y que les dejan heridas emocionales difíciles de curar, por lo que además de la ayuda profesional de los especialistas en Psicología, la ayuda espiritual que reciben también les ayuda a superar su pasado.

Es pasado el mediodía y la Casa de Jesús se comienza a llenar de movimiento y de personas que platican. Muchas de las chicas que reciben atención charlan en parejas, mientras que otra está atenta a abrir la puerta para los visitantes, ya sea que salgan o entren.

Albañiles hacen algunas modificaciones al patio, para evitar que se inunde el lugar con la fuente, que está apagada, o con las lluvias que se comienzan a sentir en la capital.

Vienen de otros estados

La Casa de Jesús está ubicada en el tradicional barrio de San Sebastián, muy cerca de La Casa del Faldón, otra de las construcciones más emblemáticas de la capital queretana.

La hermana Natalia puntualiza que cuando las muchachas cumplen la mayoría de edad pasan al área de las jóvenes de 18 a 30 años, donde pueden decidir seguir en este hogar o tienen la posibilidad de salir adelante, irse con algún familiar y hacer su vida fuera de la Casa de Jesús.

“Hay quienes nosotros hemos entregado al altar, porque se quedan, tienen su novio, nos las piden y se las damos con mucho gusto”, enfatiza la religiosa.

Agrega que las jóvenes que atienden y apoyan no sólo son de la capital queretana, pues el DIF estatal, municipal y de otros estados canalizan a las chicas que cumplen con las características que necesitan para habitar esta casa-hogar.

“Tenemos chicas de Chiapas, de Durango, de las ciudades de León, Guanajuato; Morelia, Michoacán; de diferentes partes, y las mayores son de la Sierra Gorda y de las zonas aledañas de Querétaro que no tienen posibilidades”.

Agrega que a quienes pueden aportar una cuota, aunque mínima, se las piden, aunque la mayoría no pagan por estar en el sitio, a pesar de que las necesidades y gastos son onerosos, con los recibos de energía eléctrica o agua, que llegan a superar los 25 mil pesos cada uno.

La primera Casa de Jesús se fundó en la ciudad de León, Guanajuato, en 1919, a la cual le siguieron sedes en Irapuato, Aguascalientes, Celaya, San Luis Potosí, Morelia y Querétaro.

Actualmente cuentan con 28 casas-hogar en el país y una más en Honduras, donde atienden a más de mil menores que han sufrido violencia, desintegración familiar, adicciones o abandono, y que no tienen a dónde acudir o que son canalizadas a través de los DIF, para que reciban en este lugar en acompañamiento necesario en sus primeros años de vida y puedan crecer en ambientes sanos, libres de violencia y formándose académicamente para el futuro.

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