Querétaro

El rugido de una motocicleta se escucha a la distancia. Anuncia la llegada de Miguel Abraham Calvo Téllez, integrante y fundador del motoclub Espíritus libres, cuyos integrantes, como desde hace cuatro años, entregan juguetes a menores de comunidades marginadas el Día del Niño, con quienes además juegan y conviven, pues no sólo se trata de dar una pelota o una muñeca y marcharse, sino de dar tiempo a los chicos.

Miguel explica, sentado frente a una mesa de un bar con temática de motociclistas, que luego de cuatro años ya tienen experiencia en la organización del evento, pero este año el club quiere hacer algo más ambicioso, pues en los años pasados han entregado juguetes a 600 o 700 niños, pero ahora lo quieren hacer con dos mil 500 menores.

“Estamos juntando a tres comunidades: La Venta, Sanfandila y Ajuchitlancito, en el municipio de Pedro Escobedo. Nos quisimos dar a la tarea de hacerlo más ambicioso por el hecho del compromiso con otros grupos, con otros clubes, otros motoclubes se dieron a la tarea de apoyarnos en este evento. No vemos descabellada la idea de hacerlo más grande”, apunta.

Punta de lanza

En esta ocasión, precisa, contarán con el respaldo de la Policía Federal, o Gendarmería, que de resultar una experiencia positiva, la dinámica se replicaría en otros estados del país, siendo Querétaro “punta de lanza” para que esto funcione.

“Tengo un slogan que he compartido con la gente y que han adoptado como suya: Comparte lo que tienes, no des lo que te sobra. Entonces con esa idea es que la gente (del club) se fue adaptando a ello y al proyecto. También hemos participado en otras causas.

Aquí hubo un compañero motociclista a quien su club, su familia, lo abandonó. Tuvo un accidente en motocicleta de pista, quedó cuadrapléjico. Su gente lo abandonó, entonces nos dijeron que el chavo necesitaba el apoyo, tanto económico como moral, además de una silla de ruedas. Nos dimos a la tarea de ayudarlo, nos organizamos, fuimos varios, se le consiguió una silla de ruedas y le quedó una lana para sus terapias y el chavo ahí va. Así inició esto”, explica.

De fondo se escucha una canción de ACDC. Miguel recuerda que incluso en fechas que se consideran muy familiares, como Noche Buena y Año Nuevo ellos la pasan en la calle, acompañando a las personas que pasan esas fechas en albergues en la calle, como una manera de retribuir lo que les ha dado Querétaro.

Motociclistas Comparten lo que tienen, no lo que les sobra
Motociclistas Comparten lo que tienen, no lo que les sobra

Cambiar el estereotipos de un motociclista es lo que buscan en Espíritus Libres

Precisa que estos eventos son totalmente apartidistas, no tienen ningún color de por medio, aunque para hacer la entrega de juguetes se tienen que coordinar con los delegados municipales, sin que se interprete que son actos de gobierno. Además de que no tratan de acercarse a empresas, para no crear compromisos.

Miguel, hombre de 1.80 metros de estatura y complexión gruesa, explica que Espíritus Libres trata de cambiar el concepto que se tienen de los motociclistas, quienes muchas veces son considerados delincuentes o personas malas, prejuicio influenciado por las historias que han sucedido en Estados Unidos y el cine.

Dice que ellos, como motociclistas, deben de aplicar la “Regla de tres”, que es cuando se encuentra a otro motociclista varado es obligación ayudarlo, y aquel a quien se ayudó debe de apoyar a tres compañeros más. Una regla al más puro estilo del motociclismo de la vieja escuela.

Administrador de empresas de profesión, Miguel subraya que los motociclistas no sólo van a entregar los juguetes, pues juegan con los niños, además de que les dan una vuelta en las motos a los niños.

Ser motociclista, agrega, no es ser malo, al contrario. Entre todos se ayudan, se apoyan, incluso en problemas personales, como un miembro actual de Espíritus Libres, quien antes de unirse al club había caído en el alcoholismo, pero con las charlas, anécdotas y vivencias, se interesó en el mundo de las motos, dejando el vicio.

En estos años conviviendo con los niños las anécdotas son muchas, pero recuerda una, cuyo protagonista es “Biker Peque”, quien le dio una pelota a un niño, pero el juguete se fue hacia unos nopales. El chico comenzar a llorar porque quería la pelota. “Biker Peque” tomó otra pelota y se la dio, pero el niño quería su pelota, la que estaba entre los nopales. El rudo motociclista de casi dos metros de estatura se tuvo que meter entre las espinas de las plantas, para rescatar la pelota del pequeño.

Expansión extra fronteras

Espíritus Libres tendrá una reunión el 22 de abril, en el Centro Cultural Manuel Gómez Morín, donde también buscarán recaudar juguetes.

Actualmente, Espíritus Libres ha crecido como club, teniendo ya capítulos fuera de Querétaro, donde nació. Incluso tiene capítulos en Texas y uno de reciente creación en Quito, Ecuador, que también llevan a cabo estas dinámicas.

Miguel agrega que como bikers no son elitistas, no están casados con una marca, por lo que cualquier motociclista pueden ingresar. El club, explica, recibe a todos. Los integrantes nuevos deben de esperar un año para recibir su parche que los acredite como miembro del club. Asimismo, deben de pagar una cuota, que se usa para reparaciones de las motos, cuando van a salir a un evento fuera del estado o para su fiesta de aniversario.

“Esto es un hobbie. Nos queda claro que anteponemos a la familia y el trabajo. Hay clubes que imponen multas a quienes no van a sus reuniones, sanciones, o los sacan. Nosotros no. Esto es un ambiente familiar y nada más es la asistencia”, subraya.

Dice que dentro del club hay creencias y reglas que se deben de respetar, como por ejemplo, no se debe de prestar el chaleco nunca, pues en él están los colores del club y los distintivos.

Miguel no viaja solo. Lo acompaña Speedy González, un muñeco de peluche que encontró en la carretera y que ahora lleva de un lado a otro.

Una costumbre de los motociclista, precisa, es colgar una campana en la parte más baja de la moto, lo más pegada al suelo, pues sirve para ahuyentar a los duendes que rondan las carreteras y que son aficionados al cromo y al ruido de los motores. La campana, dice, ayuda a alejarlos, pues cuando se suben “comienza a dar lata la moto”.

Otra costumbre es bautizar a las motos con nombres. En el caso de Miguel, la suya se llama “La niña”. Una niña muy ruidosa que en unas semanas hará las delicias de otros niños.

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