“Ánimo, ya mero. Sólo son dos kilómetros”, grita una mujer a los corredores que “fundidos” toman la recta final del Querétaro Maratón 2018. El envión anímico funciona para los corredores, quienes agradecen el apoyo de los ciudadanos que salen a ver el paso de los deportistas que recorrieron las calles de la ciudad en la ya tradicional carrera de octubre.

A dos kilómetros de la meta, sobre avenida Constituyentes, los corredores se esfuerzan por levantar las piernas, por bracear, seguir adelante, a pesar de que el instinto les dice que se detengan, que no descansen.

Las piernas se acalambran. Los gestos de dolor aparecen en los corredores. Los paramédicos corren cuando ven a un corredor que se detiene y se toca el muslo. Apresuran el paso, lo atienden. Estoico, el corredor se pone de pie, en medio de los aplausos de quienes acuden justamente a eso, apoyar a los participantes de la carrera.

El trayecto ha sido duro. 42 kilómetros para los que hacen todo la ruta, la mitad para los del medio maratón. Desde la salida en Constituyentes, a la altura del Centro Cultural Manuel Gómez Morín, a la meta, en el mismo sitio, los corredores son otros, y la ciudad vive una mañana distinta.

Las principales calles del primer cuadro están cerradas. Las laterales de Bernardo Quintana también, Los Arcos, Constituyentes, Universidad. Es mejor quedarse en casa. Para quienes tienen necesidad de salir, es mejor la paciencia.

En Corregidora y Universidad se registra un percance. Un camión de transporte público golpea a una camioneta de transporte de personal. Le rompe el espejo y le daña la pintura. El conductor de la camioneta sigue al chofer de transporte público que se quiere dar la fuga. El del transporte público aprovecha “la lámina” y para evitar ser alcanzado, “avienta” a la camioneta a la ciclovía. La van termina sobre el muro de la vía ciclista.

El conductor de la camioneta luce nervioso y tiene baja la temperatura. “Soy diabético”, dice el hombre. Una patrulla tiene metros más adelante al chofer del camión “para vigilar” que no se vaya. Toda la escena propicia que el caos vial sea aún mayor.

Automovilistas desesperados tratan de librarse del atorón saltando el camellón en avenida Corregidora. Un hombre que conduce una camioneta blanca “pone el ejemplo”. Algo sale mal. A pesar de la altura de la pick up, la parte de abajo de su unidad roza el camellón. Pese a ello, avanza, y detrás de él algunos más.

Poco a poco la vialidad se libera en ese sentido de Universidad.

Del otro lado, muy ajenos a lo sucedido a unos metros, los corredores dejan la avenida Corregidora para incorporarse a Universidad. El apoyo de la gente se demuestra con aplausos y gritos. Grupos de personas esperan a sus familiares pasar, los quieren ver para animarlos y vitorearlos.

Un carrito de tamales llega hasta el lugar y por unos momentos se gana la atención de personas ahí presentes. El vendedor saca un par de bolillos que parte por la mitad y les coloca un tamal.

A lo lejos se ve una figura robusta. De vez en cuando se detiene, le toman algunas fotos. Es Batman, quien corre el maratón. También se ve a un súper héroe más local, el Chapulín Colorado, quien muestra orgullosamente que viene del estado de Nayarit.

Un vehículo se aproxima a donde está la cinta de seguridad. Un oficial de policía se acerca. Luego le avisa a otro de sus compañeros que “tiene pase”. El automóvil avanza lentamente, pues el paso de los corredores no se detiene.

Los participantes del maratón se incorporan a Universidad, donde la gente también los espera y anima. A esa altura de la competencia aún el cansancio no hace acto de presencia. Ayuda el clima fresco que dejó la lluvia nocturna del sábado y madrugada del domingo. Los pasos aún son firmes.

Para quienes viajan en automóvil, el panorama es distinto. Muchas de las avenidas principales están cerradas. Circular por las laterales de Bernardo Quintana es imposible. Los cortes viales van tan lejos como Hércules. Intentar cruzar la ciudad es una labor que requiere de paciencia y de conocimientos de los cortes viales.

Mientras, los corredores, tras recorrer Bernardo Quintana y reincorporarse a Constituyentes, se enfrentan a sus últimos kilómetros. Para muchos son dramáticos, para otros son divertidos. Como es el caso del “John Lennon del maratón” que pasa empujando su carrito con su bocina que siempre toca música de los Beatles.

No faltan los corredores con sus perros, o quienes en sus camisetas portan mensajes de aliento a algún amigo, quizá enfermo, y al cual dedican la carrera.

Otros, la mayoría, se concentran en los últimos 2 mil metros, que se hacen eternos, a pesar de ser bajada. Los participantes del maratón toman agua y bebidas energizantes que los voluntarios ofrecen.

Muchos ya arrastran los pies, mantienen la vertical casi por instinto, aunque cuando ven la cámara de un fotógrafo levantan los brazos y sonríen. Los puestos de hidratación comienzan a levantar, el grueso de corredores ha pasado y hay que dar paso al otro contingente, el de limpia, que debe dejar las calles como si nada hubiera pasado.

bft

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