La pandemia de Covid-19 implicó un cambio significativo en los protocolos del asilo San Sebastián, ubicado en la capital de Querétaro; para reducir riesgos de contagio, se suspendieron las visitas y las actividades con voluntarios, lo que a su vez trajo un impacto en el estado anímico de los residentes.

Tras pasar uno de los picos de contagios en la entidad, poco a poco se  retoman las dinámicas de convivencia.

La directora operativa del asilo San Sebastián, Elizabeth Ugalde Álvarez, relata los orígenes del asilo y el impacto que trajo la pandemia, en un espacio que tiene más de 129 años de funcionamiento (primero como hospital y  luego  como asilo); actualmente alberga a 38 personas, con edades que oscilan entre los  75 a los 106 años.

Explica que el asilo es una institución de asistencia privada, sin fines de lucro y de estancia permanente. Aunque propician actividades de distracción entre los residentes, refiere, que han sido momentos complejos, en los que las restricciones de recibir visitantes generan una sensación de tristeza y soledad entre las personas de la tercera edad.

Luego de acostumbrarse al arribo de familiares y voluntarios que llevaban a cabo actividades con los abuelitos, ahora suman casi dos años sin desarrollar esta dinámica.

No obstante, ya analizan retomar las visitas de  los voluntarios, músicos y demás personas que propicien la convivencia en el asilo.

Por ahora, la directora de este lugar señala que han comenzado a realizar comidas en el área del jardín, actividades que cambian el estado anímico de los inquilinos.

¿Cómo es el funcionamiento del asilo?

Los abuelos aquí duermen, les lavamos su ropa, aquí administramos sus medicamentos también. Ellos reciben tres comidas al día y dos colaciones.  Dentro de lo que podemos, con el personal, hacemos una que otra actividad recreativa, de distracción. Finalmente sigue afectando esta cuestión de la pandemia, ya estamos rompiendo un poquito esto de las (limitaciones para recibir) visitas, porque también viene la tristeza, la soledad; estaban acostumbrados a tantas visitas y ya vamos a cumplir dos años sin visitas.

¿Cómo fue el cambio con la llegada de la pandemia?, ¿cambiaron los protocolos, los procesos internos?

Sí, muchísimo. Al entrar a la institución hay que tomar la temperatura, el lavado de manos, lo que ya todo mundo conocemos; y más aquí, en el contacto con los abuelos que son parte de la población vulnerable, pues extremamos más estas medidas.

Lamentablemente por la demencia, muchos no entienden por qué tenemos que usar el cubrebocas y pareciera ser que en lugar de protegerlos a ellos, sienten lo contrario, como si ellos nos pudieran dañar a nosotros y que por eso nos protegemos. Esta enfermedad mental es muy complicada y difícil de sobrellevar; cuando los visitamos les hablamos con afecto, con cariño, les cambiamos el día.

¿La pandemia impactó en el estado de ánimo?

Muchísimo, muchísimo. También somos poco personal, entonces no alcanzábamos (a arropar a todos los residentes), los brazos no alcanzan para abrazar a tantos, pero sí es importante que tengamos visitas porque esto les alegra el día, les cuentan sus historias. Que tengan nuevos amigos y que también los familiares puedan acercarse a sus ancianos y apapacharlos.

¿Cualquier ciudadano puede acudir de visita?

Sí, claro, que nos llamen y organizamos algo. Queremos hacer pequeños eventos. Antes hacíamos las tardes de café, las vamos a retomar, las personas podían venir a tomar café y merendar con los abuelos, (venían a) ayudarnos e incluso a alimentarlos, (en el caso de) estos abuelitos que han perdido la capacidad de levantar la cuchara… (Es necesario) que sensibilicemos a la población a través de estas visitas.

El venir y compartir el tiempo jugando ajedrez, dominó, ¿por qué no, bailar con un abuelo o abuelita en silla de ruedas, que le vengas a alegrar el día. Si cantas, tocas guitarra, bailas, ven y canta con un abuelo, baila con un abuelo.

Las personas que deseen apoyar al asilo, ¿de qué manera pueden hacerlo?

Pueden hacer donativos en especie, alimentos no perecederos o bien perecederos, si nos dicen que cultivan calabazas o traen tomates: son bienvenidos; artículos de limpieza, de aseo personal, pañales o alguien que diga: yo no puedo donar, pero quiero ir a donar mi tiempo, ayudarles a cocinar. O quien diga: tengo una estética y me sumo a cortando cabello; o soy podólogo y puedo ir a alegrarles los pies.

¿Qué significa para ti estos 15 años de voluntaria en el asilo, pero ahora con la responsabilidad de ser la directora?

Un gran compromiso. Mi formación fue en el área pediátrica, a parte atendemos a niños en cuidados paliativos, cuando me pasan para acá sí fue estudiar mucho sobre cuidados paliativos, seguimos preparándonos.  Es como dirigir una gran casa, con muchos hijos aquí. Y hay un abuelito que incluso dice que soy la mamá de todos ellos, para mí es el mayor pago del mundo.

¿Algo más que quieras agregar?

Que recordemos que estos abuelos son nuestro futuro, entonces si como jóvenes en algún momento ven un anciano en sillas de ruedas, imagínense ustedes en esa silla de ruedas, si ven a un anciano ciego, imaginemos que podríamos ser nosotros. Si vemos a alguien mutilado, imaginemos que podríamos serlo, si vemos a alguien demenciado, que quizá puede ser nuestro futuro.

En el asilo, explica Elizabeth Ugalde, también se cuenta con un movimiento denominado “Muévete por los abuelos”, el cual  tiene como finalidad promover que la sociedad se active  en beneficios de las personas de la tercera edad y evitar que la población se quede estática ante las condiciones de desventaja en las que vive este grupo poblacional.

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