Bebe té de un tazón exótico, sentado junto a la biblioteca que funge como corazón de un “hotel boutique” en el Centro Histórico; sin embargo, el apacible lugar no le impide hablar de cosas crudas. “El crimen organizado deteriora la vida nocturna del país, mata a periodistas como Javier Valdez, atemoriza al ciudadano, sin control”, dice para EL UNIVERSAL Querétaro Guillermo Osorno, editor, periodista y escritor.

“En materia de libertades, la vida nocturna ha tenido avances en los últimos 30 años, quedando atrás el clandestinaje, la necesidad de ocultar las preferencias sexuales, los gustos artísticos o la expresión social. Pero en términos de seguridad, es innegable que la operación de los antros se encuentra, en gran medida, intervenida por la delincuencia organizada”, señala.

Osorno es director del portal Horizontal Mx y fue editor de la revista de periodismo narrativo Gatopardo. Es, además autor de Tengo que Morir Todas las Noches (Debate, 2014), libro que lleva varias reimpresiones, donde narra la historia de un local que en los años 80 se volvió mítico de la fiesta alternativa de la CDMX: el bar El Nueve; ámbito para la comunidad gay que enfrentó a la autoridad priísta de la época, fundado por un sui géneris emprendedor de origen francés, Henri Donnadieu.

Nacido en la CDMX y observador de la vida noctívaga desde los 18 años —antes de volverse cronista pisó su primer antro trabajando como inspector de alcoholes de la demarcación Cuauhtémoc—, Osorno rememora tres décadas de vida nocturna, lamentando que hoy se vivan tiempos terribles en el tema de seguridad.

Recuerda que en la era de Donnadieu, “la noche operaba bajo una conformación muy priísta del México clásico, donde había arreglos que funcionaban entre dueños de negocios y el gobierno.”

Actualmente, señala, tras la pulverización que ha sufrido el Estado, “los arreglos son múltiples, regionales y casi en su totalidad mediados por la delincuencia organizada. Para terror de los noctámbulos, grupos criminales como Los Zetas o el Cártel de Tepito, entre otros, lejos de mantener el negocio en paz, a fin de lograr que el tráfico de drogas se diera de manera tranquila, han optado por expoliar los territorios, por extorsionar, por atemorizar a todo mundo”, dice el periodista, con descontento.

Con todo, acota Osorno, “la noche en México nunca deja de aportar elementos, aunque estos ya sean aislados, de gran valor cultural”, y cita como ejemplo las Fiestas Traición, celebradas en antros de la CDMX y de su zona metropolitana, “son tocadas de música electrónica a cargo de grupos de DJ´s tales como NAAFI, que entienden perfectamente el valor cultural de la vida nocturna”, explica Osorno.

Falta seguir huellas de periodistas muertos

A raíz del asesinato del reportero sinaloense Javier Valdez, ocurrido en Culiacán, en mayo pasado, Osorno se sumó a la convocatoria nacional de protesta que fue lanzada por los principales medios del país, al tiempo en que creó una iniciativa paralela que le trae satisfacción por el interés generado: Agenda Periodistas, destinada a buscar estrategias para enfrentar al crimen y la impunidad.

¿Además de exigir que el Estado cumpla con aclarar las muertes de periodistas, el gremio debe investigar por su cuenta y seguir las huellas de los fallecidos?

—Una buena manera de no silenciar a los periodistas muertos consiste en seguir investigando los temas que dieron motivo a la agresión. Eso trae una cantidad de complicaciones, las plazas suelen estar calientes, resulta difícil reportear e implica someterse a varios riesgos, pero hay que hacerlo. De otro modo no haríamos justicia a Valdez y a otros colegas.

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