MORELIA.— Brazos abiertos, pierna derecha levantada, respiración acelerada, mirada absorta. Ahí, tendido sobre el césped del estadio Morelos, Óscar Pérez protagonizó la mejor estampa para definir la actualidad del Pachuca: frustración total.

El Conejo se estiró cuanto pudo, mas el impacto de Édgar Andrade era genuina obra de arte. Mágica anotación (67’) que fulminó los sueños de un equipo que terminó goleado, cuyo director técnico podría unirse a la lista ya conformada por Manuel Lapuente, Benjamín Galindo y Víctor Manuel Vucetich.

Primera vez con Gabriel Caballero en el banquillo (25 partidos) que los Tuzos son superados por más de dos goles de diferencia... Y lo peor es que el 4-1 presumido en la pizarra electrónica del inmueble resultó benévolo, muy corto, para lo sucedido sobre el lienzo verde michoacano.

El Morelia ha vuelto momentáneamente a la cima del Apertura 2013, pero lo mejor para Carlos Bustos fue el regreso a ese futbol tan práctico como vertiginoso que desapareció hace una semana en el Azteca.

Todos sus chicos volvieron a enamorar con toques precisos, excepto Jefferson Montero, el más virtuoso de sus concertistas. Precipitado, inseguro, desconcentrado, el atacante ecuatoriano desentonó.

Su timonel estalló en cuanto erró inexplicablemente frente al marco del Pachuca, por segunda ocasión en menos de cinco minutos. Para entonces, los Monarcas ya ganaban 3-0, pero el argentino es un perfeccionista. Le preocupaba que el adversario se valiera de la clemencia para agregar nervio a un encuentro que debió ser trámite desde antes que se cumpliera la primera media hora.

Temor materializado cuando Duvier Riascos se valió de la fortuna para acercar a los hidalguenses, tras aprovechar un balón que rebotó en el travesaño local (45’).

La posible venta al futbol inglés pareció distraer a Montero, mas no a Andrade, su socio en la zona de creación. El chico festejó con un golazo su juego 150 en la Primera División, mientras Caballero está en el patíbulo.

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