Veinticinco años han pasado desde que un ataque cardiaco provocó que el genuino paladín del marco celeste mutara en leyenda. Un cuarto de siglo después, la huella dejada por José Miguel Marín Acotto en el futbol mexicano sigue intacta.

Auténtico pilar del Cruz Azul que se hizo grande con base en títulos. Sus atajadas, plasticidad e innovaciones lo hicieron ídolo. Llegó del Vélez Sarsfield con el apodo del “Gato”, pero en México fue elevado a “Superman” por el desaparecido cronista Ángel Fernández.

Las innumerables cualidades que mostró con La Máquina, en la que jugó de 1971 a 1981, le valen ocupar la cúspide en la lista de los guardametas extranjeros que han jugado en la hoy llamada Liga MX.

“Es el mejor portero [foráneo] que ha estado en México. Además, tengo entendido que era muy buena persona, lo cual es excelente. De nada sirve si eres un buen jugador, pero como persona eres un desastre”, subraya el legendario ex arquero Antonio “Tota” Carbajal, entrevistado vía telefónica. “El portero, que es el que dirige al equipo, debe tener una comunicación constante con su cuadro bajo y medios, porque desde ahí comienza un avance y quitas el del rival”.

Lo que Marín cumplía a cabalidad. Fue el ancla del poderoso conjunto que dio cinco vueltas olímpicas en la década de los 70: temporadas 1971-72, 1972-73, 1973-74, 1978-79 y 1979-80.

Su hijo Max, quien vivió de cerca toda la época de gloria del guardameta sudamericano, le describe “principalmente, con mucho carácter, y la personalidad te daba esa seguridad que siempre necesita el equipo, porque es el primer hombre, ya que —si se equivoca— no hay quien lo pueda salvar y, en eso, reflejaba mucho de lo que transmitía a todos sus compañeros: tranquilidad, el saber que —si se cometía un error— el portero Miguel Marín estaba ahí atrás y, después, todas las cualidades técnicas que se han resaltado; desde las salidas, cómo jugar el área, los despejes, todas estas circunstancias, hasta de juego aéreo, en los centros”.

Porque su legado fue más allá de los éxitos con el equipo que tanto amó. Su estilo representó un parteaguas en México.

“Se adelantó un poquito, porque en la época de los 70, casi todos los arqueros eran prácticamente de línea. Otra de las cosas diferentes era el achicar a los disparos... Te daba toda una seguridad y una variedad técnica muy buena dentro del arco”, subraya Max. “Prácticamente, partías con esa tranquilidad de que el cero casi estaba asegurado y después lo reforzabas con [Alberto] Quintano, ‘Kalimán’ [Guzmán], Nacho Flores; después fue [Miguel Ángel] Cornero”.

“Cuando vas reforzando y cada quien tiene el compromiso, porque Cornero también tenía personalidad, por supuesto Quintano. Si en cada zona tienes a un jugador con ese compromiso y personalidad, todo el mundo se va contagiando y el resultado fue esa década exitosa”.

Con Marín como uno de los principales estandartes. No hubo kriptonita que venciera a este “Superman”... Hasta hace 25 años, cuando su corazón dejó de latir.

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