GUADALAJARA.— Uno de esos momentos determinantes en la vida se presentó muy pronto. Tenía 11 años de edad. Llegó a casa cansado. Los pies hinchados, de calor. Sudorosos. Estaba agotado. La situación le resultaba desesperante. Miró a su madre, en busca de una respuesta.

“¿Para qué son los calcetines?”, le preguntó. Después de meditarlo un poco, ella sólo atinó a decir: “Pues… no sé”. Tomó en ese momento la decisión. Era un niño con determinación de adulto. “Ah, pues entonces me los quito. ¿Para qué los quiero?”, sentenció. Nunca más, Jorge Vergara volvió a utilizarlos.

Así, sin calcetines, logró lo impensable, 36 años después: convenció a 156 socios con certificado de aportación, con un gran discurso y buena proyección económica, para que transformaran al Club Deportivo Guadalajara. Otros 40 se convirtieron en disidentes. Pero no fue impedimento para que se convirtiera en dueño de Chivas.

Jorge Carlos Vergara Madrigal, nacido en Guadalajara, Jalisco (3 de marzo de 1955), protagoniza una historia. Un pequeño regordete, víctima de burlas en su época de estudiante que se convirtió en un empresario exitoso. Un directivo polémico a lo largo de 10 años. Odiado y admirado por igual, a lo largo de su andar por el futbol mexicano.

Nació en una familia de clase media. No vivió precisamente en la pobreza. La escuela no le interesó demasiado. Estudió hasta la preparatoria, en el Tecnológico de Monterrey. El trabajo fue lo suyo desde siempre. Lo sabía perfectamente.

Mecánico. Traductor de textos. Vendedor de autos. Probó suerte en distintos terrenos. Fue subdirector comercial, a los 23 años, de una empresa que quebró en 1981. Fue en esa época cuando puso un negocio de carnitas.

Engordó. Puso un restaurante italiano. Fracasó. Su salud no era ideal. Tiempo de decisiones. Optó por emigrar a Estados Unidos. Una empresa multinivel que especializada en pastillas vitamínicas le abrió las puertas.

Una diferencia con el dueño de Herbalife dio el giro definitivo al ex vendedor de carnitas. Renunció a los 31 años y en 1991 fundó Omnilife, la que denomina él mismo como una empresa de “vitaminas para pobre”, que arrancó con 10 mil dólares prestados y que hoy es una empresa que factura millones de dólares al año.

Con ese negocio ganó dinero, pero le faltaba notoriedad pública. Vio la oportunidad en 2002. Un buen grupo de asesores financieros le hicieron ver la posibilidad. Con su discurso convenció a los entonces dueños del Rebaño Sagrado.

Hizo proselitismo, previo a la histórica asamblea. Apareció en la cancha del estadio Jalisco durante un clásico tapatío. Con promesas, ganó la oponión pública. Con dinero, ganó la voluntad de los socios que contaban con un certificado de aportación, un documento que, de repente, pasó de tener un simple valor sentimental a poseer un costo monetario: seis millones de pesos por cada uno.

El 30 de octubre de 2002, Jorge Vergara no estuvo en la Sala de Trofeos del ahora derruido Club Deportivo Guadalajara. Ahí, un socio indeciso espetó: “Es impensable. Chivas no puede cambiar de dueño. Sería como vender a la Virgen de Guadalupe”. Al final, vendió.

En ese lugar, aquella tarde, se tomó una de las decisiones más trascendentales para la vida de Vergara. Chivas se transformó en Sociedad Anónima y un día después, el empresario sin calcetines adquirió la mayoría de acciones.

Su personalidad se refleja en los 10 años que han transcurrido desde entonces. Vergara ha sido, desde el primer día, una directivo polémico. Promesas a veces exageradas y otras tantas veces incumlpidas. Paciencia casi siempre limitada en la construcción de proyectos. Desplegados ofensivos, capaces de dar a una rivalidad toques violentos, como contra Pumas. Es una figura única en el futbol mexicano.

En marzo de 2003 también compró la mayoría accionaria del Saprissa de Costa Rica. Ahora, ese equipo ya no es de su propiedad. Lo vendió. Después, incursionó en la MLS de Estados Unidos, como socio de Chivas USA. Hoy es dueño único de la franquicia que juega en Carson, California.

Pero como el futbol no es todo, también ha probado suerte en otros terrenos. En el cine fundó Anhelo Producciones, que financió películas como “Y tu mamá también” y “El espinazo del diablo”. En la música abrió Suave Records.

Asegura que no sabe a cuánto asciende su fortuna. “Yo tengo cualquier cosa. Todo está reinvertido en Omnilife”, dijo Vergara en 2008, y añadió: “El dinero es una herramienta. No digamos que no es importante. Es una herramienta para lograr cosas, pero no es el objetivo de la vida”, dijo en esa misma entrevista.

La curiosidad sobre el dinero que posee es persistente. “Si me comparo con Slim, soy un pordiosero”, aseguró alguna vez, para tajar la polémica con humor. Y sobre él, repite a menudo: “Recuerdo de dónde vengo, para que no se me olvide a dónde voy”.

En 2008 se casó con la también empresaria Angélica Fuentes, pero el matrimonio no ha cambiado la polémica que gira siempre a su alrededor. Es el dueño de un equipo grande. Es el vendedor de carnitas que alcanzó el éxito empresarial. El “gordito” que cambió las burlas por respeto. Es el hombre que logró lo impensable: conquistó al Rebaño Sagrado… sin calcetines.

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