Daniel Aceves sabe lo que es una derrota injusta. En Los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, en la final de lucha grecorromana contra el japonés Atsuji Miyahara, puso de espaldas al oriental varios segundos, lo que equivale a una victoria contundente, pero el réferi no vio o no quiso ver esa maniobra y dejó seguir el combate.

Ese 2 de agosto en el Anaheim Convention Center, el japonés terminaría ganando la medalla de oro por marcador de 9-4, pues nadie en el equipo de México tuvo las agallas para meter una protesta, lo cual hubiera redundado en una revisión del video y un triunfo del hijo de Bobby Bonales, legendario luchador.

Era sólo cuestión de pagar 500 dólares y cumplir el protocolo. Pablo Gómez, entrenador del equipo, se encogió de hombros. Nadie hizo nada en la Federación de Lucha.

Sin embargo, ese segundo lugar le ha cambiado la vida, pues considera que los medallistas olímpicos viven y mueren de forma especial. “Es contar con un estatus de carácter irreversible a nivel nacional e internacional, que te genera una serie de responsabilidades, pero que contribuye en tu existencia al ser portador de un símbolo”.

Después de su odisea deportiva, Daniel Aceves se dedicó a trabajar por los medallistas olímpicos mexicanos. Derivado de sus esfuerzos legislativos, ahora los ganadores de presea tienen becas de por vida de acuerdo al color del metal.

Algunos realmente necesitan o necesitaron ese estímulo, pues de estar en la gloria cayeron estrepitosamente y terminaron donde empezaron o peor. Es el caso de Joaquín Capilla, quien incluso se volvió estrella de cine, pero cayó en los vicios. Tras recuperarse, el ingreso por sus medallas lo ayudó a salir adelante de forma digna hasta el final.

Capilla es el máximo medallista olímpico para Aceves: “Una de oro, una de plata y dos de bronce en tres Juegos Olímpicos. Leyenda como clavadista en toda la historia de México, un pilar”.

Pero la taekwondoína María del Rosario Espinoza está cerca, con una de oro y una de bronce en dos ediciones de la máxima justa deportiva. “Sus dos preseas ya la constituyen como la primera mujer en conseguir medallas olímpicas de manera consecutiva. Tengo la esperanza que se convierta en la mayor ganadora. Es campeona mundial, centroamericana y olímpica. Igual que Ernesto Canto en caminata”.

Hace unos días, Aceves fue confirmado como el único ex atleta mexicano que portará la antorcha olímpica en Brasil, el próximo 14 de julio por su trayectoria en el deporte y sus afanes por el medio ambiente.

Su cálculo de medallas tricolores no es muy alentador, pero sí realista: “En los clavados sincronizados y taekwondo hay más posibilidades. En los deportes de conjunto habrá buenas actuaciones, pero no medallas, incluido el futbol. Habrá que estudiar bien todos los resultados de Río 2016.

“Yo pienso que podrían ganar cuatro, aunque sea menor que en Londres 2012 (siete medallas). Nuestro promedio histórico es de tres medallas por juegos. No por llevar una delegación más grande [120 vs. 102] vamos a ganar más, eso es un aspecto de colores, nada más”.

En cuanto a su disciplina, México sólo llevará un competidor, el tapatío Alfonso Valencia: “La lucha mexicana ha vivido una serie de traspiés históricos. Hoy en día hay una nuevo replanteamiento con Guillermo Díaz [presidente de la Federación de Medallistas de Luchas Asociadas] esperemos que retome una ruta diferente.

“Alfonso Valencia deberá tener una participación solvente. Viajará a Alemania a un campamento y después a Río. Creo que la lucha merece más lugares, pero por la falta de trabajo en administración sólo viaja uno, en lugar de dos”.

Daniel Aceves actualmente trabaja en el gobierno, es director del Programa Progresa en el Sector Salud. “Hice la licenciatura en Derecho y maestría en Comunicación Organizacional, además de un doctorado en Alta Dirección”.

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